Asesinato selectivo
Los moralistas de tiempos mejores nos ponemos un poco nerviosos ante la orden de Bush de que sus agentes maten a unas cuantas personas acusadas por él de terroristas: así demostramos lo tontos que somos. Parece que preferimos que destrocen los países que suponen que les albergan. Parece que no se ha hecho nunca. La lucha que llevamos durante siglos estos moralistas sonados acabará con nosotros, no con ellos. Oí la tertulia de don Federico en La brújula (COPE, de la Iglesia española), en la que explicaba que es mejor matar a unos cuantos si se evita con ello la agresión contra las Torres Gemelas. Otro, quizá él mismo, decía que si hubiera tenido la ocasión de matar a Hitler, lo hubiera hecho, y alguno añadió que también a Stalin. El asesinato preventivo, equivalente a la guerra preventiva que aprueba ya la ONU si la hace Estados Unidos. También había algún tonto útil que manifestaba su deseo de mantener un orden moral. Generalmente, el terrorismo sirve para todo a quien quiere, también, matar: le encubre. El caso es que estos "asesinatos selectivos" existen ya, que Sharon les dio el nombre y el arma, que Estados Unidos los ha practicado ya y que es posible que todo poder tenga las manos manchadas de sangre, y todos los perfumes de Arabia no conseguirán limpiarla, como le pasaba a Lady Macbeth, ejemplo de crímenes de Estado como asesinatos selectivos.
Quizá sea más angustiosa la decisión del mismo Bush/Mac-beth de pagar a los periodistas -¡del mundo!- por medio de una oficina militar que debe difundir los argumentos en defensa de los intereses de EE UU. Si no se tiene moral, se compra. Por lo que llevo "visto y oído", no es difícil, y tampoco es una novedad. Últimamente se hacía con discreción, y se negaba: hubo un tiempo en el que se hacía declaradamente y los soviéticos hicieron el AGIT-Prop (agitación y propaganda) mientras los nazis creaban el Ministerio de Propaganda y daban mucho, mucho dinero. Los moralistas tontos estábamos contentos de que aquellas cosas cesaran, y no cesaban: se pagaba a escondidas. Volvemos a la declaración del horror como superioridad. En la política de Estados Unidos se acuñó hace tiempo la frase de "speaking frankly", hablar francamente. Bush responde admirablemente: pagar al periodista, matar al enemigo, bombardear al que, quién sabe, le puede bombardear a él.
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