La foto del que se mueve
En la cartografía doméstica de navidades perdurará la memoria del bigote de Aznar como barrera inútil ante los vertidos de sus partidarios y la omnipresencia vencida de un Zaplana desierto En la cartografía doméstica de navidades perdurará la memoria del bigote de Aznar como barrera inútil ante los vertidos de sus partidarios y la omnipresencia vencida de un Zaplana desierto
Despojos
Todo ocurre en la misma ciudad y casi al mismo tiempo. Las colas de compradores se amontonan en los ruidosos espacios prenavideños de las grandes superficies, pero también en esos puestos de mercado donde se expenden los despojos de vacuno que no hace tantos años se destinaban al menú de animales de compañía. Lo que se fue vuelve, y nadie descarta que lo haga con mayor intensidad. Más allá del hecho de que el IPC lo confecciona alguien que no necesita acudir al súper con su carrito de la compra para ver de comer cada día, hay otro indicio seguro de la crisis que los mandatarios de sueldo blindado también querrían ver blindada, que es el auge de los zapateros remendones, un sector que se recupera de la duermevela que venía padeciendo desde los ochenta y que debería estar agradecido, lo mismo que el vacuno despojado, a la estupenda política del PP en su conjunto. Ya los gatos de clase media están mejor nutridos que los hijos de los inmigrantes.
Gravedad de gobernante
Parece inevitable. Cualquier dirigente comarcal adquiere responsabilidades de gobierno a cuenta del cainismo provincial reinante en su partido, y en cosa de pocos meses el elegido por eliminación cuenta con un equipo de asesores de mucho master de entrecejo que recurre de manera invariable a inocular en su muñeco las formas asociadas a lo majestuoso. Empiezan por introducirlo en las artimañas del desdén parlamentario, le confeccionan frases de mucho tumulto copiadas de antologías de quiosquero y les fuerzan a caminar de ese modo pausado y como de portador de suspensorio genital que representaría la decisiva gravedad de sus severas ocupaciones. Es un proceso repetido desde hace la tira de años y del que Josemari Aznar es hasta ahora la última y más grotesca víctima, con sus gafas provistas del dedito admonitorio que apenas si cubre el ridículo gravamen del bigote, tan de fin de siglo como una matasellada estampilla de correos.
Otro que tal
La verdad es que Francisco, Paco, Paquito Camps se va pareciendo cada vez más a la imagen que depara, esto es, un Sant Vicent Ferrer que tiene más de santiño que de visantico o de ferrer, de manera que hasta el momento, pese a figurar en esa miniefervescencia que tanto coloca a los líderes electoreros, el candidato se limita a recitar sin convicción el lorazo de un guión tan ajeno a su circunstancia como a sus posibilidades de convicción. No sólo la jeta, también la mueca de un José Luis Olivas estará siempre mejor acoplada a la realidad profunda de lo valenciano -si se trata de recuperar también como exultante horizonte el lizondismo de brochazo grueso- que este recitador monocorde de promesas para todos. Si al menos permaneciera Olivas, todos estaríamos algo más entretenidos.
Tal que otro
Aquí más de uno acabará como ese presidente de Nicaragua que iba a regenerar su país del desastre sandinista y lleva camino de terminar en la cárcel en cuanto se averigüe todo lo suyo, con su fortuna birlada a los presupuestos públicos todavía intacta en los neutrales bancos suizos, eso sí. Un tipo con más cara que espalda -y en su caso ya es decir- y que, por cierto, mantenía excelentes relaciones con algunos pájaros de altos vuelos de por aquí, así que con algo de suerte algo más de lo que ya se sabe o intuye acabará también por saberse del todo y más de uno verá truncada su trabajada carrera de carterista al por mayor. Ignoro cómo se vive una situación en la que uno está perdido si otro larga todos los estraperlos cometidos en comandita, pero también los palanganeros y monosabios que sabían y callaron deberán ser, por lo menos, amonestados cuando esa amanecida llegue. Que lo hará.
Otros por el estilo
La hipótesis acerca de que el malencarado presidente del Gobierno ha dejado pudrirse la chapuza de los fueles mareados en las costas mayormente gallegas a fin de presentarse luego como inevitable redentor de la catástrofe no es menos plausible por ser más desventurada, antes al contrario, y no sería la primera vez que alguien de primera fila, cuando no de fila cero, urde una retirada fingida para volver con renovado entusiasmo pocas semanas después ante el estupor de sus seguidores y el desconcierto de los adversarios. Esa posibilidad -haberla, hayla- debe bastar para que la mitad más uno de los ciudadanos decentes acuda sin demora a remover una cuantos quilos de chapapote en las costas del norte, porque siempre será menor en la conciencia el pringue de esa solidaridad que la sospecha de absentismo en favor de las argucias de un Jefe providencial que o no está cuando se le espera o aparece para reñirnos, con lo mayorcitos que somos.
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