Una crisis cantada

Un texto con tan poco interés como ajeno al talento sirve aquí de hilo conductor para la historia de un aniversario cantado, el de la así llamada Marta, que sufre algo parecido a un colapso emocional en la quincena anterior a su trigésimo cumpleaños y se dedica a tirar de móvil llamando a sus amigas ¡del colegio!, para constatar que ninguna se encuentra mejor que ella, como es natural en el feminismo frecuentado por autores varones. La que no sufre un cáncer terminal a cuenta de su tabaquismo se dispone a casarse el día siguiente, otra ha desaparecido en Constantinopla -si no oí mal, una dicción no siempre audible- y la siguiente se cree bien casada hasta que la pobre Marta la sacará de su engaño.

Las actrices, todas ellas estupendas, hacen lo que pueden con una obra que no hay por donde cogerla, submezcla de géneros que lo mismo es testimonial que musical o lo que haga falta, y que insiste -en esa especie de mueca paratelevisiva que acabará por llevar al teatro a su ruina- en dirigirse directamente al público (escaso) obviando la enjundia necesaria de la invisible pero hasta ahora muy productiva convención de la cuarta pared. No viendo nada sobre la escena que despierte la pasión ni suscite curiosidad, la pregunta es si la programación de Teatres de la Generalitat se propone arruinar una bombonera como es el Talía (escenario perfecto, por otra parte, para los Albena y su Spot, con lo que de paso veríamos algo de interés en el Principal durante estas fiestas, por un ejemplo un Calixto Beitio), colándole en fechas navideñas un montaje que quedaría bien como fin de fiesta de un digno concurso de teatro amateur.