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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La adicción a uno mismo

Licenciada en filosofía por Harvard e hija de judíos acomodados, Ann Marlowe fue durante siete años adicta a la heroína. Cómo detener el tiempo (la heroína de la A a la Z) es su relato autobiográfico sobre ese tiempo a la vez que un ensayo sobre la adicción en la sociedad actual. A diferencia de otros libros de ex drogadictos, el relato de Marlowe está exento tanto de la romantización del yonqui implícita con frecuencia en esos textos como de la dramatización excesiva que, desde una óptica opuesta aunque complementaria, se explicita en el prisma redentor de quienes, tras habitar el infierno durante una temporada, vuelven para contarlo y de paso prevenirnos. Marlowe no peca de maniqueísmo. Delimita bien el objeto de su reflexión y, con la autoridad que le otorga hablar en primera persona, traza un discurso sociológico acerca de la heroína y su adicción ateniéndose a los postulados de la teoría posmoderna de la cultura. En esta línea se inscribe la estrecha relación que señala entre la tendencia a la adicción y la desestructuración cognitiva y narrativa que la nueva era digital potencia en el sujeto, así como el lugar central que concede a la droga en la cultura capitalista y su tratamiento de ella como un mero objeto de consumo que, de encarnar alguna peculiaridad frente a otros productos del mercado, sería únicamente la de constituir, por su carácter ilegal y nocivo, un ejemplo menos ambiguo que otros a través del cual estudiar los mecanismos económicos y psicológicos sobre los que se asienta la sociedad consumista. No menos lúcidas son anotaciones más marginales como la que le inspira el hecho de que los traficantes de droga suelan poner a sus productos nombres que no eluden sus más perniciosas consecuencias, fenómeno éste en el que advierte una subversión de las reglas convencionales de la publicidad que fortalece la voluntad del drogadicto al permitirle creer que entre él y el producto de su adicción no hay engaño, colocándose así, sin interferencias, en el mismo centro de la dialéctica consumista. Es en la escasa distancia que guarda con su propia circunstancia donde Marlowe patina, ya que jamás se critica y olvida que su testimonio (aunque valioso porque demuestra una vez más que la droga no sólo tiene su reino, como pretenden quienes la persiguen, en la marginalidad) está, sin embargo, condicionado por su experiencia particular: la de una adicta moderada que nunca permitió que la droga interfiriera en su trabajo de analista financiera en Wall Street y que, cuando vio peligrar su futuro, fue capaz de dejarla sin dificultad. No sólo salió indemne, sino que pudo seguir ganando los 150.000 dólares que en un momento del libro dice que ganaba al año (ahora seguramente serán más). En ese sentido, el relato-ensayo de Ann Marlowe no se aparta mucho de lo que el sistema espera de los ex drogadictos que dejan de serlo. No cuestiona el estado de cosas sino que lo refuerza. Es cierto que contribuye a desmitificar algunos de los malentendidos creados interesadamente en torno a la droga, pero lo que gana en ese aspecto lo pierde al no caer en la cuenta de la poca distancia que media entre su insólita seguridad en sí misma y el menosprecio por quienes a lo mejor no son tan fuertes como ella o no tienen tan fácil encontrar adicciones alternativas.

CÓMO DETENER EL TIEMPO (LA HEROÍNA DE LA A A LA Z)

Ann Marlowe Traducción de Roger Wolfe Anagrama. Barcelona, 2002 202 páginas. 14 euros

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