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Reportaje:

Corazones solidarios

Supervivientes al infarto enseñan como voluntarios a otros enfermos a superar la enfermedad

José Aguirre, 53 años, superviviente a un infarto desde hace siete, recorre cada día varios hospitales visitando a los enfermos que como él han sufrido un proceso agudo de miocardio. Aguirre, trabajador metalúrgico ya jubilado, encargado en su día de mantenimiento en una empresa de automoción sevillana, ejerció como activo sindicalista durante toda su vida laboral. Asimismo, participó durante 18 años en la APA del colegio en el que se educaron sus hijos y fue un combatiente vecinal desde la asociación de su barrio sevillano de San Jerónimo. Aguirre fumaba, no hacía ejercicio y jamás se ocupó de su salud. "Hasta que me dio el infarto, que me convirtió en un medio hombre, y sin nada que hacer", recuerda.

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Entonces se puso a pensar; en su condición de activista irredento no podía quedarse cruzado de brazos. De acuerdo con su compañero de trabajo y de luchas sindicales Antonio Muñoz, también 53 años e igual que él superviviente al infarto, creó La Asociación de Pacientes Coronarios Macarena, una organización sin ánimo de lucro cuyo principal objetivo es informar y formar a las personas que como ellos han sufrido infartos y que no saben cómo comportarse ante la nueva situación y los retos que les plantea la enfermedad. De presidente nombraron a Manuel Gutiérrez, 63 años, amigo y compañero de enfermedad y de andanzas. Muñoz, mientras tanto, ejercería de secretario y Aguirre se encargaría de organizar a los voluntarios.

La asociación tiene casi dos años de vida ya y cuenta con 270 socios que pagan, testimonialmente, 7,21 euros al año. "Si alguien no puede no paga; tampoco los mayores de 70 años", puntualiza Gutiérrez, el presidente. En cambio, para ser voluntario no hace falta pagar, ni siquiera estar asociado. A esta categoría pertenece un centenar de personas que Aguirre organiza y distribuye por hospitales y pueblos para que enseñen a la gente cómo prevenir y evitar los infartos. "Las batas blancas imponen mucho. En cambio a nosotros, que hemos sufrido el infarto, parece que nos hacen más caso", explica el coordinador de los voluntarios.

¿Qué es lo que enseñan? "Pues todo", dice Muñoz, el secretario. "A respirar, a comer, cómo hacer unos ejercicios determinados o cómo adquirir nuevos hábitos de vida...". También promueven terapias de grupo con las familias a las que, asegura Muñoz, les resulta muy duro ver al padre o marido sin hacer nada, cuando antes no paraba en casa".

En los hospitales, enfermos y familiares les reciben con recelo. ¿Qué es lo que venden ustedes?, es lo primero que les preguntan cuando los ven acercarse a su cama. Pero una vez que explican que sólo quieren ayudar y les cuentan a qué se dedican, algunos ya no desean que se marchen. "Otros, como una abuelita esta mañana, nos ofrecen propinas", dice, riendo, Aguirre.

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A la Administración y a los médicos, la asociación Macarena les crea "problemas", pero también les saca de apuros. Problemas porque no paran de demandar recursos e información para trasladar su experiencia a la población. A los médicos les sacan de apuros porque en su contacto con los pacientes cardiacos trasladan a éstos información útil, que de otra forma les sería difícil obtener.

Según el cardiólogo Víctor López, este tipo de asociaciones, en las que sus miembros han superado una enfermedad, pueden hacer una gran labor entre la población. "Sobre todo en el campo de la prevención", precisa el cardiólogo y profesor. López señala también que, "muchas veces, les es más fácil a estos enfermos supervivientes convencer a los pacientes de riesgo cardiaco para que cambien sus hábitos de vida que a los propios médicos".

La consigna de Aguirre, Muñoz y Gutiérrez es: "Debemos ayudar al que no sabe o no pueda ayudarse".

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