Vuelve el paro
En el otoño de 1994 los españoles dejamos atrás la peste del crecimiento del paro. Entonces el empleo empezó a crecer a tasas importantes y el paro comenzó a caer de forma notable. Este saludable ciclo se ha roto en este año 2002 y la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre levanta un acta preocupante que certifica la expansión creciente en España de la enfermedad del desempleo. Es verdad que la encuesta recoge que la cifra de ocupados en el tercer trimestre de este año era todavía un 1,78 % superior a la del mismo trimestre de 2001, pero éste es el único mensaje positivo de la encuesta.
En efecto, la encuesta muestra que el paro, que empezó creciendo en el primer trimestre del 2002 al 8% y en el segundo trimestre lo hacía a un ritmo del 10,5%, en el tercer trimestre estaba creciendo a un ritmo del 14,8% anual. No sólo crece el paro, sino que el ritmo al que crece se acelera. Según la EPA del segundo trimestre, el paro estaba creciendo al ritmo de 190.000 personas al año. La EPA publicada ayer muestra que el paro ha pasado a crecer a un ritmo de 272.000 personas al año, lo que significa que cada día hay 750 españoles más que pasan a la condición de parados.
Para quitarle importancia se dice que está sucediendo lo mismo en Europa. Es falso. España no sólo tiene la tasa de paro más alta de Europa, sino que es el país de la Unión Europea donde más ha aumentado el paro en los últimos doce meses. La tasa española ha subido en un año al 11,4% (1,2 puntos de aumento), mientras que la tasa media de la Unión es del 7,6% (0,3 puntos de aumento en el mismo periodo).
En lo que se refiere a la creación de empleo, la caída del ritmo también es notoria. De los 364.000 empleos de aumento anual que se citaban en el debate de presupuestos hace un mes, hemos pasado a 285.000. Y eso que la comparación interanual no refleja la profunda desaceleración del empleo que se produce en términos inter-trimestrales desestacionalizados. Aunque los datos de crecimiento anual de la ocupación todavía son positivos, las cifras de la EPA sugieren que esto se debe a que las rigideces del mercado de trabajo están sujetando el empleo de los trabajadores más protegidos, fundamentalmente los asalariados con contrato indefinido, pero empieza a registrarse destrucción de empleo en las capas de ocupados menos protegidas por la legislación.
En efecto, se observa que ya hay destrucción de empleo en los trabajadores por cuenta propia (-1,8%), en los asalariados con contrato temporal (-0,28%) y en los jóvenes, cuya destrucción de empleo se sitúa en ritmos del -2,9% y el -9,8% al año según edades. La cadena del empleo siempre empieza a romperse por su parte más frágil.
Es obligado recordar lo obvio: perder el puesto de trabajo es un drama. La situación de los jóvenes menores de 25 años que están viendo desaparecer sus puestos de trabajo a un ritmo del -4,4% al año es seria. Los hogares españoles en los que todos sus miembros en edad de trabajar están en el paro están aumentando a un ritmo del 18% anual y se acercan al medio millón. Acoger estas cifras con satisfacción, como ha hecho un miembro del Gobierno, no sólo es un insulto a quienes sufren, sino una muestra de la pérdida de rumbo de la política económica.
El deterioro del mercado de trabajo acabará teniendo consecuencias sobre el consumo, lo cual repercutirá sobre el crecimiento, y a su vez sobre, la propia evolución del empleo.
Cuando el Partido Popular accedió al Gobierno en 1996, la economía española estaba creando empleo y el paro estaba reduciéndose a un ritmo de 70.000 personas al año. Ahora el paro está aumentando a un ritmo de 270.000 personas al año. El problema es que ahora no podemos sentarnos a disfrutar de una tendencia favorable mientras dure. Ahora, cuando el paro no sólo crece, sino que se acelera, es más necesario que entonces que el rumbo de la política económica fije su objetivo en la reducción del desempleo.
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