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Columna
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¿Una ley para todos?

Un día le encargaron al mulá Nasrudín repartir un saco de trigo entre los vecinos del pueblo encareciéndole a que lo hiciera como lo habría hecho el propio Dios. Ni corto ni perezoso el mulá Nasrudín abrió el saco y le dio al primero un puñado, al segundo dos, al tercero medio saco, al cuarto un grano, al quinto nada, al sexto diez granos, etc. Los notables del pueblo se echaban las manos a la cabeza y le recordaron que les había prometido repartir el trigo como lo hubiera hecho Dios. "No comprendo por qué os extrañáis -les respondió Nasrudín-, ¿acaso habéis visto que Dios reparta alguna vez las cosas a todos por igual?". Pues con la ley ocurre lo mismo. La ley no es igual para todos. Y no lo digo en plan apocalíptico abriéndome las carnes porque haya una justicia para los ricos y otra para los pobres, no, porque hoy no toca, sino porque las leyes -cada ley- son matizadas por otras leyes de modo que cada reo ve cómo se le aplican según sus circunstancias.

Esto viene a cuento de la reforma penitenciaria que, dejando aparte oportunismos, deslealtades -¿cómo se puede decir que se llevará adelante a pesar de la oposición?- y desenfoques iniciales -exigir la delación parecía excesivo, máxime cuando en los EE UU quien acuerda delatar no cumple condena y recibe una identidad nueva- así como inanes acusaciones de que ha sido motivada por deseos de venganza, era necesaria porque se estaba dando una demanda social encabezada por las víctimas. Resultaba como mínimo pintoresco que muchas víctimas de ETA o familiares de víctimas tuvieran que ir escoltadas mientras que los victimarios se cruzaban tranquilamente con ellas por la calle. Y no porque seguramente no tuvieran que estar allí sino porque había una ley de reinserción demasiado laxa que permitía que pudiesen quedar libres sin poner casi nada de su parte.

Cuando Anasagasti habla de espiral diabólica él sabrá cuánto cariño pone en los pobres angelitos a quienes parece señalarles la puerta de la prisión donde habría un cartel firmado por el PP que diría: "Abandonad toda esperanza". Pero no es eso. No sé si la cantidad de años con que se debería penar la comisión de una serie de crímenes horrendos fríamente ejecutados debería ser 30, 35 ó 39 años ni qué cifra nos homologa con los países con quienes compartimos parlamento en Europa, pero una vez que la ley cae sobre el preso está en manos del preso acogerse o no a las medidas que la ley disponga para reducir condena. Porque cuando se habla de una ley justa y ponderada de reinserción la otra ley, la que marca la duración de la pena, pasa a segundo plano desplazada por la propia voluntad del preso.

Y eso es lo que Anasagasti y los suyos deberían tener en cuenta, que la pena la marca más el preso que la ley, si es que hablamos de reinserción. Quien quiere reinsertarse debería poder hacerlo tras declarar su ruptura con ETA y pedir perdón a las víctimas, como mínimo. Pero, ¿qué hay de quien no quiere reinsertarse y manifiesta constantemente su total adhesión a la banda llegando incluso a descorchar botellas de champán cuando la banda comete un asesinato?

A comienzos de los 80 un preso escribía: "Trabajo mucho, leyendo, escribiendo, preparándome para el momento de salir. Desde aquí también participamos en la lucha general, cuando toca pelear, peleando, y, si no, formándonos, haciéndonos fuertes ideológica y personalmente". ¿Hay quien pueda creer que ese prepararse para el momento de salir tenga que ver con el andamio o la formación de una familia? Parece de sentido común que aquel a quien le resbalen no sólo la política de reinserción sino todo cuanto no tenga que ver con ETA deba toparse con el muro de la ley.

Hubo tiempos en que se pedía desde ETA el derecho de los presos al cumplimiento íntegro de las penas. No se trata tanto de disuadir a quien pudiera ingresar en ETA, que también -si la kale borroka disminuye es porque ya no sale gratis-, sino de impedir que reincida quien se está preparando en la cárcel para reincidir. Ojo, el terrorismo no es el acto desesperado de quien carece de todo. Pudrirse o no dependerá de la voluntad del reo.

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