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Reportaje:

Cherie Blair y el síndrome de la mujer del César

El 'Cherie-gate' puede precipitar la renuncia del primer ministro británico a un tercer mandato

El 'Cherie-gate' puede precipitar la renuncia del primer ministro británico a un tercer mandato

Lo que ha hecho Cherie Blair no es ilegal, pero sí bastante inmoral e imprudente. Ése es el frío veredicto de las encuestas ante un asunto que empezó siendo uno más de los ataques personales del sanguinario Daily Mail al matrimonio Blair, pero que puede acabar teniendo consecuencias insospechadas. Dicen que Tony Blair tiene mala conciencia. Y eso, a la larga, puede acabar convirtiendo en realidad un viejo rumor: que dejará Downing Street antes de que los electores echen a los laboristas del poder.

La primera consecuencia del caso Cherie es personal: el desprestigio acumulado por la señora Blair en estas dos semanas puede ser fatal para sus aspiraciones de convertirse algún día en juez de la Corte Suprema. Cherie había logrado forjar la imagen de ser mejor que su marido: una sólida jurista, muy superior al discreto abogado que siempre fue Tony. Pero dos semanas de revelaciones sobre la influencia que tiene sobre ella su amiga Carole Caplin y, sobre todo, la ayuda de un estafador de tercera fila -a fin de cuentas, Peter Foster ha tenido que purgar tres penas de cárcel- para adquirir una casa han hecho añicos su imagen. El 70% de los británicos cree que lo que ha hecho no es ilegal, pero más de la mitad piensa que es inmoral y el 88% asegura que ha sido una irresponsabilidad.

La segunda consecuencia es política: no sólo se han envenenado las siempre difíciles relaciones entre Downing Street y la prensa; también ha afectado seriamente a la confianza de los dos portavoces oficiales de Tony Blair. Godric Smith y Tom Kelly, dos funcionarios de Whitehall, nunca han estado al corriente de toda la verdad del asunto y han visto cómo sus palabras de hoy se convertían en sus rectificaciones de mañana. La prensa londinense incluso barajó su dimisión, pero no ha llegado a producirse, para alivio de Blair y de su Rasputín de la comunicación, Alistair Campbell. En el Reino Unido la dimisión de un funcionario por sentirse manipulado por los políticos es más grave que una crisis de Gobierno.

Y a más largo plazo puede haber una tercera consecuencia, entre lo personal y lo político, que depende de cómo asimile Tony Blair el chasco vivido por su mujer. Además de sabueso político y de tener tanta sangre fría como para adelantarse a Gordon Brown y ganar la carrera por el liderazgo laborista, Blair es un hombre muy cristiano y muy apegado a su familia. La profundidad en que puede afectarle un asunto que ha dejado a su mujer en ridículo hasta el punto de amenazar su prestigio profesional, y todo eso por una guerra mediática que nunca se hubiera producido si él no fuera primer ministro, es una incógnita.

A veces llaman a Blair con cierto desprecio "el vicario", por el tono mesiánico de algunos de sus discursos. Pero ese mismo mesianismo es el que hace que muchos siempre hayan visto en él a un hombre capaz de renunciar a un tercer mandato en Downing Street a cambio de que Gordon Brown le ayude a pasar a la historia incorporando al Reino Unido a la zona euro. La caída en desgracia de Cherie no va a acelerar la entrada de la libra esterlina en la divisa europea, pero puede hacer germinar en el religioso Blair la idea de que la política tiene un precio y éste un límite: su familia. De momento, los dominicales de ayer ya adelantaban que Blair se siente culpable de las desgracias de Cherie y está decidido a pasar más tiempo con ella. Sus allegados temen que una reducción de su apretadísima agenda pública desate los rumores sobre sus deseos de abandonar Downing Street. No les falta razón.

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Cherie Blair, durante su declaración a la prensa el pasado martes.
Cherie Blair, durante su declaración a la prensa el pasado martes.AP

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