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Terrassa exhibe las pinturas murales inéditas de Torres-García

La ciudad de Terrassa (Barcelona) tuvo una especial significación en la vida de Joaquín Torres-García (Montevideo, Uruguay, 1874-1949). Participó en un proyecto de renovación pedagógica, construyó una casa en las afueras, escribió varios libros y gestó su evolución del noucentisme hacia la renovación constructivista. También en Terrassa tomó la decisión de irse a vivir a Nueva York. En esta etapa en Terrassa, que va desde 1910 a 1919, realizó diferentes pinturas murales. Las más célebres son las que decoran el Salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat en Barcelona, aunque en Terrassa también practicó el fresco. Testimonio de ello es la muestra Joaquín Torres-García. Obra mural inédita 1914-1918, abierta en la sala de exposiciones de Amics de les Arts i Joventuts Musicals de Terrassa. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 27 de diciembre, es uno de los actos conmemorativos del 75º aniversario de la entidad.

La exposición está integrada por 12 obras entre pinturas murales y plafones decorativos de gran tamaño que en su origen fueron realizados para la casa del industrial de Terrassa Emili Badiellla, que fue un activo mecenas del pintor. Estas piezas son en la actualidad propiedad de cuatro familias de la ciudad, que las han prestado para su exhibición. La mayoría de ellas se exponen por primera vez al público, por lo cual se han tenido que realizar reformas en las dependencias de la sala para garantizar la seguridad de las piezas.

Traspié económico

Campesinos recogiendo el fruto de la tierra, pastores cuidando rebaños, operarios construyendo casas de piedra y mujeres de inspiración greco-latina son los referentes que utilizó Torres-García en estos trabajos, en los que todavía se encuentra una rotunda mirada noucentista. Torres-García pintó estas obras en un momento de necesidad.

Las pinturas murales para el Salón Sant Jordi habían sido interrumpidas a la muerte del presidente de la Mancomunitat de Cataluña, Enric Prat de la Riba. Se paró el proyecto de manera definitiva, lo que representó un traspié económico para Torres-García y su familia. Además, tuvo que hipotecar la casa que se había construido en la carretera de Terrassa y que había bautizado con el nombre de Mon Repós. En ella se había instalado tras estar viviendo en Can Bogunyà, la finca donde se hallaba la escuela Mont d'Or, centro en el que Torres-García impartía clases de dibujo.

Todas las expectativas que el artista se había formado en este periodo, entre ellas la comercialización de sus célebres juguetes de madera, se fueron al traste. Su marcha de Terrassa activaría sin embargo su cambio artístico. Convencido de que no se hallaba en el lugar adecuado para tener más oportunidades, Joaquín Torres-García se fue a Nueva York. Antes, hizo un pequeño alto en París.

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