Los Reyes son los niños
Más de 450.000 personas siguen la cabalgata de Sus Majestades por las calles de Barcelona
Un Papá Noël, ajeno al gentío que se apretujaba en el Portal de la Pau de Barcelona, vendía globos y aguantaba impertérrito los gritos de tres adolescentes que le increpaban para que se fuera. Y es que en ese momento, a las 17.30 horas y con puntualidad suiza, atracaba en el puerto el paquebote Santa Eulàlia, que un año más traía a los Reyes Magos. Miles de niños, sobre los hombros de sus padres, trataban de verlos y saludarlos, mientras algún pequeño lloriqueaba al ver uno de los enormes esqueletos de dinosaurios que acompañan al Doctor Maddock, un nuevo personaje de la cabalgata que representa al dueño de las más grandes minas de carbón azucarado. Ya en tierra, habló el alcalde de la ciudad, Joan Clos, y un padre sonreía a su hijo al decirle: "Acuérdate de que éste es el primer discurso político de tu vida". Después, Melchor se dirigió a los más pequeños y les preguntó si habían sido buenos. "¡Síííí!", respondieron al unísono, mientras muchos padres aplaudían las palabras de ánimo del rey blanco para los gallegos que soportan estoicamente una nueva marea negra. A lo largo de casi tres horas, la cabalgata recorrió las calles de la ciudad, en las que se agolparon más de 450.000 ciudadanos, según la Guardia Urbana. En un desfile de más de un kilómetro de largo, los tres reyes, los pajes y cientos de voluntarios arrojaron 11.000 kilos de caramelos entre una multitud de todas las edades que los recogía ansiosa. "¡Tiran a matar!", se reía una mujer al recibir un caramelazo en la cara, mientras otra le explicaba que la carta de su hijo a Sus Majestades es tan larga porque "pide para él, para los niños pobres y para toda la familia; éste no se está de nada". Barcelona vivió ayer la tarde del año con más niños, que, por un día, fueron los verdaderos reyes.
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