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Reportaje:

La biblioteca en el mercado

Entre patatas, huevos, pescado y verduras se ha instalado en Mislata un puesto que invita a consumir libros

Dice un refrán que "Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma", y eso es lo que está haciendo la biblioteca de Mislata al trasladar un surtido de libros al mercado municipal de esta localidad valenciana. Entre toneladas de patatas, miles de huevos y centenares de kilos de pescado y verduras se ha instalado un puesto que invita a degustar otro tipo de materias primas: Tan veloz como el deseo, de Laura Esquivel; Malas, de Carmen Alborch, o las fantásticas novelas de Isabel Allende. También son carne de mercado los manuales de labores y punto de cruz; los volúmenes contra la violencia doméstica; libros sobre salud y relajación; las revistas de moda, decoración, y los ilustrados ejemplares culinarios con salsas y guarniciones especialmente atractivos para la humanidad del mercado: amas de casa y también jubilados.

El objetivo "es captar usuarios que no venían", dice Isabel Marquina, directora de la Biblioteca Municipal, quien subraya que "generalmente las amas de casas valoran positivamente la lectura, aunque casi nunca visitan la biblioteca". "Algunas acuden cuando sus hijas les dicen que hay revistas para sacar patrones", destaca. Los jubilados se atreven a cruzar la frontera de la lectura, según la responsable, porque acuden a leer la prensa.

Marquina conoció una iniciativa similar a la de esta Biblioteca al Mercat hace casi 20 años del Ayuntamiento de Salamanca. Claro que la realidad salmantina era otra. El rincón de la biblioteca hizo del mercado su patria permanente. En cambio, este puesto de libros es adoptado sólo hasta el próximo viernes. Los ejemplares y revistas retornarán al silencioso estante y dejarán el ajetreado mercadillo. Estos siete días de populismo se repiten durante siete años. El balance anual arroja cifras modestas. Durante la semana se asocian entre 10 y 15 personas. "Aprovechamos la navidad porque es cuando el mercado está más animado. Notamos que es un público no acostumbrado a leer, y muchas veces ni se acerca porque tiene miedo a que le cobremos por llevarse un libro, o al regalarle la postal de felicitación navideña de la biblioteca", expresa la responsable.

Y es que en este hábitat, llevarse a la boca un gajo de mandarina ofrecido por el tendero de toda la vida da más confianza que abrir un libro. "Leer está bien y lo hago en casa, pero no soy socia de la biblioteca. Eso mi hija, que está estudiando", dice al vuelo, Pepa Ferrandis, de 42 años, que se escapa corriendo a comprar el pan. "No tengo tiempo".

La falta de tiempo es la principal razón para quienes alegan que no leen nunca, según los datos de la Federación de Gremios de Editores. El informe, basado en las las respuestas obtenidas en 2001 a 16.000 personas revela que los mayores de 55 años son los que menos leen: el 38%. Además la Comunidad Valenciana, Andalucía y Galicia son las zonas donde hay menos lectores.

Mari Carmen Gil, de 42 años, relata que fue socia de la biblioteca cuando los niños eran más pequeños: "La lectura es genial y les acompañaba. Ahora ya no. Y no tengo el carnet, aunque leo en casa". Aparece un nuevo axioma: la mujer emprende las iniciativas en función de los otros.

Mujeres y hombres se arremolinan para comprar. El tenderete de la biblioteca despierta en el rastro un elevado grado de escepticismo. Los que se aproximan son una minoría y lo hacen con recelo. No es el caso de Sandra Rodríguez, una niña de 10 años. "Son los de la biblioteca", le dice a sus padres. "Vinieron al cole con sus maletas de libros y también nos llevan a la biblioteca", espeta la pequeña. Son otras campañas emprendidas por la biblioteca. Una línea trazada hace años por cuya labor el centro ha recibido lotes del libro del ministerio y, recientemente, de la Federación Española de Municipios y Provincias. "No creo que haya premios por la importante labor de la animación a la lectura", confiesa Marquina.

Josefa García, de 51 años, y su hija no se detienen en el puesto de lectura. Ambas son socias de la biblioteca. La primera es ama de casa y modista; la segunda ha acabado el doctorado. "A la biblioteca no voy a sacar patrones. Tengo decenas de revistas en casa. A la biblioteca voy a por libros", contesta la madre.

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