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Reportaje:

Peregrinación blanca

Guillermo Bañales y Ángel Navas añoran "los paisajes idílicos" y "la tranquilidad" al volver del Polo Sur

El 11 de noviembre, en plena primavera austral, Guillermo Bañales y Ángel Navas se dejaron guiar hasta la costa antártica, a un paraje llamado Hercules Inlet. Al otro lado del mar, a su espalda, quedaba la Tierra del Fuego, la civilización. Delante de sí tenían una inmensidad blanca y fría, muy fría. 1.140 kilómetros en línea recta (que caminando superaron los 1.200) hasta un lugar tan insignificante como inaccesible, el espejo en forma de bola que representa el Polo Sur geográfico. Allí llegaron el 3 de enero, después de 52 días y unas horas de larga, sufrida y gozosa caminata.

Acompañados siempre de dos canadienses y otros dos ingleses, se aprovisionaron de comida, de una equipación polar completa y trineos para transportar el material, a razón de 100 kilos cada uno. A veces sobre esquís, a veces a pie, según lo que resultara más útil en cada momento, caminaron unos 20 kilómetros diarios y se dispusieron a experimentar sensaciones nuevas. Las primeras impresiones de Navas no fueron placenteras. Las botas le producían rozaduras y llegó incluso a andar sin las botas, sólo con los botines interiores, hasta que en la primera escala, Patriots Hill, pudo repostar calzado.

Para Guillermo Bañales la novedad era menor. Ya conocía el otro Polo, el Norte. Allí llegó el 14 de abril del año pasado, aunque sólo recorrió 137 kilómetros de travesía. Suficientes para aprender. Precisamente a la vuelta del viaje, el diputado general de Vizcaya, Josu Bergara, le propuso tocar la otra punta del planeta, y puso todos los medios a su alcance para que así fuera.

La experiencia tuvo de todo. Por un lado, "los paisajes idílicos" y "la sensación de tranquilidad y de relajación" que según Bañales ofrecen los 14 millones de kilómetros cuadrados de la Antártida. Por otro, la obligación de ir acompañados en el viaje organizado les restó libertad. "Hemos aprendido, pero solos habríamos aprendido mucho más", lamenta. Algunos de los ingleses y canadienses ralentizaron el viaje por falta de aclimatación, preparación o males de altura.

La Antártida no es sólo una meseta helada. Es el continente con la mayor altitud media. La expedición inició el trayecto a 200 metros sobre el mar (Hercules Inlet, aunque en la costa, se asienta sobre un enorme casquete de hielo) y terminó a 2.800 metros. Eso sí, "parece que el Polo está más alto" por el efecto magnético de los polos. Para Bañales y Navas, alpinistas con experiencia en el Himalaya, no supuso un problema mayor. De hecho, se han quedado con la impresión de que "esto es sufrido, pero no peligroso ni técnico. Hay que ser física y mentalmente fuerte, y tener nociones del frío, y también dinero". La expedición, a la que se unió Josu Feijóo la última semana, costó unos 120.000 euros.

Bañales se había mentalizado para afrontar unas condiciones más extremas. Y eso que hubo una jornada y media en que debieron detener la marcha a causa del viento, de más de 60 kilómetros por hora. El termómetro marcó un máximo de 35 grados bajo cero, pero con una sensación térmica de -60º que les causó pequeñas congelaciones superficiales. Así de benévolo es el verano sin noches en la Antártida.

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Homenaje en Bilbao

¿Qué llevó a Bañales y Navas al Polo Sur? Su misión principal provenía de un encargo de Josu Bergara: depositar en el confín del mundo la Declaración de Vizcaya del Derecho Humano al Medio Ambiente. El cometido se cumplió.

El 3 de enero, los expedicionarios extrajeron la bola representativa del Polo Sur del poste donde descansa (cada año hay que variar de enclave debido al movimiento del continente antártico) y colocaron el papel de la Declaración. Allí se quedó, rodeada de las 12 banderas de los países firmantes del Tratado Antártico y de la base científica Amundsen-Scott.

Para agradecérselo, ayer se les correspondió con un homenaje popular en el Club Deportivo de Bilbao. Un aurresku de honor, una proyección con las imágenes de aquel momento y la entrega de unas esculturas a los expedicionarios por parte del diputado general constituyeron los actos centrales.

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