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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran maestro y gran discípulo

El pensamiento de Heidegger debe mucho, en cuanto a su difusión, a escritos de Gadamer como los que recoge este libro, y, en general, a la lightness de la hermenéutica gadameriana, que, sobre todo en Norteamérica, hizo más accesibles muchos de sus fuertes y oscuros conceptos. El de Gadamer lo debe casi todo a Heidegger, al menos en sus impulsos esenciales. Durante algún tiempo, Gadamer escribió bajo la impresión de que "Heidegger me miraba por encima del hombro". Y no sé si siquiera murió liberado del guiño permanente del maestro.

En un diálogo con Jean Grondin, en 1996, Gadamer no respondió sino con evasivas a la cuestión de si su pensamiento continuaba el de Heidegger o era una verdadera alternativa a él. Sólo dejó clara una curiosa afinidad entre ambos: "A él su impronta religiosa, su afán de buscar a Dios durante toda su vida, le impulsó a todos sus radicalismos. A mí me sucedió lo mismo a mi manera, pero con la gran diferencia de que mi infancia no se vio marcada de veras en la misma dirección". Y parece que eso fue la causa de que pudiera domesticar o "urbanizar" un pensamiento salvaje y agreste -genial- como el del maestro, desentendiéndose, de paso, de sus excesos coyunturales, sobre todo de su "error político", que tácitamente justifica así: "Quien es capaz de pensar de manera tan vigorosa puede escapar con la rapidez del rayo de cualquier posible autocrítica".

LOS CAMINOS DE HEIDEGGER

Hans-Georg Gadamer Traducción de Angela Ackermann Herder. Barcelona, 2002 409 páginas. 32,90 euros

Este libro, recopilación utilísima de escritos de Gadamer sobre Heidegger, deja claro que en su exposición del pensamiento del maestro, Gadamer implica siempre su propia aventura intelectual. Hablar de Heidegger es hablar a la vez de sí mismo. Y al revés. Tanto por lo que se refiere a su periodo de formación, sobre todo, cuanto por lo que se refiere a su evolución posterior, incluso después de publicar Verdad y método (1960). "He intentado seguir los caminos señalados por Heidegger", escribe en 1989, en Hermenéutica y diferencia ontológica, uno de los mejores testimonios de este libro, remitiéndose a investigaciones tempranas de Heidegger sobre el ser supremo de Aristóteles, recogidas en lo que él llamó El escrito 'teológico' de juventud de Heidegger, que parece que supone el verdadero punto de partida de ambos y el resumen de todo su camino.

Cuando en el artículo de este mismo título, no recogido por cierto en este libro, Gadamer recuerda, emocionado, la recuperación ese año de 1989 del texto de referencia, Interpretaciones fenomenológicas de Aristóteles, perdido durante los avatares de la guerra, texto que Heidegger presentó en el otoño de 1922 a Paul Natorp y que sirvió de base para su llamamiento a la cátedra de Marburgo en el verano del año siguiente, escribe: "Cuando vuelvo a leer hoy su introducción... es como si volviera a encontrar en él los hilos conductores de mi propio derrotero filosófico y hubiera de repetir la elaboración que ya he hecho de la hermenéutica filosófica".

¿Qué vio en un escrito que manifiesta también el conflicto religioso del maestro, y en la "magia" de sus clases de ese tiempo, para pensar que ese texto es lo mejor que Heidegger escribió jamás, y que el Heidegger tardío, el pensador del "ser", no del "ahí", no del desgarro pleno de la diferencia ontológica, ya era un tanto manierista y acomodado a la tradición trascendental? Vio su propio futuro intelectual. Antes de que el maestro la hubiera desarrollado después por escrito, el estudiante Gadamer intuyó, sobre todo, una nueva modalidad de ejercicio filosófico, que tomó ya como consigna: la "destrucción crítica de la tradición filosófica" (para recuperarla en sus planteamientos originales). ¿Cómo? "Mostrando desde el lenguaje el origen de los conceptos".

En eso se resume, si es posible, el pensamiento de ambos, que recoge este libro. Aunque Gadamer desvirtualizara, domesticándola o urbanizándola, como decíamos, la vena genial, verdaderamente demoledora de Heidegger. La misma, aunque con humores distintos, que la del otro grande de la filosofía del siglo XX, Wittgenstein, desvirtuada asimismo por sus "buenos" discípulos, ninguno tan grande, desde luego, como el coloso que, siempre con increíble modestia, siguió a Heidegger.

Martin Heidegger, en su cabaña de Messenkirch.
Martin Heidegger, en su cabaña de Messenkirch.

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