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Reportaje:

Un realista contra Wall Street

La inteligencia de O'Neill nunca ha sido discutida, pero era inoportuno y no sabía callarse

Enric González

Las bolsas de Wall Street subieron en cuanto se conoció la destitución de Paul O'Neill como secretario del Tesoro. Fue la salva de despedida a un hombre detestado en las instituciones financieras neoyorquinas, en correspondencia al desprecio con que el propio O'Neill contemplaba la "economía virtual" de los "especuladores".

Para él, salido de una infancia pobre y curtido en el mundo de la metalurgia, la realidad económica era el trabajo, la producción, la competitividad. Hizo de Alcoa la primera empresa mundial del aluminio y, entre tanto, él mismo se hizo multimillonario (con un patrimonio estimado entre 120 y 180 millones de dólares, era el miembro más rico del Gobierno de George W. Bush), pero nunca le interesó el índice Dow Jones.

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"Los mercados suben unas veces y bajan otras", se limitó a decir en la primavera de 2001, cuando Wall Street sufrió su peor semana en más de una década.

Su inteligencia nunca fue discutida. Pero su extraordinaria inoportunidad y su incapacidad para callarse le hicieron protagonista de miles de chistes. En julio de 2002, con el índice Standard & Poor's en caída libre, se fue a Uzbekistán; cuando Brasil empezó a sufrir las embestidas de los especuladores antes de las elecciones presidenciales, dijo que no aprobaría ningún plan de ayuda porque el dinero acabaría en "cuentas suizas"; con Argentina en una situación dramática, afirmó que los argentinos no tenían "nada que valiera la pena exportar".

En junio pasado tuvo el valor de viajar a África con el músico Bono para conocer de cerca la miseria en el continente, algo que la clase política de Washington consideró una muestra de ingenuidad.

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Finalmente, era un republicano tradicional, formado en la Administración de Gerald Ford, antes de que Ronald Reagan cambiara para siempre a la derecha estadounidense. En tiempos de Ford se hizo amigo de Alan Greenspan, con el que mantiene una relación muy estrecha.

Como Greenspan, o como otro de sus amigos, George Bush padre, es demasiado realista como para creer en las tesis económicas reaganianas, también conocidas como "economía vudú", basadas en la idea de que el enriquecimiento de los más ricos acaba elevando el nivel de vida de los más pobres. El "vudú", sin embargo, vuelve a estar en boga en la Casa Blanca de George W. Bush y Kart Rove.

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