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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El presente continuo

De un modo sigiloso, pero persistente, se viene introduciendo en nuestro país la narrativa del italiano Erri de Luca (Nápoles, 1950). Se han editado en castellano Aquí no, ahora no (Akal, 2000), Adelfa, arco iris (Akal, 2000) y Tú, mío (Muchnik, 2000). Todas son novelas de corta extensión -un formato muy acorde con la sequedad de su prosa-, con un tono poético de exhortación de prosodia bíblica. Erri de Luca es un experto lector de la Biblia; ha traducido del hebreo algunos libros del Antiguo Testamento: Éxodo, Eclesiastés, Jonás, el Libro de Ruth. A propósito de Tres caballos, definió su estilo anclado en el duelo, una fórmula que invoca el pasado sin apelar al recuerdo. Esta observación es clave para apreciar el uso del tiempo en esta novela, contada en un presente inmediato, incluso cuando se rememoran sucesos vividos veinte años atrás. El título hace referencia a la edad del hombre, que tiene la duración de tres caballos.

TRES CABALLOS

Erri de Luca Traducción de César Palma Akal. Madrid, 2002 107 páginas. 7,50 euros

El protagonista, un hombre que trabaja de jardinero, ha vuelto de Argentina; allí le llevó el amor de una mujer; ella fue asesinada por los militares, y él entró en la lucha clandestina. Regresó para salvar la vida, pero no es un refugiado político. Vive en soledad, familiarizado con la tierra y los árboles, en un tiempo sin futuro. Sus tareas son primordiales: cultivar un jardín ajeno y leer libros. Lee mientras come. 'Sólo leo libros usados', así comienza la novela, con esta apelación al desgaste del tiempo. Cuando trabaja, cuando come y lee, no piensa ensí mismo; se considera un 'disecado vivo'. El encuentro con Laila, una prostituta, le devuelve el tiempo del amor, y le permitirá hablar de sí mismo, insertarse en una epopeya, ser el narrador de su historia. La mujer le escucha con devoción y extrañeza: 'Dice que nunca ha conocido a nadie que hable del pasado en tiempo presente'.

El argumento, o más bien las vér

tebras que sostienen el relato, son de una concisión y de una resonancia increíbles. Erri de Luca hace que la historia emerja con precisión en la conciencia de su personaje con párrafos muy concretos. No necesita describir. Más que contar, vive de nuevo su infortunio. Si dice que toma aceitunas, su sabor se concreta en la página; si remueve la tierra, hay un sonido de azada alrededor de sus palabras. Cada párrafo es una expresión tan precisa, que se sostiene en su enunciación, como si sólo bastara nombrar para que lo nombrado aparezca. La potencia lírica de la prosa de Erri de Luca paraliza el discurso narrativo; el tiempo está quieto, pero en esa inmovilidad todo está amenazado.

El relato opera mostrando la imposible duración del presente. El tiempo es advertencia del sufrimiento, del absurdo. Y el hombre, para quien la lectura es un refugio contra la violencia, no podrá escapar a la inesperada bondad. Sus relaciones son muy escuetas y tácitas: el dueño de la finca, el tabernero de la casa de comidas, un inmigrante africano al que permite que corte flores para vender en los bares. Todos tienen un pasado borroso, pero son libres, con la autosuficiencia del día a día. Sólo Laila está presa por 'gente experimentada en hacer daño'. El peligro que rodea a la mujer, que no puede abandonar sin riesgo su condición de prostituta, actualiza en el jardinero la experiencia de estar perseguido. Para volver a sentirse vivo, deberá rescatar a Laila de su pasado, deberá cambiar el libro por 'un verbo maldito', el verbo matar, que 'permanece incrustado en el cuerpo de ese modo; en infinitivo'. La decisión está tomada, pero el inmigrante arregla por él la vida amenazada de la prostituta: 'No quiero pensar en el amigo que me paga una deuda con un abrazo y, después, con un degüello'.

Esa violencia, que se resuelve como una forma convulsa de la lealtad, rompe el tiempo del relato, y el narrador puede al fin adscribirse a la vida de las palabras que conceden un lugar a la memoria: 'Cojo el libro, dejado en su doblez, y recupero el ritmo de su paso, el respiro de otro narrador. Si yo también soy otro es porque los libros, aún más que los años y los viajes, desplazan a los hombres'.

No desperdiciar el día

ERRI DE LUCA publica su primera novela, Aquí no, ahora no, en 1989, cuando está a punto de cumplir cuarenta años. Como ocurre con los escritores tardíos, su prosa peculiar, seca y concentrada, surge ya formada, y sus libros posteriores, que desde entonces se suceden con regularidad, confirman la radicalidad de su estilo. Leído en sus comienzos en círculos restringidos, la fama le llegó diez años después con Tú, mío, traducido a varias lenguas. Ha publicado ya más de una docena de novelas.

A los 17 años abandonó la casa familiar para unirse a la organización de extrema izquierda Lotta Continua, a la que estuvo vinculado hasta su disolución en 1976, y durante veinte años trabajó de albañil. Al final de la jornada laboral, con el horizonte de las horas muertas, veía compulsivamente la televisión -Erri de Luca, en esos años, era teleadicto- hasta que decidió cambiar ese hábito por la lectura. Según sus palabras, no quería tener la sensación de 'haber desperdiciado inútilmente el día'. Inicia estudios de cultura clásica, y se convierte en un agnóstico conocedor del hebreo antiguo de la Biblia. A estos datos hay añadir que su compromiso social le llevó de voluntario a conducir camiones en la guerra de Bosnia. Además, es un apasionado de la escalada, es decir, del cansancio físico, sensación muy perceptible en su prosa, que tiene cadencia de respiración corta, de cuerpo fatigado, de austeridad, de extenuación necesaria.

'Los pensamientos nacen', ha escrito De Luca, 'de la intimidad física con las palabras: cuantas más palabras tiene uno a su disposición, más ideas genera'. Y también: 'Me da vergüenza inventar. Tal vez por falta de imaginación, pero, sobre todo, porque me parece un abuso de confianza'. Lo cierto es que cada página suya parece que surge de una urgencia muy apegada a la experiencia, y no precisa de metáforas ni símbolos. Expresar la voz de la experiencia, atenerse fielmente al enunciado de la voz, ésa es la poética de Erri de Luca. De ahí la convicción que producen sus novelas, que nunca son largas porque sólo retienen lo imprescindible.

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