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50 inmigrantes 'sin papeles' vivien de aparcacoches en Chamberí

Muchos de estos subsaharianos han sido trasladados desde Canarias por el Gobierno

Joseph no sabe qué es un gorrilla. Este inmigrante de Camerún nunca ha oído hablar de esos personajes que, en las ciudades andaluzas, ejercen de aparcacoches sin permiso levantando protestas entre los conductores por su insistencia en pedir propinas. Pero él, empujado por la necesidad, también se ha visto obligado a hacer de gorrilla. Como Joseph, más de 50 subsaharianos, algunos de ellos trasladados desde Canarias a Madrid por el Gobierno, sobreviven ayudando a aparcar coches en los alrededores del hospital de la Cruz Roja, junto a la avenida de la Reina Victoria (Chamberí).

Joseph suele apostarse en las calles de los generales Dávila y Asensio Cabanillas. Es una zona de clínicas con gran movimiento de vehículos. Un conductor busca un hueco y él le señala uno libre. Luego, discretamente, se aleja sin pedir un duro. Son los propios conductores, una pareja de mediana edad, los que se le acercan para darle unas monedas. La necesidad aguza el ingenio, y estos inmigrantes ya descubrieron, durante su estancia en Canarias, que como gorrillas podían sacarse unos cuartos.

'Hace seis meses llegué a Canarias en una patera y desde allí me vine por mi cuenta a Madrid. No tengo papeles ni posibilidad de conseguirlos, y para los negros es muy difícil encontrar un empleo sin permiso de trabajo, así que con algo tengo que sobrevivir, no voy a estar cruzado de brazos', explica este joven de 25 años que dejó en su país a su mujer y a su hija. En Camerún trabajaba de conductor.

'Me vine porque allí las cosas están mal, pero España es difícil porque el Gobierno no quiere regularizar a los inmigrantes. Con papeles encontraría trabajo y no tendría que hacer esto', continúa. Cada mañana, temprano, acude a su puesto, a pie de bordillo. 'Puedo sacar de cinco a diez euros al día, que dedico a sobrevivir y a llamar a mi familia. Duermo en la calle porque no me gustan los albergues, hay mucho loco', dice. Un quiosquero de la zona explica que la llegada de estos aparcacoches se remonta a antes del verano y que, por ahora, no ha oído quejas.

Comunidad africana

También se ven gorrillas en las calles de Julián Romea y del General Rodrigo. Pero, sobre todo, en la confluencia de San Francisco de Sales con Pablo Iglesias. Allí, en un pequeño parquecito junto a la estatua del fundador del PSOE, se ha formado desde hace meses una comunidad africana. La cercanía del centro de atención a inmigrantes de Cruz Roja, en la calle de Juan Montalvo, y de la ONG Karibu, en la de Santa Engracia, puede explicar el lugar elegido. Hay nigerianos, ganeses y ciudadanos de otros países del continente africano.

Duermen allí o en otros parques y buscan ayuda en Cruz Roja y Karibu. Mientras, por turnos, están atentos a los conductores que quieren aparcar. Pero hay quien cree que, más que ayudar, entorpecen. 'En vez de estacionar tranquila tengo que estar pendiente de no atropellarlos', se queja una conductora.

Maite, vecina del barrio, se sintió amedrentada hace una semana. 'Cuando una amigo y yo nos disponíamos a aparcar se acercaron un montón de africanos, nos asustamos y nos marchamos sin estacionar. No es que nos hicieran nada, pero los ves tan grandes y tantos que te impresiona', explica. 'Las instituciones deberían hacerse cargo de estas personas, porque tener a tantos hombres jóvenes en la calle y sin trabajo es un polvorín. Ahora no pasa nada, pero la situación podría estropearse: también algunos rumanos empezaron limpiando cristales y acabaron causando daños si no se les daba dinero', añade. Una comerciante de la calle de Pablo Iglesias asegura, por el contrario, que siempre les da propina: 'A veces ni me la piden, pero me parece terrible cómo viven', subraya.

Basiro, de 25 años y procedente de Guinea Bissau, explica que él, como la mayoría de los asentados en el parque, ha llegado de las islas Canarias. Unos por su cuenta y otros, como él, trasladados por el Gobierno para descongestionar los centros de internamiento de extranjeros indocumentados que hay en el archipiélago.

Una vez en la capital, estos africanos se encuentran en un callejón sin salida: las autoridades no les pueden expulsar, porque o no está comprobada su nacionalidad o no hay convenios de repatriación con sus países, y tampoco pueden obtener papeles porque el Ejecutivo ha cerrado todas las vías de regularización a los inmigrantes indocumentados. 'Hay gente que nos da dinero y otros se molestan, pero de algo tenemos que vivir', argumenta Basiro mientras observa atento el movimiento de los coches.

Albergues abarrotados

André Ntibarusiga, responsable de Cruz Roja, explica que algunos de los inmigrantes subsaharianos que trabajan como aparcacoches en Chamberí acuden cada mañana para ver si tienen plaza en uno de los dos albergues municipales para extranjeros regentados por esta organización. Pero a menudo se van con las manos vacías. 'Los dos refugios para inmigrantes, con 180 camas, están a tope, y en otros albergues les exigen una documentación que no tienen. No pasan hambre, porque comedores hay, y también roperos y servicios médicos; el problema es el alojamiento', precisa este burundés afincado en Madrid.Antonio Díaz Freijo, de la ONG Karibu, califica de 'terrible' la situación de estos inmigrantes. 'Si les dieran papeles tardarían muy poco en encontrar empleo, porque nos llaman empresarios todos los días pidiéndonos trabajadores. Pero el Gobierno se ha empeñado en hacer pedagogía y niega los papeles a los extranjeros que han entrado ilegalmente', señala. 'Estas personas quizá tendrían más posibilidades en otras provincias, pero prefieren estar agrupados, y creen que la capital puede ofrecerles más', añade. Díaz Freijo se pregunta qué pasará cuando llegue el frío: '¿Se esperará a que ocurra alguna desgracia para buscar soluciones?'.

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