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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un apasionante capítulo del silencio vaticano

Costa-Gavras rescata en Amén las líneas maestras de El vicario, célebre tragedia del alemán Rolf Hochhuth escrita en los años cincuenta. Y abre así otra vez las tripas del trágico silencio que el Vaticano de Pío XII mantuvo ante las evidencias que le llegaron de la verdad del holocausto. Avanzaba hacia su fin la guerra y millones de judíos eran exterminados en los campos nazis de la muerte, mientras el Vaticano tenía en su poder un aterrador fajo de folios que daba cuenta con toda precisión de hechos y cifras que allí se arrojaron al sumidero de los rumores no verificables.

Lo que Hochhuth representó en El Vicario y Costa-Gavras rescata en Amén se resume en la desazonadora figura de Kurt Gerstein -el espía de Dios, como le apodó su biógrafo Pierre Joffroy-, un químico reclutado por las SS hitlerianas que estuvo, por razones profesionales (fabricación masiva de gas Zyklon) en el epicentro del seísmo de la solución final y, aterrado por las colosales dimensiones del crimen que ocurría día tras día ante sus ojos, elaboró un informe exacto e irrefutable, que hizo llegar al Vaticano. La respuesta del vicario a esa evidencia fue un abominable recurso al silencio diplomático, el abandono del destino del hombre por la conveniencia política,del que la Iglesia tardará siglos en reponerse, si es que se repone.

AMÉN

Dirección: Costa-Gavras. Guión: Jean Claude Grumberg y Costa-Gavras. Intérpretes: Ulrich Tukur, Mathieu Kassovitz, Ulrich Mühe, Marcel Iures, Ion Caramitru. Francia, 2002. Género: drama. Duración: 132 minutos.

El asunto es de conocimiento obligatorio, de pura salud mental, y Costa-Gavras, al hacer Amén, está a la altura de este fondo higiénico y didáctico de su trabajo, esquivando los aspectos poéticos y rituales del drama de Hochhuth y abordando aquel desastre desde angulaciones más cercanas, orillando el reportaje y dejando ver en lenguaje llano el atroz alcance de aquel silencio, que aún pesa como una losa sobre Roma. Y sin hacer una obra maestra -Costa-Gavras suele estar como director por debajo de los magníficos y ambiciosos asuntos que filma- nos sitúa ante el rostro de esta herida sangrante y materializada en las figuras, al tiempo inquietantes y heroicas, del químico alemán (admirablemente interpretado por Ulrich Tukur), que murió en la carcel de La Santé parisiense unos años depués; y de uno de los sacerdotes (interpretado por Mathieu Kassovitz) que, a raíz de aquello, se proclamaron en lucha abierta contra Pío XII y su silencio.

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