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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un cambio conseguido

Doce países de Europa concluyeron el 1 de enero de 1999 una de las operaciones más singulares de la historia económica: la completa cesión de soberanía monetaria a un banco europeo, manteniendo al mismo tiempo la autonomía en las restantes políticas. Desde aquel día entró en funcionamiento el Banco Central Europeo, responsable de la definición de una única política monetaria para 12 economías heterogéneas. Un empeño tal estaba justificado, no sólo en la racionalidad asociada a la eliminación de costes transaccionales y de factores de riesgo en países que compartían un mercado único y mantenían vocación de integración adicional, sino como precondición para seguir avanzando en la unificación económica y política.

La nueva moneda entró en circulación el 1 de enero de 2002 y se incorporó a la cotidianidad económica. Las advertencias acerca de los riesgos de diverso tipo que podría incorporar el manejo de los billetes y monedas del euro eran inquietantes a finales de 2001. Se temía el aumento de la picaresca y del fraude, la confusión de los consumidores, escaladas inflacionistas debidas a los desaprensivos redondeos... y otras calamidades. No obstante, lo ocurrido en estos doce meses permite confirmar un balance satisfactorio. Es verdad que una parte de la inflación (desigual según los países) ha podido tener su origen en adecuaciones de precios de algunos bienes y servicios a las nuevas denominaciones, pero sería un manifiesto error culpar de los diferenciales existentes en el seno de la UEM a esos redondeos. Si las condiciones de competitividad de algunos sectores hubieran sido las adecuadas, esas tentaciones habrían sido mínimas.

Es cierto que todavía hoy, según indican diversas encuestas, segmentos importantes de población siguen calculando en las antiguas monedas nacionales; pero también lo es que tales reticencias eran previsibles a tenor de las experiencias conocidas, como el caso del paso francés del franco antiguo al nuevo.

Pero si la logística de la implantación de la nueva moneda es satisfactoria en términos generales, habida cuenta de que se trataba de una operación muy compleja, la gestión de la política monetaria desde el BCE está lejos de merecer un simple aprobado. El banco nació con la impronta disciplinaria alemana, pero sin su experiencia, y unas economías desiguales. Duisenberg y su equipo de dirección entendieron que su credibilidad se ganaba retrasando las reducciones de tipos y el resultado es una economía alemana al borde de la recesión. Hay indicios de que ha extraído las lecciones adecuadas de la experiencia.

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