La presión policial debilita cada vez más la estructura de ETA
El progresivo debilitamiento de ETA se debe a que sus comandos operativos cada vez duran menos, lo mismo que sus jefes militares, como consecuencia de la intensa presión policial a que son sometidos. Las sucesivas caídas de los responsables de los comandos -los ayer detenidos, Fernández de Iradi y García Montero, lo han sido durante algo más de dos meses- están produciendo un terremoto interno que además de provocar la imagen de fragilidad de la banda está extendiendo, según se afirma en medios antiterroristas, una inquietud interna sobre su verdadera situación de fortaleza o debilidad. Un momento que tiene su precedente en la situación que vivieron hace cinco años, cuando ETA sintió el acoso policial y la necesidad de reestructurarse internamente.
La policía judicial francesa detuvo ayer en las cercanías de Bayona a la tercera dirección militar que ha tenido ETA desde que rompió la tregua hace ahora tres años. Este imperativo corrimiento del escalafón, tanto en los comandos operativos como en los mandos etarras, hace imposible la consolidación de una infraestructura militar capaz de llevar a cabo una actividad terrorista continuada que tenga el poder intimidatorio que ETA llegó a tener en otros tiempos. Ha provocado, además, un rejuvenecimiento de los mandos -los últimos tienen justo treinta años- hasta tal punto que ha debido improvisar y utilizar a la generación que acaba de integrarse en ETA durante el año de tregua.
Vieja guardia
Mientras los tribunales franceses juzgaban este otoño en París a la vieja guardia, como Ignacio Gracia Arregui, Iñaki de Rentería, una nueva generación treintañera que cogió las riendas de la banda con la ruptura de la tregua pelea con muchas dificultades por mantener activa la estructura de la misma. Javier Arizkuren, Kantauri, veterano jefe militar detenido en 1999 durante la tregua, fue sustituido por Javier García Gaztelu, un activista sanguinario que peleó internamente por el retorno a la violencia con los comandos que él mismo había organizado durante la tregua, pero su mandato sólo duró dos años. Su detención, en marzo del 2001, abrió paso a la época de Juan Antonio Olarra y Ainhoa Mujica, detenidos en septiembre pasado, un año y medio después de hacerse cargo del aparato militar de la banda; eso sí, en base a los activistas con los que ETA ya contaba a partir de su retorno a la violencia.
Fernandez de Iradi y García Montero sólo han tenido dos meses para dirigir la estructura de los comandos ilegales. Su estreno en el activismo terrorista como miembros del desarticulado comando Buruntza, que se inició tras la tregua, demuestra la impresionante caducidad de los comandos ilegales. Pero su detención ahora que habían comenzado a dirigir a esos grupos, desarticulados casi antes de estrenarse, refleja lo poco sólida que es la actual estructura de la banda.
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