Un análisis sosegado del IPC de octubre
El autor asegura que la economía española sufre un serio problema de inflación y defiende que el nuevo método de cálculo del IPC resulta más fiable que el anterior
La publicación el pasado jueves del índice de precios al consumo (IPC) de octubre, con una aceleración de medio punto sobre el mes anterior y una tasa interanual que alcanza el 4,0%, ha sembrado desconcierto y parece haber deteriorado la percepción de la inflación en nuestra economía. Un análisis más sosegado sugiere que el problema no surge o se agrava con el dato de dicho mes, sino que viene de antaño.
- En octubre acaba la campaña de rebajas. Desde el inicio de 2001, el Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula un nuevo IPC en el que, entre otras modificaciones, incorpora explícitamente las campañas de rebajas. El tomar en cuenta este fenómeno -especialmente significativo en nuestra economía- es de toda lógica, ya que afecta al bolsillo del ciudadano y es bueno que lo reflejen las estadísticas. No obstante, esta innovación introduce una mayor volatilidad en la evolución del índice, con importantes oscilaciones a la baja en el momento en que operan los descuentos, y al alza, cuando cesan de surtir efecto.
El diferencial del IPC con la zona euro implica un deterioro de la competitividad
En octubre último, el crecimiento intermensual del índice general y de la inflación subyacente fue, respectivamente, del 1% y del 1,12%. No obstante, al excluir la rúbrica de vestido y calzado, que pesa aproximadamente un 10% en la cesta de la compra y donde se concentra, aunque no exclusivamente, la mayor parte de las rebajas, dichos incrementos se reducen al 0,16% y el 0,10%. La imagen cambia sustancialmente y ya no puede decirse, sin otra consideración, que en octubre los precios de consumo crecieron la mitad de lo previsto para el conjunto del ejercicio. Sujeta a los efectos de las rebajas, esta rúbrica manifiesta una gran volatilidad. Así, sus precios aumentaron un 10,6% entre febrero y junio de 2002, descendieron un 9,9% durante la campaña de verano y han subido un 11,2% entre agosto y octubre últimos.
En principio, siempre que las campañas de rebajas coincidan en el mismo periodo del año y no varíen en intensidad, las comparaciones interanuales no deberían verse afectadas por dicho fenómeno. Con todo, el dato de octubre registra una notable aceleración en no menos de un punto porcentual, desde el 3% al 4%, entre octubre de 2001 e igual mes de 2002. ¿A qué se debe este aumento? Aquí el problema es distinto y ya no cabe invocar el cambio en la elaboración del índice.
En ambos periodos, la inflación subyacente se sitúa exactamente en el mismo nivel: el 3,7%. La aceleración es imputable, por lo tanto, a la inflación residual y, más concretamente, a la mayor presión de los precios de los alimentos frescos y de los productos energéticos.
En lo que a la inflación subyacente se refiere, debe destacarse el cambio que han experimentado sus principales componentes. Así, mientras los alimentos elaborados y los bienes industriales se han desacelerado y han restado presión, los precios de los servicios se han acelerado y han contribuido a la elevación de la tasa anual. Es bien conocido que los alimentos elaborados están más sujetos a la variación de los precios de los inputs -materias primas y alimentos no elaborados-, que los bienes industriales no energéticos están sometidos a la competencia exterior y que los servicios, menos expuestos a la competencia, muestran una mayor resistencia a la baja.
En cualquier caso, ha sido la mayor presión de los precios de los alimentos frescos -que han sumado 6 décimas- junto con los de la energía -que han añadido otras 4 décimas- los que explican la aceleración de un punto porcentual de la tasa de inflación en el transcurso del último año.
- Hay un serio problema de inflación en nuestra economía. Lo anteriormente expuesto no impide que la economía española sufra un serio problema con la inflación. Este problema es el elevado nivel de la subyacente -un 3,7% anual-, la resistencia a la baja de determinados componentes -especialmente los servicios- y la acumulación de un diferencial respecto a la eurozona que, desde la fijación irrevocable de los tipos de cambio, suma cerca de seis puntos respecto a países como Alemania o Francia. Este diferencial implica un deterioro de la competitividad de nuestras empresas que, ante tal situación, no tienen otra salida que ceder cuota de mercado o comprimir los márgenes.
Otro elemento a tener en cuenta es el efecto redondeo que ha acompañado la puesta en circulación del euro a principios de año. El impacto ha sido mucho más fuerte de lo esperado y, en la medida que ha supuesto una elevación del nivel de precios, las tasas interanuales arrastrarán su efecto a lo largo de todo el año.
Para el próximo ejercicio y, salvo acontecimientos inesperados, es previsible una franca moderación de la tasa de inflación. El efecto euro debería desvanecerse, cabe asimismo esperar una normalización en el crecimiento de los precios de los alimentos y, excepto la precipitación de una crisis en Oriente Medio que catapultase, aunque sólo fuera transitoriamente, la cotización del crudo, también los precios de la energía deberían restar presión.
Es importante una interpretación correcta de la evolución de los precios en nuestra economía para evitar una peligrosa repercusión en cascada de las alzas, muy especialmente sobre los costes laborales y de producción. Pero no lo olvidemos, el nuevo IPC, más correcto y que refleja mejor la evolución real del coste de la cesta de la compra, nos reservará nuevas sorpresas que debemos aprender a interpretar.
Federico Prades es economista.
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