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Crónica:FÚTBOL | Octava jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Valencia revalida en Montjuïc

Lección magistral del equipo de Benítez en el mismo campo donde puso la directa al título

Robert Álvarez

Le da igual que sea en Anfield o en Montjuïc, que el calendario le lleve a Basilea o a Madrid. El Valencia va dejando huella en todos los estadios, indicios. Un desafío: quien aspire a desposeerle del título, que se ate los machos. Si se requiere de las intervenciones de urgencia de Cañizares, ningún problema. Y si no, pues tanto mejor, que el Espanyol, pese a su espectacular mejora, tampoco es el Liverpool. Sucede que este Valencia tiene jugadores, estrategia y una puesta en escena en la que no se advina el mínimo desliz. No lo destempla ni la consabida resaca europea tras un triunfo tan sonado como el que atrapó en Liverpool. Da miedo. Y por encima de todo, ofrece una sensación de fiabilidad, hoy por hoy única en el campeonato. Ayer ganó en Montjuïc. Le costó. No podía ser menos ante un Espanyol en plena efervescencia, renacido después de los dos triunfos consecutivos con los que había salido de la zona infernal de la tabla y que jugó más que decentemente. Pero el Valencia lo superó y se ganó a pulso los tres puntos.

ESPANYOL 0| VALENCIA 1

Espanyol: Argensó; Navas, Soldevilla, Domoraud, David García; Morales (Luque, m.79), Roger; Toni Velamazán (Iván De la Peña, m.54), Maxi, Martín Posse; y Milosevic (Tamudo, m.54). Valencia: Cañizares; Curro Torres, Ayala, Pellegrino, Fabio Aurelio; Albelda, Baraja; Rufete, Aimar (Mista, m.77), Vicente (Kily González, m.65); y Carew (Angulo, m.81). Gol: 0-1. M.73. Fabio Aurelio transforma magistralmente una falta desde el borde del área haciendo pasar el balón por encima de la barrera con mucho efecto, a media altura y ajustado al palo izquierdo de Argensó. Árbitro: Esquinas Torres, del colegio madrileño. Mostró tarjeta amarilla a Pellegrino. Estadio Olímpico de Montjuïc. Unos 35.300 espectadores.

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El armazón valencianista es imponente. Carew es un toro que desarregla cualquier defensa. Y por si Soldevilla o Domoraud no tuvieran bastante con el noruego, de vez en cuando Aimar les ponía los pelos de punta. Los encaraba a toda mecha, con el balón bien pegadito a los pies. Y no es porque el Espanyol no tratara de atrapar al argentino muchos metros antes, que en esa tarea se desfondó Morales. Pero no había manera de controlar al liviano mediapunta argentino. Benítez alineó a Vicente por la izquierda. Otra pesadilla para Navas. Y no digamos ya lo de Baraja, que las rascó todas en el tremendo trasiego que se desarrolló en el centro del campo. Pero no contento con eso, llegó con facilidad arriba y hasta envió un cabezazo a la cepa del palo. Fue el primer aviso del Valencia. Luego hubo otro balón de Carew que lamió el travesaño, en una de las muchas acciones en las que su equipo demostró lo peligroso que resulta en el juego aéreo.

El Valencia cuenta con un sistema defensivo que dejó ayer a los delanteros del Espanyol sin posibilidad de hablar con Cañizares. Misión imposible porque eran frenados tan lejos del dorado portero que sólo hubieran podido hacerse oír provistos de un megáfono. Así las cosas, Roger trató de manera repetida de reeditar su golazo ante el Recreativo. Ayer no se atrevió a probarlo desde 54 metros, pero era a unos 30 o 35 metros de Cañizares donde ponía el límite la defensa valencianista. De allí no pasaban los blanquiazules. Por intentar que no quedara. Roger lo probó desde tan lejos y también Maxi. El estado de ebullición del Espanyol daba cuanto menos para tal atrevimiento. El Valencia ajustó las piezas en el centro del campo y el partido adquirió un ritmo infernal y pese a que a veces se trabó, el juego resultó admirable y por momentos entretenido.

Moya, el nuevo técnico del Espanyol, volvió a intentar lo que tan buen resultado le dio en Málaga. Diez minutos después del descanso, metió en el equipo a Tamudo, que algo renqueante volvió a empezar en el banquillo, y a Iván De la Peña. La tralla le dio al Espanyol para cinco minutos. Por una vez Cañizares tuvo un sofocón. Tamudo, a diferencia de Milosevic, las persigue todas y pilla por sorpresa. Y De la Peña puso en un brete a Pellegrino cuando lo regateó y enfilaba ya un camino expedito hacia Cañizares. El central argentino lo derribó y el árbitro estimó que la tarjeta amarilla era suficiente castigo. Discutible, cuanto menos.

Lo que no es cuestionable es la victoria valencianista. Antes de que Carew enviara por segunda vez al palo ya estuvo a punto de superar a Argensó con una vaselina. Y poco después, la penúltima correría de Aimar requirió la entrada en falta de Domoraud. Por si no tuviera suficientes armas letales, allá que se fue Fabio Aurelio para ejecutar un lanzamiento perfecto: con rosca, duro, por encima de la barrera, junto al palo, inalcanzable para Argensó. Fue el golpe definitivo. Benítez introdujo cambios de enjundia. Pero daba igual. El Valencia, ya lanzado por la inercia del gol, funcionaba como un reloj. Así revalidó el triunfo con el que el año pasado, en Montjuïc, después de remontar un 2-0 que habría dejado en el paro a Benítez, metió la directa al título.

Ayala despeja contundentemente ante Maxi Rodríguez.
Ayala despeja contundentemente ante Maxi Rodríguez.RAFA SEGUÍ

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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