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Reportaje:

"¡Dios mío, se nos cae el viaducto!"

Un operario de la Eibar-Vitoria narra el pánico que vivió dentro del puente cuando se desgarraron tres de sus piezas

Mikel Ormazabal

Francisco sufre pesadillas continuas. La noche de ayer soñó que caía a un pozo muy profundo del que varios desconocidos le sacaban con una cuerda. Tiene el sueño perturbado desde el pasado 8 de enero. Ese día se encontraba trabajando en el interior del viaducto Larreategi, a 75 metros de altura. "Era la una de la tarde. Iba a bajar un gato del carro de montaje para subir una pieza de hormigón. En ese momento noté un balanceo muy violento. ¡Dios mío, se nos cae el viaducto!, pensé de pronto". Ayer, ocho días después, aún llevaba dibujado en su rostro el impacto emocional de lo que estuvo a punto de ser una tragedia.

Este operario de la autopista Eibar-Vitoria temió seriamente por su vida: "Al notar el movimiento brusco, corrí por dentro del viaducto hasta colocarme encima del pilar. Me llevé las manos a la cabeza. Oía que los compañeros me gritaban desesperados. En cuanto pude, monté en el ascensor para tomar tierra". Ahí, ya a salvo, comenzó la verdadera tragedia para este orensano de 49 años y padre de dos hijos: "Voy a pedir la cuenta. Me marcho a casa porque el cuerpo no me responde. El susto sigue ahí. Por las noches no pego ojo. Si sigo trabajando es porque los compañeros me animan a seguir". Desde el siniestro no ha faltado al trabajo.

Francisco se encontraba ayer subido en el pilar 1 del viaducto, lejos del pilar 4 del que se descolgaron tres dovelas de hormigón de 40 toneladas cada una. Quedaron desprendidas de la estructura de un puente que tendrá 480 metros de longitud, 75 metros de altura en su punto máximo y un vano de 90 metros entre las columnas que lo sostienen. "El jefe de la obra en ningún momento se ha preocupado por mí. Cuando llegó, sólo preguntó si el viaducto corría peligro. Aún no me ha preguntado ¿cómo estás?", lamentaba este trabajador.

Desde la lejanía, Francisco observaba ayer a varios de sus compañeros colgados por una grúa en lo alto del pilar 4, mientras miembros de las compañías aseguradoras y responsables del proyecto inspeccionaban los daños en el viaducto.

Molestias en Soraluze

Su estructura está ya estabilizada y, despejado el peligro de desplomarse la mole, la dirección de la obra y la Diputación guipuzcoana decidieron el miércoles por la noche abrir al tráfico la carretera GI-627, que cruza el viaducto por debajo.

El cierre durante una semana de este vial que une los municipios de Bergara, Soraluze y Eibar ha ocasionado "un trastorno tremendo" en este valle, según Iñaki Arriaga, jefe de la Guardia Municipal de Soraluze. Esta localidad ha sido la más perjudicada. Maite ha tenido que salir estos días de su casa en Zaldibar con 40 minutos de margen para ir a la cafetería donde trabaja en Soraluze, a penas una decena de kilómetros. "Nos hemos quedado aislados", comenta un jubilado.

Varios empleados del Ayuntamiento de Soraluze que tardaban apenas 10 minutos en llegar a Eibar han necesitado más de una hora por el corte de la GI-627, explica Arriaga. Los enfermos que diariamente acuden al hospital de Mendaro, distante 12 kilómetros de Soraluze, han tenido que hacer recorridos de hasta dos horas. "Las molestias han sido innumerables, sobre todo para el transporte de empresa. Esperamos que los futuros cortes puntuales de la carretera se produzcan durante los fines de semana", afirma Arriaga. La Diputación desconoce con cuántos meses de retraso se inaugurará ahora la autopista.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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