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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Qué habría dicho?

¿Qué habría dicho Aznar cuando era jefe de la oposición si se hubiera producido una catástrofe del calibre de la que sufre ahora Galicia y el presidente de la comunidad autónoma afectada y el ministro responsable de la marina mercante hubieran aliviado la tensión yéndose de caza? La referencia de Aznar al "carroñerismo" de los socialistas por pedir explicaciones sobre la gestión de la crisis del Prestige revela una incomprensión absoluta del papel de la oposición, pero también graves fallos de memoria respecto al estilo con que la ejerció hasta 1996: un estilo, impropio de un gobernante, que ayer mismo resucitó Álvarez Cascos al responder airadamente a las críticas socialistas diciendo que él nunca ha pertenecido a un Gobierno que haya "organizado grupos para pegar tiros en la nuca y enterrar en cal viva".

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El Gobierno parece empeñado en demostrar que ha perdido los papeles e incluso algo más. El jueves pasado Aznar respondió a la presencia en Galicia del líder de la oposición acusándole de estar sólo preocupado por "hacerse la foto". ¿La presencia del alcalde Giuliani entre las ruinas de las Torres Gemelas era sólo un gesto demagógico para salir en las fotos? ¿La de Schröder en las zonas más afectadas por las inundaciones del verano pasado en Alemania era una forma de rehuir su responsabilidad o de ejercerla demostrando su proximidad con las víctimas de la desgracia?

El político ejerce también una función representativa que implica dar la cara incluso cuando hay riesgo de que se la rompan. A Zapatero le abuchearon y le arrojaron huevos en la manifestación del domingo en Santiago, pero estaba allí. La ocurrencia de Aznar de que los políticos que se desplazaron a Galicia sólo buscaban la foto la han repetido luego otros ministros como si les acabase de venir a la cabeza. Es injusta y especialmente desafortunada después de que el propio Aznar anunciase que el Rey iba a acercarse al escenario del desastre -lo que ocurrió ayer-, mientras que él sólo lo haría con "soluciones bajo el brazo".

Aznar expuso ayer ante el primer ministro danés (que ejerce la presidencia europea) las iniciativas de su Gobierno en el ámbito de la UE, todas ellas necesarias. Pero durante largos días el Ejecutivo pareció más interesado en minimizar los efectos de la desgracia y en justificar su falta de previsión que en organizar la respuesta. Desgracia más imprevisión provoca improvisación, y eso, junto a una constante falta de información, fue lo que ocurrió. Que se le exijan explicaciones no es carroñerismo, sino la obligación de la oposición. Y puede dar gracias de que la actual no la ejerza con la ferocidad con que él lo hizo.

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