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LA CRÓNICA
Columna
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El astrónomo Pierre Méchain

Los ingleses suelen ser maestros redomados en el arte de colocar vistosas placas en las fachadas de las casas. Basta con que alguien de cierto renombre haya pasado aunque sea unas horas en una dirección determinada para que coloquen junto a la puerta una placa azul de homenaje. Un corto paseo por el elegante barrio londinense de Hampstead -cuna de rojos, intelectuales y otras gentes de mal vivir- sirve para comprobar hasta dónde llega la fiebre inglesa por las placas. Recuerdo que una vez que fui a visitar a un amigo a este selecto barrio, me dio la siguiente indicación: "No tienes pérdida: es la única casa sin placa de toda la calle". Los franceses son también buenos colocadores de placas (todo sea por la grandeur), pero hay que convenir que los catalanes somos poco lanzados en este campo. Recuerdo, así de memoria, que hay una placa dedicada a Carles Riba en la casa donde ejerció su magisterio, en la avenida de la República Argentina, y otra que rinde homenaje al poeta Joan Maragall en la calle de Alfonso XII. Sin embargo, poca gente repara en ellas, ya que ambas están cubiertas de polvo y de olvido. Seguro que hay más placas que merecería la pena destacar, pero hoy me apetece detenerme en una discreta placa que se exhibe en un lugar recóndito de la ciudad: en la torre del Reloj del puerto de Barcelona. Está dedicada al astrónomo francés Pierre Méchain, que en 1799, más de 200 años atrás, se pasó por este lugar para medir el meridiano que une Dunkerque y Barcelona, con el loable propósito de establecer el patrón oficial del metro como medida de longitud.

El astrónomo francés Pierre Méchain pasó por Barcelona en 1799 para medir el meridiano

Hay placas que funcionan como un puro recordatorio y placas que parecen estar allí para excitar la imaginación de los transeúntes. La de Pierre Méchain pertenece sin duda a esta última categoría. ¿Quién era en realidad Pierre Méchain? ¿Qué es lo que le hizo merecedor de esta placa? O, como diría el gran filósofo Perales, ¿quién era él?, ¿a qué dedicaba el tiempo libre? Me he hecho estas preguntas más de una vez, intrigado por el homenaje que se rinde a Méchain en un casi oculto rincón del puerto, frecuentado tan sólo por pescadores y gaviotas. Al final, cansado de ver sin saber quién era el personaje cuyo nombre está grabado en la placa, procedí a buscar por bibliotecas y por Internet quién era en realidad ese tal Pierre Méchain. El resultado no me decepcionó, ya que arrojó luz sobre un personaje singular que parece escapado de la novela Mason y Dixon, del norteamericano Thomas Pynchon.

Vayamos a las fechas básicas: Pierre Méchain nació el 16 de agosto de 1744 en Laon (Francia) y murió en Castellón de la Plana, donde contrajo la fiebre amarilla, el 20 de septiembre de 1804. Indica su biografía que estudió matemáticas y física en París y que, tras conocer a Jérôme de Lalande, se convirtió en su ayudante y se aficionó a la astronomía. Años después entró en contacto con el astrónomo Charles Messier, con quien realizó varias observaciones. A Méchain se debe el descubrimiento de ocho cometas y de una nebulosa, la fijación exacta de la posición de distintas estrellas y una serie de estudios sobre los eclipses de sol. No es mal currículo para un científico del siglo XVIII, pero salta la pregunta: ¿por qué se trasladó a Barcelona? La culpa de todo la tiene el metro, la medida de longitud.

Después de que la Revolución Francesa entronizara el saber enciclopédico, la Academia de Ciencias de Francia decidió nombrar una comisión encargada de definir el metro. Ésta estableció que sería igual a la diezmillonésima parte de un cuadrante del meridiano terrestre y para realizar la medición eligió el cuadrante que va de Dunkerque a Barcelona, pasando por París, claro está (centralismo obliga). Una expedición partió para medir el tramo del meridiano comprendido entre Dunkerque y Rodez mientras otra medía el tramo Rodez-Barcelona. Nuestro hombre, Pierre Méchain, fue nombrado responsable de esta segunda medición, que empezó a realizar el 25 de junio de 1792. Vistos los tiempos de incertidumbre que corrían tras la Revolución Francesa, la expedición no lo tuvo fácil. Méchain y sus colaboradores fueron arrestados al ser confundidos por revolucionarios y al considerar que sus instrumentos de medición eran un nuevo tipo de armas. Posteriormente, la declaración de la guerra entre España y Francia en 1793 volvió a complicar las tareas de la expedición y provocó la detención de Méchain, a quien tomaron por un espía. A pesar de todos los problemas, la comisión siguió adelante y el 19 de frimario del año VIII (o sea, el 10 de diciembre de 1799) se estableció oficialmente la medida del metro. Durante su estancia en Barcelona, por cierto, Méchain aún tuvo tiempo de descubrir su séptimo cometa.

La vida de Pierre Méchain prosiguió lejos de Barcelona, aunque a él siempre le quedó la duda de una pequeña desviación de tres segundos entre el valor geodésico y el valor astronómico de la longitud de Barcelona. Tras una estancia en Génova (Italia), Méchain fue nombrado director del Observatorio de París y en 1803 obtuvo permiso del mismísimo Napoleón para comprobar de nuevo los resultados de su medición. Méchain regresó a Barcelona, pero esta vez, buscando siempre la fiabilidad máxima, prolongó sus mediciones hasta las islas Baleares. No pudo terminar su tarea. La muerte le sobrevino, por culpa de la fiebre amarilla, en Castellón de la Plana. Casi 200 años después, una placa recuerda los méritos de Méchain en el puerto de Barcelona. Es un homenaje discreto que pasa casi desapercibido, pero ya se sabe que las placas son como los epitafios: siempre son demasiado pequeñas para contener el resumen de una vida.

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