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Reportaje:

Un síndico mayor en apuros

El Parlament y la mayoría de síndicos recelan de Marià Nicolàs, que ha pasado por todos los escalones de la sindicatura

Cuando entró a la Sindicatura de Cuentas como trabajador interino, a mediados de la década de 1980, Marià Nicolàs nunca imaginó que llegaría un día a síndico mayor, un puesto que el protocolo sitúa como una de las principales autoridades de Cataluña. Ni él ni nadie: era un contable, un técnico, una persona reservada, sin ambición. Pero el pasado mayo, Convergència i Unió (CiU) lo sitúo al frente de la institución que controla el gasto de todas las administraciones públicas catalanas. Entonces, el hombre discreto dejó de serlo y empezó a mandar.

La gestión de Nicolàs ha llevado a la sindicatura a la peor crisis de su historia. Hoy acudirá al Parlament para entregar los más de 20 informes que el pleno de la sindicatura tenía ya aprobados en julio, pero que estaban pendientes de encuadernar. Y es que el síndico mayor ha tenido problemas con la encuadernación, pero también con los sellos: el informe sobre Europraxis, empresa vinculada a un hijo del presidente de la Generalitat, ha estado casi dos meses paralizado por falta de sellos. Y con los carburantes: el coche oficial está sin gasolina, a falta de la autorización formal de la junta de gobierno, órgano que se reúne sólo a cuentagotas.

Nicolàs fue contable en Banca Catalana y llegó a la sindicatura de la mano de otros ex empleados del banco

Encuadernación, sellos, carburantes: unos contratiempos quizás comunes entre gente corriente con estrecheces económicas, pero que parecen ridículos aplicados a la sindicatura, que cuenta con un superávit que varias fuentes cifran entre 1,8 y 2,4 millones de euros.

Nicolàs, nacido en Sant Just Desvern (Baix Llobregat) hace 55 años, casado, con dos hijas, es hoy un hombre acorralado por varios frentes. Los trabajadores han llevado a los tribunales sus reivindicaciones laborales -un conflicto que Nicolàs ha heredado de su antecesor-, la mayoría de síndicos le da la espalda -en el último pleno de la entidad, sólo le respaldó su valedor, Xavier Vela- y mantiene un inaudito pulso con el Parlament al negarse a ejecutar algunos mandatos. La izquierda y el PP piden a gritos la dimisión de este licenciado en Economía por la Universidad de Barcelona y profesor mercantil: entienden que con la parálisis de la sindicatura se protegen los intereses de CiU.

Militante de Convergència Democràtica (CDC), comparte con otros de los síndicos que el partido de Jordi Pujol ha situado en la institución -como Xavier Vela y, en el pasado, Manuel Cardeña- un rasgo curricular que impregna carácter: trabajó en Banca Catalana, creada por Pujol en 1961, cuyo hundimiento y el subsiguiente episodio judicial, del que el presidente de la Generalitat fue finalmente exculpado, dejó una herida nunca cicatrizada del todo en el mundo del pujolismo.

En Banca Catalana Nicolàs no ejerció nunca ningún puesto directivo -trabajó de contable- y, tras la crisis, Cardeña lo rescató para la sindicatura, donde ha ocupado todos los puestos posibles: primero, interino; después, auditor funcionario; posteriormente, secretario general, hasta que en 1991 fue elegido síndico por el Parlament a propuesta de CiU. Siempre ha estado en segundo plano, siguiendo las directrices de Vela -fundador de CDC y el síndico más próximo a Jordi Pujol-, al que apoyó en su guerra contra el ex síndico mayor Ferran Termes, que acabó dimitiendo en 2001, y contra Montserrat de Vehí, la persona que CiU pensaba situar al frente de la sindicatura, lo que causó la rebelión de Vela y Nicolàs.

Ante las dificultades de que los síndicos eligieran al sustituto de Termes, el Parlament impuso a Nicolàs como síndico mayor con los solitarios votos de CiU. La elección fue casi simultánea a la entrega del polémico informe sobre el caso Pallerols -de presunta financiación irregular de Unió Democràtica a través de fondos repartidos por Trabajo-, elaborado por Nicolàs. El estudio limitaba al mínimo la investigación sobre Trabajo, motivo por el cual, en una decisión sin precedentes, el Parlament lo devolvió a la sindicatura para que fuese reelaborado. Nicolàs se ha resistido sin disimulo a asumir el encargo.

Los que han seguido su carrera en la sindicatura coinciden en señalar que su elección le ha transformado. Nunca había mandado y ahora quiere demostrar que el que manda es él, sin importarle la falta de apoyos que tiene. Al secretario general de la sindicatura, Josep Ramon Dueso, se lo quiso mostrar la semana pasada, cuando interrumpió alterado una reunión, le sacó del despacho y ante la mirada estupefacta de los trabajadores de la institución le exigió a gritos aclaraciones sobre el contenido de un acta ya aprobada.

A Montserrat de Vehí, avalada por Unió Democràtica (UDC), también le dejó claro enseguida que el hombre tranquilo se había convertido en duro: le negó autorización para comprar la actualización de un manual que necesita para trabajar. La compra del librito no hubiera supuesto ningún golpe insalvable para la economía de la institución: cuesta 16 euros.

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