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Columna
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De la arenga a la carroña

Aunque Camps ya puede sacar su móvil, y pasearlo por el idílico pensil del Código Penal de la seguridad, que ha pespunteado el paisa José María Michavila, a Zaplana se le ha desinflado la arenga y su caudillismo a timón de tránsfuga, y se limita a dar saltos jabonados de marrajo, para escapar al cerco de Joan Ribó y los forzudos de EU: entre su ministerio y su ex presidencia valenciana, sortea la investigación del asunto Aguas de Valencia y grupo mediático afín. Más listo que el hambre, Olivas ha ahuecado el ala y se ha ido lejos del chapapote, a explicarle al presidente chileno Julián Lagos el papel que puede hacer entre los empresarios de la región. Por si aún fuera poco, a Camps le han torpedeado uno de sus buques insignias, el PHN, los de la Universidad de Berkeley: el agua del trasvase del Ebro costará el doble de lo que afirma el Gobierno. Pero, ¿a quién se le ocurre poner en manos de la descendencia del hippie un tema tan delicado? Si Trillo, el césar del Perejil, fuera capaz de coger a Kerouac de una oreja y hacerle escribir Camino, en lugar de On the road, aun se podría arreglar algo. Pero el PP se cae a pedazos, y cada uno va a lo suyo; hasta Rajoy anda buscándose una ría, aunque sea cerca del Prestige. En cuestión de horas, Francisco Camps percibe la soledad del corredor de fondo, mientras advierte cómo todo se tambalea, a su alrededor.

Aunque para carrerista, Joan Ignasi Pla, que se ha tomado las primarias, municipales y autonómicas en plan olímpico, y lleva la llama sagrada de los socialistas valencianos, de una villa a otra, y habla con los vecinos como un mortal más, y luego se traslada al pueblo siguiente, en un autocar blanco, de telepredicador de Massachusetts, y le susurra a Píndaro que vaya componiéndole algunos epinicios como se los compuso a Hierón, por si acaso suena la flauta y se ciñe el laurel de la Generalitat, allá por un mayo florido. El cronista advierte cómo se cumplen sus pronósticos: una vez pasada la Epifanía será el guirigay. Los populares andan metiendo bajo la alfombra el fuel de Galicia, pero no pueden ocultar tanto desastre, tanta incapacidad y tan lamentable gestión: ahora, se les escapa no sólo el petróleo, sino las tropelías. Y eso no hay Nautile que lo componga. El cronista también tiene su encuesta, pero tan subjetiva e interesada como la del PP, y por pudor no la hace pública. Sí afirma que gane o pierda el PP, ya se ha mostrado en plenitud de carroña, y eso no tiene enmienda ni futuro. No lo tiene la política de "estilo corrupto" de Zaplana, que calificó, en Alicante, Jordi Sevilla, y que Camps se beberá como una pócima o como una cicuta, según vea el paisaje postrero. Y, por descontado, entre las arengas desinfladas y el autocar blanco, con odas como airbags, está el oráculo de Gaspar Llamazares: el País Valenciano es uno de los lugares donde el PP puede iniciar el declive. Como Llamazares es hombre de parla apasionada, pero sentenciosa, hay que considerarla. El PP se desmorona. Ya ha caído el cacique Cuiña. En unas semanas caerán otros. O se dejan hasta la camisa. Eso, sí, tan ajena, como todo lo demás.

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