La soldado que dice que fue violada acusa a altos mandos de encubrimiento
El abogado del supuesto agresor sexual anuncia acciones legales por esta acusación
La soldado que ha denunciado ser víctima de una violación por un superior dijo ayer que altos mandos del Ejército intentaron encubrir los hechos poco después de que ocurriesen, en un cuartel de Cáceres. Dolores Quiñoa, a la que el Tribunal Supremo ha dado la razón en una primera acusación de trato vejatorio, añadió que, además de esos abusos, el teniente Iván Moriano la violó, aunque ella lo ocultó por miedo. Y aseguró que no hubo investigación tras la inspección oficial.
Estas acusaciones no han modificado la postura del Ministerio de Defensa, que ayer insistió en que no va a hacer comentarios sobre el asunto. Sin embargo, la soldado sostiene que el ministerio conocía ya en septiembre su versión de la violación, ya que ella envió un relato pormenorizado de los hechos por escrito a la Delegación de Defensa de Lugo, aún no respondido.
A su vez, el abogado del teniente, Gonzalo Muñiz, sostuvo ayer que su cliente está en Bosnia y que no recuerda nada por el estado de embriaguez en el que se hallaba, aunque presentará acciones legales por la acusación de violación.
Los hechos, ocurridos el 11 de mayo de 2000, han sido ahora expuestos por la soldado Quiñoa, de 28 años, en una entrevista teléfonica con EL PAÍS: "Después de llevar dos días de acampada con unos 50 compañeros, entre los que sólo dos éramos mujeres, me tocaba la tercera imaginaria, es decir, el último turno de guardia, de cinco de la madrugada hasta el toque de diana. El teniente nos mandó llamar a mí y a mi compañero de guardia, pero le pidió a él que regresara al campamento y a mí que le siguiera", relata Quiñoa, quien no sintió miedo porque hasta entonces todo iba bien. "Era una más y, además, los soldados confiamos plenamente en los mandos".
Dice que empezaron a andar hasta llegar al muro que rodeaba el campamento. Recuerda que el teniente saltó sin problemas, "por lo que no podía ir tan borracho. Sabía perfectamente lo que hacía".
"Fue entonces cuando me dijo que me quitara las botas, y la guerrera y los pantalones y todo. Entre humillada y avergonzada, le decía que no lo veía normal pero él repetía que era una orden, y si eres soldado, sabes lo que eso significa, y decía que se trataba de 'la prueba del frío'. Me quedé desnuda y hacía un frío tremendo y llovía. Él hablaba sin cesar y me pedía que le hablara al oído y que le dijera las cosas que se me ocurrían para entrar en calor. Se acercaba y me pedía que lo utilizara a él. Recuerdo que le insinué que podía ponerme a correr o a hacer flexiones para entrar en calor. Estaba desconcertada. No dejaba de pensar en que tenía un arma... y me cogió, se bajó los pantalones y me violó allí mismo. Me quedé paralizada, lloraba. Cuando terminó, volvió a saltar el muro y se fue, pero antes me dijo que no se me ocurriese decir nada y que, para justificar mi tardanza, dijera que me había dormido en la guardia", recuerda.
Quiñoa se vistió como pudo, saltó el muro y se encontró a todos los reclutas ya formados: "Nos estaban esperando. Nos habían estado llamando a gritos. Sólo faltábamos el teniente y yo", continúa.
"El sargento, que previamente le había preguntado al teniente por mí aunque éste dijo no saber nada, me miró y se dio cuenta de que había pasado algo. Me llamó y me preguntó. Entre lágrimas, sólo acerté a decirle que había estado desnuda al otro lado del muro con el teniente. Me mandó formar y regresamos a Cáceres. Todos se dieron cuenta de que había pasado algo". Y, esa misma noche, durante la formación en la que se leía la orden del día y se hacía el recuento, uno a uno pidieron al superior la dimisión "por lo que le habían hecho" a su compañera.
El campamento se revolucionó y fue cuando llegaron todos los mandos de Madrid. La soldado recuerda sólo el nombre de un coronel, al que identifica como Rafael Dávila y que fue a buscarla. "No me dijo lo que podía hacer, sólo que lo sentía, que no era normal en el Ejército y que habían expulsado al teniente, que fue destinado en otro cuartel después".
El teniente se disculpó varias veces, e incluso la sorprendió en el baño. "Pero como no surtía efecto, siguió amenazándome. Incluso quiso normalizar todo contándoselo a los soldados". Así lo recuerda Muñiz al explicar que éste fue cesado en su destino: "Lo mejor era que se fuera de allí. Había tenido problemas con los soldados. Incluso tuvo que reunir a la unidad y contarles lo sucedido".
"Pero sólo contó lo que yo ya le había dicho al sargento y lo único que yo diría en el juicio bajo amenazas: que me había obligado a desnudarme", dice ella. Sin embargo Muñiz señala que si Quiñoa hubiese denunciado la violación durante el juicio habrían tenido que aceptarla porque su defendido decía no acordarse de nada. "¿Por qué lo dice ahora?", se pregunta. "Quiero que se sepa toda la verdad", dice Quiñoa. "Me han llamado muchas soldados que han vivido cosas similares y, ¡ya está bien!, alguien tiene que tirar de la manta".
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