La otra cara de los superventas
La música contemporánea en Euskadi sobrevive gracias a un grupo de infatigables profesionales
Han estudiado en los mejores conservatorios y escuelas de música; están considerados como excelentes instrumentistas, mejores compositores o impecables directores de orquesta, pero son unos perfectos desconocidos. Se autoproducen sus discos, como en los mejores tiempos del punk, sus actuaciones son minoritarias y sus composiciones rara vez pasan del estreno. Pero ahí están, infatigables, esos visionarios de la música contemporánea.
Juanjo Mena, Ramón Lazkano, Josetxo Silguero, Synaulia Trío, Gabriel Erkoreka, Maite Aurrekoetxea, Juan José Eslava, Félix Ibarrondo, Oiasso Novis, Kuraia, Conservatorio Jesús Guridi o Musikene, son algunas de las referencias del trabajo cotidiano de la música culta actual. Son los herederos de Luis de Pablos y el recientemente fallecido Carmelo Bernaola y su Aula de Música Electroacústica.
Cuando llega el momento de la presentación en directo de sus trabajos, el público es escaso, no cuentan con escenarios ni programación habituales ni un apoyo institucional como el que tiene la creación en otras disciplinas. Hay, sí es cierto, algo de movimiento: el Ciclo de Música Contemporánea de Vitoria, que ha concluido hace una semana; el Festival BBK de Música Contemporánea que ya va por su 22ª edición, aunque no presta excesiva atención al panorama del País Vasco; la Quincena Músical de San Sebastián y la programación de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (OSB)
El director de esta formación, Juanjo Mena, recorre buena parte del panorama de la música culta actual en el País Vasco. Fue uno de los alumnos de Carmelo Bernaola, cuando éste dirigía el Conservatorio Jesús Guridi de Vitoria, donde se creó en 1985 el primer laboratorio de Electroacústica. Mena es, además de compositor, un gran defensor de la creación musical de los últimos cien años.
"El gran débito del País Vasco es la política activa; el día a día. No hay una política de encargos a los compositores, ni una tarea didáctica por parte de las orquestas para ir ofreciendo al público esas composiciones, ya que sufrimos un paréntesis de 40 años y eso se nota", comenta Juanjo Mena. Y eso que el público ya va disfrutando con la interpretación de esas partituras. "En el concierto que ofrecimos en la Quincena Musical, Olivier Messiaen fue acogido con bravos y ovaciones, y el estreno de Zuk zer dezu, de Félix Ibarrondo, gustó por su complejidad", recuerda el director de la OSB, quien apuesta por programas atractivos y equilibrados para difundir estas obras.
Otras escenografías
El saxofonista Josetxo Silguero, por su parte, considera que esta música requiere otras ambientaciones, otras escenografías. "El arte plástico actual no se exhibe en museos decimonónicos; por eso, nuestras interpretaciones no debieran ser en la clásica sala de conciertos con los músicos vestidos de pajarita". Su grupo, Oiasso Novis, lleva a la práctica este presupuesto: "Hay que buscar enganchar al público, por eso trabajamos la estética del concierto con el director de teatro Miguel Galindo", aclara Silguero.
Oiasso Novis interpreta obras de Ramón Lazkano (San Sebastián, 1968), compositor que vive a caballo entre París y su ciudad natal, en cuyo Centro Superior de Música (Musikene) imparte clases. El autor de más de 50 obras, 6 de ellas para orquesta, considera que la ruptura de la música contemporánea con el público llega a principios del XX, con Schomberg y otros. "A partir de aquí, la música culta avanza y el público se queda en Mahler como mucho; y esto también en País Vasco, donde su pretendida vinculación con la música no es más que un tópico", reconoce Lazkano.
No obstante, las cosas pueden cambiar pronto. A la presencia más habitual de estas creaciones en los programas de las dos orquestas del País Vasco y en la Quincena Musical, hay que sumar la apertura de nuevos centros de arte contemporáneo y de creación artística, o la consolidación de las enseñanzas musicales para interpretar esas composiciones.
Partituras a 6.000 euros
La música contemporánea sí cuenta con algún respaldo institucional. Ahí están los 30.000 euros que anualmente destina el Gobierno vasco a la composición musical o los 90.000 con los que respalda las giras artísticas fuera de Euskadi para todo tipo de grupos. Hay además subvenciones menores a la edición de CD, organización de conciertos, etcétera.
Pero esto no es mucho,cuando la edición de las partituras de una obra para orquesta con una duración de diez minutos alcanza los 6.000 euros. "La OSB va a sacar un concurso de composición que supondrá el estreno de dos obras y el pago de la edición de las partituras", explica Juanjo Mena. De momento, se paga a los compositores lo mismo que cuesta alquilar una obra a las editoriales. "Prácticamente, la mitad de la edición; sin duda algo tercermundista".
La Asociación de Compositores Vasco-Navarros o el Grupo Kuraia son las instituciones privadas que tratan de paliar la escasez institucional con conciertos o la grabación de discos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.