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Reportaje:

Cibercafé para todos, no

China cierra 3.300 locales y restringe el uso de Internet

El pasado 16 de junio, un incendio provocado por unos adolescentes a los que se negó la entrada en un cibercafé del distrito universitario de Pekín acabó en tragedia. La puerta estaba cerrada y las ventanas bloqueadas con barras de hierro. Un total de 25 personas murieron y 12 resultaron heridas. A finales de agosto, dos de los autores fueron condenados a cadena perpetua. Se salvaron de la pena de muerte por su edad.

Poco después, los medios publicaron multitud de artículos y cartas de padres de toda China horrorizados porque sus hijos se habían convertido en zombis que dilapidan su tiempo y dinero con los videojuegos en los cibercafés. Las autoridades aseguraron que el 90% de los locales de Internet en Pekín eran ilegales.

El Gobierno tomó medidas drásticas, clausuró los 2.400 cibercafés de la capital y lanzó una campaña nacional de inspección que se ha saldado, de momento, con la clausura definitiva de 3.300 locales y la temporal de 12.000 de los 45.000 investigados. Falta de licencia, falta de medidas de seguridad, pero también falta de controles para evitar que los jóvenes accedan a web de pornografía y otros contenidos considerados dañinos, han sido las razones que han servido para reestructurar una actividad que se ha ido de las manos. Muchos de los espacios funcionaban a puerta cerrada, a escondidas de las autoridades, y se habían convertido en una ventana al mundo en un país en el que el control de la información es férreo. Según el Gobierno, hay 200.000 cibercafés en China, de los que en agosto sólo estaban legalmente registrados 46.000. Seis meses después de aquel suceso es difícil encontrar en Pekín un sitio donde navegar. No tanto en otras ciudades como Shanghai.

La visita a un centro de Internet es un buen medio para saber que quienes los padres chinos llamaban zombis siguen acudiendo a los cibercafés. Sus gritos inundan el local cada vez que abaten a un enemigo. Son decenas, ya no tan jóvenes, los que se divierten disparando en un juego de guerrilla urbana. La mayoría son hombres; algunos comen un plato de arroz con verduras sin dejar de mirar la pantalla. Hay chicas que ven vídeos. Pocos escriben correos electrónicos. Casi ninguno navega.

Pero todos tienen más de 18 años. Así lo exigen las nuevas normativas, firmadas por el primer ministro, Zhu Rongji, que también pohíben abrir cibercafés a menos de 200 metros de las escuelas. Los encargados deben llevar un registro de clientes, lo que obliga al visitante extranjero a mostrar el pasaporte.

China cuenta con 58 millones de internautas. Es el segundo país del mundo en navegantes tras EE UU, a quien se prevé que supere en cuatro años. El Gobierno es un ferviente defensor de la Red, pero mantiene un estricto control para impedir el acceso a la información y las críticas. Según un estudio de la Universidad de Derecho de Harvard, el denominado Imperio del Centro es el país con la censura de Internet más estricta del mundo.

Clientes del cibercafé Fei Yu, en Pekín.
Clientes del cibercafé Fei Yu, en Pekín.

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