Sobre gustos no hay nada escrito
Aznar no prevé matar terroristas, ¿pero qué piensan él, su delfín y los candidatos sobre las órdenes del amigo Bush?
Los tres tenores -un delfín, Rodrigo Rato, y dos candidatos, Mariano Rajo y Jaime Mayor Oreja- y el ministro-secretario general Javier Arenas, levantan, esta mañana de domingo, en Santiago de Compostela, la moral de los militantes, dirigentes, altos y medianos cargos del Partido Popular, para emprender la larga marcha contra el chapapote y, en el camino, por la vindicación de Manuel Fraga Iribarne.
Sea cual sea la influencia del huracán Prestige en el futuro político del PP, ahora se trata de apretar filas. En la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros, el pasado viernes, comparecieron el delfín Rato, el candidato Rajoy y el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos. Se le preguntó a Cascos si de la buena o mala gestión de la crisis del Prestige alguno de los aspirantes al trono de Aznar podía obtener ventajas.
-A ver qué dices Paco, se anticipó Rato.
-Que te estamos oyendo, chanceó Rajoy.
Fue entonces cuando Cascos dijo:
-Tengo una doctrina muy acuñada y es que sólo me interesan las elecciones municipales y autonómicas. Usted me pregunta qué hay detrás de aquella montaña; no tengo la menor idea. Me interesa llegar a la cumbre de la montaña, que es el éxito de las municipales y autonómicas, y cuando estemos arriba, instalados en el éxito de esas elecciones, pregúntenme ustedes lo que se ve desde allí y, en ese momento, daré mi opinión.
A continuación, el delfín glosó a su colega:
-Pues no ha estado mal, dijo Rato.
¿Qué habrá pasado por la cabeza del secretario general del PP, Javier Arenas, al escuchar a Cascos? Porque la respuesta parecía más la del secretario general que la de un ministro de Fomento. El ex había resucitado por unos segundos. ¿Qué habrá pensado Jaime Mayor Oreja, el coordinador del programa de las elecciones de mayo? Porque el ministro de Fomento aparecía como el gran capitán de esas elecciones. Álvarez-Cascos y sus amigos están abocados a jugar al teatro kabuki. En el PP, como en el teatro japonés, los actores que suben a escena utilizan máscaras.
La evidencia de hasta qué punto el chapapote ha calado en los huesos políticos del PP la ha dado la actitud desesperada del Grupo Popular ante el insolvente ataque del portavoz socialista, Jesús Caldera, sobre el rumbo del Prestige, un episodio que sigue al del chiste que catapultó la dimisión de un diputado del partido socialista en la asamblea regional madrileña.
El PP se coge a estos hechos -la picaresca de la tragedia política- como a un clavo ardiendo.
El pasado martes por la noche, después de que Caldera omitiera una parte del documento con el que pretendía denunciar a Rajoy sobre la decisión del cambio de rumbo del petrolero, un diputado del PP comentaba, en una cena privada, que después del viaje de Aznar a la torre de control de A Coruña, el sábado 14, quedaba en claro una cosa, a saber: que el presidente de Gobierno ya tiene difícil presentarse en una nueva comunidad autónoma. Así, decía, Galicia se suma a Aragón, donde el Plan Hidrológico Nacional le ha convertido en persona no grata; a Andalucía, donde ha acusado al presidente autonómico, Manuel Chaves, de perpetuarse 20 años en el poder; a Cataluña, donde ha agredido a CiU y, claro, al País Vasco. ¿Y esto que tiene que ver con la sucesión? Precisamente. "El problema ya no es que Aznar tenga dificultades a la hora de visitar dichas comunidades. El problema es que si su sucesor gana las elecciones de 2004 seguramente tendrá que pactar con otras fuerzas para gobernar. ¿Quién de los tres en danza podría hacerlo?", terminaba preguntándose.
¿Y quién de ellos tiene alguna opinión sobre la política exterior española? Aznar convirtió la política exterior del PP en la continuación de su política antiterrorista interior.
Bush no ha podido definir mejor a Aznar y su política exterior después del almuerzo que le ofreció el pasado miércoles, 18, en la Casa Blanca.
-Quiero dar la bienvenida a un amigo personal y gran amigo de Estados Unidos, a uno de los líderes más sólidos cuando se trata de nuestra preocupación común de mantener la paz y combatir el terrorismo, dijo el presidente norteamericano.
Pocos días antes, Bush había cursado una orden ejecutiva por la que autorizaba a los organismos de inteligencia de su país a asesinar a los integrantes de una lista de terroristas allí donde se encuentren. Y, también como prólogo de la visita de Aznar, trascendió que el Pentágono y la CIA tenían autorización para comprar opiniones de periodistas, jueces y políticos favorables a la política norteamericana.
El presidente de Gobierno, su delfín y los candidatos, ¿qué pueden pensar de la política concreta de un país al que apoyan sin reserva alguna?
Aznar tuvo que responder a la pregunta sobre los asesinatos en Washington. Sus palabras:
-Yo no he tomado nunca una decisión de ese tipo y, desde luego, no tengo previsto tomarla, dijo.
Sobre gustos, como diría aquel, no hay nada escrito. Problema: Aznar y sus hombres han basado buena parte de su estrategia de desmoronamiento del Gobierno socialista en la crítica de los GAL. ¿Que cual es el problema? Que Aznar, su delfín y los candidatos han dado con su conducta un cheque en blanco a un Gobierno -el de Bush- que autoriza el crimen y la mentira por razones de Estado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.