Bajo los efectos del chapapote
La hecatombe social, política y económica que ha supuesto el hundimiento del Prestige no sólo para Galicia sino en toda España ha forzado a los partidos a detener su larguísima precampaña electoral para atender, sobre todo, al noroeste de España y repensar sus estrategias electorales. Antes del día del accidente, el 13 de noviembre, las fuerzas políticas orientaban sus estrategias ya volcadas en el 25 de mayo de 2003. El 25-M se celebrarán elecciones en todos los pueblos y ciudades de España y en 13 comunidades autónomas. Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía celebran elecciones autonómicas, por separado, en fechas diferentes al bloque de las 13 comunidades que abrirán sus urnas en mayo.
Después de la fiesta de Reyes los partidos inician una frenética actividad con convenciones, actos sectoriales, presentación de candidatos, programas...
Los máximos responsables de que todo salga bien el 25-M son Pío García Escudero, coordinador de la campaña del PP, y José Blanco, coordinador electoral socialista. Son ellos los encargados de poner en marcha a sus respectivos partidos; de buscar un lema que resuma el programa marco de unas elecciones que deben descender, en cada pueblo, hasta las preocupaciones de sus vecinos. Ambos vigilarán las encuestas, las estrategias de sus candidatos, y la mejor forma de que sus mensajes lleguen, de forma eficaz, a los votantes.
Tanto el presidente del Gobierno, José María Aznar, como el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, anunciaron solemnemente que recorrerían España "pueblo a pueblo" a pedir el voto para sus respectivas formaciones.
La promesa se mantiene, pero los discursos serán diferentes. El chapapote ha llegado también a los mensajes; ha desatado una marea negra en las relaciones, lógicamente contrapuestas, de los dos principales partidos. Les acerca a un nivel de crispación como el que marcó sus relaciones entre 1993 y 1996, la última etapa de Gobierno socialista.
"¿Dónde está el Estado?", se han preguntado en Galicia miles de ciudadanos, al menos, durante los 20 primeros días. El PSOE ha incorporado a su mensaje general esa crítica rotunda al Gobierno. Le ha acusado de debilitar al Estado, de haber deterioriado los servicios públicos en toda España. Eso sí, el peligro de que esta marea negra se extienda y lleve al descreimiento hacia la política y los políticos preocupa a los socialistas, que tratarán de convencer de que quien ha fallado es el Gobierno del PP en Madrid y en la Xunta.
El PP y el Gobierno, con José María Aznar a la cabeza, dan por seguro que "la feroz campaña socialista para dañar al Ejecutivo se volverá contra el PSOE y sólo puede beneficiar, por la incapacidad de los socialistas, a los radicales y a los grupos antisistema". El "fracaso de la estrategia para dañar al Gobierno" se verá, según el análisis popular, con los resultados electorales en Galicia. El PP confía plenamente en que los pueblos afectados, en su mayoría ya bajo el signo de la gaviota, mantengan el mismo color político "porque la gente ha visto a sus alcaldes volcados desde el primer día en paliar la catástrofe, y porque las medidas que el Gobierno va a poner en marcha serán incuestionables".
Pero quedan menos de cinco meses para las elecciones y hay que recomponer la figura y seguir adelante con el compromiso del "pueblo a pueblo". La campaña no será menos intensa para el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, dispuesto a ser imprescindible para que haya "gobiernos de progreso" en cientos de ayuntamientos. Después de la fiesta de Reyes, los partidos inician una frenética actividad con convenciones, actos sectoriales, presentación de candidatos, programas...
El PP aprobará su programa electoral marco en la Convención Nacional que celebrará en Madrid los días 18 y 19 de enero. Su diseño corre a cargo de Jaime Mayor Oreja. Los socialistas aprobarán su programa abierto en marzo. La parte municipal llevará el sello de Álvaro Cuesta, y la autonómica, de Juan Fernando López Aguilar.
Todos se juegan mucho. Y es que, aunque el voto municipal tiene mucho que ver con la gestión del alcalde, también se calibrará la fortaleza del partido del Gobierno, la musculatura política del líder del PSOE, la temperatura de IU y el estado de los nacionalismos. De momento, los estudios preelectorales no indican cambios espectaculares en los colores de ayuntamientos y autonomías, pero la pugna será dura. La oposición quiere fijar la atención, sobre todo, en el número total de votos de uno y otro en las municipales. En los anteriores comicios, en 1999, el PP superó al PSOE en 30.000 votos. El PP, mientras, cree que la clave estará en el mapa final: cuántas autonomías más o menos, cuántas ciudades más o menos.
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