Tenacidad sin fin
La sobrina de una 'niña de la guerra' desaparecida lleva 20 años buscando a su tía
La sobrina de una 'niña de la guerra' desaparecida lleva 20 años buscando a su tía
"Nadie cuenta con los desaparecidos. Pensará que la abandonamos, perdida por el camino. No sabrá el por qué de su suerte, sin raíces, ni padres, ni familia...". Durante más de 60 años, estas y otras dudas sobre el paradero de Luisa, entonces de cuatro años, han golpeado de forma machacona en la mente de su hermano Armando Álvarez Gútierrez, cuatro años mayor. Los dos son niños de la guerra. Hoy, con 72 años, este viejo minero de El Entrego no quiere morir sin ver la faz morena y regordeta y los ojos negros de su hermana pequeña. No hay fotos, sólo vagos recuerdos que hacen imposible dibujar cómo sería hoy la pequeña Luisa.
Llegaron a ser 12 hermanos, pero los prolegómenos de la contienda, el hambre y las enfermedades diezmaron a la mitad. Los seis hermanos fueron evacuados a Burdeos desde Gijón en un carguero inglés de carbón el 7 de octubre de 1937. En la ciudad francesa, los hermanos se perdieron el rastro y con un hatillo por toda explicación llegaron como pudieron a Barcelona y Lérida.
Dos años más tarde, acabada la guerra, la madre, a pesar de las secuelas de su encarcelamiento en Soria, reclamaba a sus hijos en el hospicio (el actual hotel Reconquista) y en la Junta Provincial de Menores, en la Gota de Leche de Oviedo (hoy Consejería de Asuntos Sociales). La mujer dio fe de su petición estampando el dedo pulgar en un folio. Le aseguraron que José Antonio, de seis años, había muerto de sarampión y que se desconocía el paradero de Luisa. No hubo papeles ni más palabras.
Armando y Marina han enterrado hace dos semanas a su hermana Sara. Había cumplido 87 años. Enedina, de 75, agoniza desde hace meses, y los dos no quieren dejar este mundo sin encontrar a Luisa. Así se lo han pedido, a modo de último deseo de condenado, a María José Huelga, de 43 años, hija de Marina.
La identificación de los restos en las fosas comunes de Piedrafita de Babia (León), las pruebas de ADN que se empiezan a practicar a los familiares de los milicianos fusilados y el reconocimiento del Parlamento a un periodo de la historia hasta ahora enterrado han hecho albergar a María José y a los hermanos de Luisa cierta esperanza de salir del desamparo vivido durante más de sesenta años. "Puede haber niños desaparecidos que tengan sus antecesores en las fosas. Se podía incluir a éstos en un programa que abarque todas las víctimas de la Guerra Civil, gente que no luchó. Quizá María Luisa no está con su nombre; que saquen a la luz los niños que repatriaron, los que están sin identificar, sin recoger por las familias, niños perdidos, huérfanos. Entre ellos tiene que estar María Luisa", apunta con cierta desesperación su sobrina.
Desde hace 20 años, la sobrina de Luisa ha dedicado buena parte de su tiempo a "revolver papeles" y buscar pistas que la condujesen a su tía desaparecida. "He consultado todos los archivos, los de México, Rusia, Bélgica, Inglaterra, Francia, el de Alcalá de Henares, el de Salamanca, Barcelona, la Fundación Largo Caballero...".
María José ha rastreado los nombres del personal que atendía en los colegios y hospicios a los niños por aquellas fechas. El relato es escalofriante. "Muchos eran arrancados de los brazos de sus madres. Eran entregados, sin más, a otras familias o en colegios de monjas. En las cárceles se arrebataba a los niños de junto a sus madres... ¡Y luego hablamos de Chile y Argentina!", se lamenta.
Un libro editado en Madrid en 1946 por José J. Piquer y Jover, titulado El niño abandonado y delincuente, explica su versión sobre la repatriación de los menores por los hombres del Caudillo. Es un documento que la sobrina de Luisa tiene como libro de cabecera.
La joven habla en presente, sin contemplar la posibilidad de que la anciana con el correr de los años pueda estar muerta. "Ahora cumpliría 69 años, el 28 de abril". Una carta dirigida al Ministerio de Justicia en la que se pedía la búsqueda de la pequeña en las listas de niños recogidos o muertos ha tenido el silencio por respuesta, igual que otras enviadas a distintos organismos ministeriales.
En 1996, la familia Álvarez Gutiérrez interpuso una denuncia ante la Guardia Civil por la desaparición de Luisa. Los tres hermanos de la mujer desaparecida se han sometido a análisis de ADN fallidos con otras tantas personas que aún desconocen su verdadera identidad, y cuyos rasgos eran similares a los de Luisa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.