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Columna
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Más Nunca Máis

A Mariano Rajoy se le ha avinagrado el gesto; a Aznar, se le ha envenenado; a Ana Botella, se le ha afilado a lo papisa de Maguncia; y a Fraga, se le ha puesto del color de la boñiga. Cada uno de ellos y todos ellos a una, están haciendo de su registrado concepto de España una unidad de alto riesgo, una grandeza de intolerancia y una libertad condicional. El Prestige, la inflación y la obediencia al imperio de Bush han hecho del Estado una modalidad de la perversión. Rajoy, acuciado por algunos periodistas, en estado de merecer, pierde los estribos y hasta la montura, tratando de descalificar la plataforma Nunca Máis, es decir a miles de gallegos, por defender su país y por denunciar a quienes han incumplido flagrante e cínicamente sus responsabilidades. Mientras, Aznar, consciente de su fracaso y del de su ejecutivo, ha emprendido una cruzada de ley y orden, que lo sitúa en la misma impudicia, donde Estados Unidos perpetra toda clase de atentados contra libertades y derechos. Por su parte, Ana Botella monta un número circense y anuncia su ingreso en la política. Se postula para edil de asuntos sociales, es decir, que su carrera se desarrollará en una mesa petitoria y con una escuadra de blonda y carey, de damas de la caridad. De Aznar y Bottella, muy a la derecha de su marido, se desprende la necesidad imperiosa de ascender en el escalafón social: una boda escurialense, con ínfulas grotescamente regias, y el deseo enfermizo, por lo que hace al presidente del Gobierno, de formar un par de pasos atrás de Bush, en sus demenciales propósitos -demenciales y sanguinarios- de saquear los depósitos de petróleo de Irak y de cometer cuantas barbaridades le ordene su héroe. Y de Fraga, ¿qué? Fraga abandonado por los de su misma soga, se dispone a decapitar a algunos colaboradores, para ponerse a salvo. Rato ya se vende, a su aire; y Mayor Oreja no llegará a tiempo de su posible defenestración. Panorama desde el chapapote. Ahora, más Nunca Máis, en gallego, castellano, catalán y euskera. Contra el autoritarismo y la vuelta a la reacción.

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