La policía toma la plaza de María Pita para impedir una manifestación contra Aznar
El presidente tuvo que oír bocinazos y gritos de "nunca máis" en su recorrido por A Coruña
La plaza de María Pita, de unos 10.000 metros cuadrados, y donde se yergue el imponente edificio del Ayuntamiento de A Coruña, amaneció ayer tomada por fuerzas antidisturbios que bloqueaban los accesos impidiendo el paso a manifestantes, peatones, curiosos, vecinos y dueños de comercios. Fantasmal, sin la presencia siquiera de sus gaviotas, parecía un fortín en medio de la guerra. Muchos coruñeses, desalentados por la exhibición, optaron por marchar a casa o al trabajo.
La protesta se mudó a la simbología silenciosa: las banderas enlutadas de Galicia, símbolo de Nunca Máis, se multiplicaron en los balcones de la plaza: de las ocho del jueves se pasó a 46. Incluso, las barandillas de la Fundación Paideia, dirigida por Rosalía Mera, importante accionista de Inditex y Zeltia, aparecieron engalanadas de protesta azul y negra.
El alcalde coruñés, Francisco Vázquez, del PSOE, recibió con afecto al presidente José María Aznar en la puerta del concello, guiándole la mirada hacia una de las pocas fachadas sin enseñas ni crespones. A lo lejos, gritos de dimisión y una algarabía de chifles y burlas.
La ruta entre el aeropuerto de Alvedro y la ciudad no fue fácil para la comitiva. La presencia policial en los 10 kilómetros que atraviesan pueblos en demanda hace años de circunvalaciones no evitó bocinazos y gritos de "nunca máis" proferidos desde las aceras. En Oleiros, una pancarta dio la bienvenida: "Incompetentes, dimisión". Durante las casi cuatro horas que duró el Consejo de Ministros y la conferencia de prensa posterior, unos 3.000 manifestantes se concentraron cerca del puerto coruñés, frente a una de las entradas a la plaza. El jefe de los antidisturbios, Silverio Blanco, experto en marchas antiglobalización, como la de Barcelona, distribuyó a sus hombres: una muralla azul de agentes de más de uno ochenta de altura impedía todo movimiento.
Delante de Silvela, tienda de artesanía gallega situada en la arcada de María Pita, sus dueños observaban el ajetreo de coches y motos. "Nadie nos advirtió de las medidas de seguridad; hemos tenido dificultades para acceder a nuestro negocio. Nos dejaron sin clientes esta mañana. ¿Habrá indemnización del Gobierno?", ironiza José Luis.
Ni Franco se atrevió a tanto
La queja se repite en cada comercio. Una vecina de 81 años exclama: "Ni Franco se atrevió a tanto; entonces dejaban abiertos los soportales para que pudiésemos pasar". En la calle, parapetados tras el muro azul, tres mil manifestantes arracimados. Unos gritan; otros, cantan. En el medio, un grupito de la Asociación de Juventudes Independentistas arroja cuatro huevos a los furgones. La gente les increpa y controla. "Si se juntan todos estos policías y les llevan a limpiar acabamos con el chapapote en dos días", dice Manuela. Hay concejales y dirigentes del PSOE, como el diputado Francisco Cerviño: "Vino Aznar y se autosecuestró en la torre de control; ahora ha secuestrado toda una plaza".
En primera fila, pegadas a dos antidisturbios, cuatro mujeres gritan "nunca máis". Leonor tiene 68 años y fue una de las que exigió la dimisión de Manuel Fraga en un programa en directo de la Televisión de Galicia. "Nos levantamos a las siete; venimos desde Pontevedra e iremos al fin de mundo si es preciso". Celia, de 70, añade: "Estaremos en la manifestación de Madrid, el 23 de febrero".
Hay militantes del Bloque Nacionalista Galego indignados: "Prohibieron el paso de nuestros tres concejales; pudieron entrar el PSOE y el PP. Pusimos una denuncia en el juzgado. Tenemos ordenadores con asuntos personales en los despachos y ahora están expuestos a que los registren".
El cantante Xurso Souto, fundador de Burla Negra, plataforma de artistas integrada en Nunca Máis, afirma: "Es triste ver este decorado".
Concluido el Consejo, los ministros con más prisa suben en furgonetas y regresan a Madrid; los otros, esperan al presidente. En la cuesta de San Agustín, un grupo de personas grita "Dimisión". En un coche oficial se escucha en la radio el final de la conferencia de prensa. Hablan del AVE que vendrá. Un chófer mueve la cabeza: "Los gallegos no estamos acostumbrados a tanta velocidad". Otro, chasquea la lengua: "Eso no lo veremos ni en 20 años: cuando pase el chapapote, se olvidarán de las promesas". Sale Aznar junto a Fraga. En las calles, decenas de vecinos asomados les increpan. El jefe antidisturbio Silverio Blanco confiesa: "Afortunadamente no tuvimos que cargar, pero a alguno de mis hombres le jodieron el uniforme con los huevos". Sin policías ni vallas regresan los peatones. Y regresan también las gaviotas a su plaza de toda la vida.
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