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Columna
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Fortuna dispar

La fortuna, como el juego de naipes o la lotería, es dispar: con frecuencia nos concede en un sólo día lo que nos niega un año entero o una década, o muchas décadas. A quienes compraron su décimo o su participación agraciada en las comarcas sureñas del País Valenciano, la fortuna les regaló contento y holgura en su hacienda, ayer mismo. Contento de todos los valencianos, alegres de que la dispar fortuna detuviese en el número de unos vecinos, desde el punto de visto económico, no demasiado fuertes. Que disfruten aquí y ahora de cuanto les regaló fortuna con sus deudos y amigos. El tiempo es fugaz y, cuando un hacendado desaparece, rezaba un aforismo medieval, aparecen tres pleitos: el diablo quiere el alma; los parientes, el dinero y, bajo la tierra, los gusanos se pelan por su cuerpo. En la voluntad de los afortunados radica el evitar dichos pleitos. Al fin y al cabo, fue la voluntad de comprar un boleto quien atrajo la fortuna hacia ellos.

Pero si la buena fortuna de estas fiestas roció con euros algunos hogares valencianos, la mala fortuna se cebó en los valencianos, en algunos ámbitos, durante bastantes décadas, y no parece que haya participación alguna o boleto navideño que nos ofrezca la posibilidad de lo contrario. Aquí, por ejemplo, el urbanismo es una especie de lotería donde juegan unos pocos y siempre con el décimo ganador; los demás, es decir, la inmensa mayoría no tiene ni acceso al despacho de lotería. Fortuna aciaga la de los valencianos en materia de urbanismo, se llama eso. Fortuna absurda que convierte a la ciudadanía en mera espectadora pasiva de la destrucción del paisaje físico y humano de este territorio largo y estrecho que habitamos. Nos negó fortuna la suerte durante muchas décadas y nos la sigue negando en La Punta, en la Ribera de Cabanes, en L'Horta Nord, en la Sierra de Irta, en La Marina o en La Safor. Se ha dicho muchas veces, y hay que repetirlo porque de puro sabido se olvida. Esto parece una afortunada anarquía que tan sólo beneficia a los que legalmente se denominan agentes urbanizadores privados, que son quienes siempre compran los décimos de la suerte. Ahora hasta los mismísimos embajadores de la Unión Europea y de otros países no comunitarios se han dirigido a la Generalitat, y solicitan la revisión de esas leyes que autorizan los agentes urbanizadores privados y los abusos urbanísticos que desfiguran el territorio, cuyos efectos serán peores y tendrán mayor duración que el chapapote en Galicia. Revise, pues, la oposición de la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística, promulgada cuando los socialistas detentaban el poder, y abra el gobierno de la Generalitat un debate público sobre el tema. No es imposible, y los valencianos podríamos tener acceso al décimo de la buena fortuna urbanística.

Mala fortuna y dificultoso acceso a una vivienda digna tienen nuestros conciudadanos extranjeros. Demasiados de ellos durmiendo en la calle o en tugurios en medio del campo, que siempre sirvieron para guardar aperos. No pueden comprar los boletos de la suerte que podrían conducirlos a una vivienda alquilada digna. La inseguridad, el miedo, la desconfianza hacia lo desconocido les impide la entrada en el despacho de la lotería. Mala estrella la suya. Una estrella que podría cambiar de constelación si se regula adecuadamente la llegada de trabajadores extranjeros, y se promulga la ley adecuada de alquileres que evite la picaresca y la acción de unos pocos desvergonzados. A lo mejor la fortuna se fija en ellos las próximas navidades, como se fijó en los vecinos de Elda y Elche.

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