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Reportaje:

Abderazak cae en la trampa

Un montaje familiar hace que un francoargelino sea encarcelado por terrorismo

Abderazak Besseghir no olvidará fácilmente los 14 días que se ha chupado entre rejas. Este modesto empleado de la zona de equipajes del aeropuerto parisiense Charles de Gaulle, de 27 años de edad y argelino de origen, pudo salir ayer de la cárcel de Fleury-Merogis con su hijo de 14 meses en los brazos, feliz de recobrar la libertad tras haberse visto acusado de terrorismo y tratado con los escasos miramientos que suelen observarse hacia los islamistas peligrosos. Una delación le había llevado a la cárcel, pero se sospecha que fue víctima de una venganza de su familia política y de lo fácilmente que prende la delación en el actual clima de desconfianza hacia los islamistas.

Todo empezó el 28 de diciembre. El maletero del aeropuerto Charles de Gaulle se encontraba en el aparcamiento cuando cayó sobre él un grupo de policías. Le abrieron su coche y allí aparecieron una pistola cargada, un fusil ametrallador, cinco paquetes explosivos y dos detonadores, así como una mochila verde y con asas: fue detenido inmediatamente y conducido con grandes precauciones a la sección antiterrorista de la Brigada Criminal de París. De paso fueron detenidos también su padre, dos hermanos y un tío.

El maletero argelino se defendió asegurando que tenía que tratarse de un error y que su familia política podía haber urdido un compló. Pero la policía contaba con la denuncia presentada por un ex militar, Marcel Le Hir, antiguo paracaidista. Éste fue interrogado también por la policía, pero el recuento de lo incautado al detenido -cosas tan sospechosas como un texto religioso y una agenda con información sobre vuelos a Estados Unidos- no hacían más que agravar su situación. En el asiento trasero del coche de Abderazak Besseghir se encontraron huellas de explosivos.

Así que, tras los cuatro días de arresto en dependencias policiales, el detenido, de nacionalidad francesa y origen argelino, fue procesado por un juez antiterrorista, bajo las acusaciones de "asociación de malhechores con fines terroristas" e "infracción a la legislación sobre armas, municiones y explosivos", y enviado inmediatamente a prisión. Su tío, un argelino de 43 años con documentación irregular, se vio igualmente procesado y encarcelado.

Al quinto día de la pesadilla, la policía empezó a comprender que algo no cuadraba, porque los primeros análisis de las huellas digitales encontradas en las armas y los explosivos incautados no coincidían con las del detenido. Mientras, su abogado insistía en que su cliente había sido víctima de una maquinación. Aun así, hubo que esperar hasta el martes pasado -undécimo día de la pesadilla- para que el militar que le había denunciado fuera convocado de nuevo a dar explicaciones. Hasta ayer, en que el denunciado recobró la libertad y su denunciante ha quedado detenido.

El propio fiscal general de París, Yves Bot, consideró necesario explicar personalmente el error cometido. "El militar que le había denunciado ha confesado durante su detención que había participado en un compló para encausarle, aliado con su familia política", dijo el alto representante del ministerio público. El delator, un antiguo paracaidista, había colocado por sí mismo los explosivos y las armas en el coche del desgraciado maletero, antes de delatarle. La psicosis hizo el resto.

Ahora se sabe que el delator había estado en relación telefónica con una persona cercana a la familia política del maletero antes de organizar la celada contra él. Familiares del liberado sugirieron a los periodistas que todo puede deberse a que la familia política reprocha a Besseghir la muerte de su mujer en el incendio de la casa que ocupaban en un suburbio parisiense, ocurrido en julio de 2002.

Abderazak Besseghir, con su hijo en brazos, ayer tras salir de prisión.
Abderazak Besseghir, con su hijo en brazos, ayer tras salir de prisión.REUTERS

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