Metidos en vereda
El euro ha supuesto que todo esté bastante más caro que hace un año, aunque con importantes excepciones. Por ejemplo, los préstamos hipotecarios para los particulares están ahora más baratos que antes de la moneda única. El Gobierno central y los de las comunidades autónomas pueden en estos momentos colocar deuda pública a tipos más bajos y reducir su déficit.
Aunque la moneda europea empezó a circular hace un año, estos efectos beneficiosos se notaron desde el momento en que España aprobó los criterios de convergencia en el año 1997. La inflación, los tipos de interés y el déficit público se situaron en la zona de países con una mejor salud económica. España pudo así aspirar a ponerse bajo el mismo paraguas monetario que países tan sólidos como Francia o Alemania.
La economía española había sufrido dos devaluaciones de su vieja peseta, tras un fuerte asedio de los mercados financieros. Pero el último Gobierno socialista, con Pedro Solbes en el timón de la política económica, logró meter en vereda a la economía española, y subirla al tren del euro. Con algún titubeo inicial, el posterior Gobierno del PP tuvo el acierto de proseguir el viaje.
Desde el momento en que se supo que España cumpliría los requisitos para estar en el euro, la presión de los tipos de interés empezó a bajar. Si en el año 1996 un préstamo hipotecario no se conseguía por menos del 9,32%, sólo un año después, a las puertas del examen del euro, los tipos bajaron al 6,77%. Ahora están en torno al 4,5% y la inflación es, en la actualidad, incluso un poco más alta que en 1996.
Para las cuentas públicas, el euro es una de las razones que permiten aspirar al todavía no logrado déficit cero. En 1996, una letra del Tesoro a un año se remuneraba al 7,24%; ahora se paga al 2,96%. En aquellos momentos, el diferencial del bono español con respecto al alemán se encontraba en 252 puntos básicos. En estos momentos, la prima que exigen los inversores por la compra de deuda española y no alemana es de sólo 10 puntos.
El dinero está mucho más barato, aunque no compensa el brutal encarecimiento de sectores básicos como la vivienda. Tampoco es la mejor de las situaciones para los ahorradores, ya que no obtienen apenas rentabilidad por su dinero. En esas condiciones, el euro ha supuesto un acicate para el consumo y éste es, a fin de cuentas, el que echa la leña al fuego de la inflación.
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