El despertar tras la amnesia
Cientos de miles de republicanos murieron en la guerra civil o huyeron al extranjero tras la derrota, pero un contingente aún mayor se quedó en España y vivió en las décadas siguientes un doloroso exilio interior marcado por el miedo, el silencio y la marginación en el mejor de los casos o la cárcel, las torturas, los trabajos forzados y las ejecuciones en el peor. Poco se había hablado hasta ahora de esos millones de españoles del bando de los vencidos que vivieron como secuestrados en su propio país hasta la muerte de Franco. Ahora, sin embargo, las librerías están repletas de obras de historiadores, ensayistas, periodistas y novelistas que les conceden la palabra para que cuenten sus historias de presos políticos, familiares de desaparecidos, funcionarios represaliados, escritores silenciados, artistas ninguneados o combatientes clandestinos.
'El conflicto entre las dos Españas no ha terminado. Terminará cuando pueda hablarse del conflicto' Dulce Chacón
'La transición fue un pacto político para borrar las responsabilidades, incluidas las morales' Vicenc Navarro
Quizá mientras iba construyéndose la democracia resultaba demasiado doloroso y conflictivo hablar de lo que Rafael Torres llama, en uno de esos trabajos recién publicados, 'víctimas de la Victoria', e Iñaki Gabilondo y Carlos Elordi, en otra novedad, califican de 'años difíciles'. Pero el momento parece haber llegado. 'Es verdad que los jóvenes, los menores de 30 años, están ahora más interesados en todos los temas relacionados con la guerra civil y el primer y más duro tramo de la posguerra', dice el historiador Santos Juliá, que confiesa su asombro por lo bien que se vendió Víctimas de la guerra civil, una recopilación de trabajos históricos coordinada por él. Y se lo explica así: 'Este interés de la nueva generación se corresponde a la mirada del nieto sobre el abuelo, que siempre es más interesada, más fascinada, más curiosa que la mirada del hijo sobre el padre'.
A Javier Cercas, el autor de la novela Soldados de Salamina, le gusta la fórmula de 'la mirada del nieto' empleada por Juliá. 'Yo mismo', cuenta, 'me he llevado la gran sorpresa de ver que mi libro interesa mucho a los chavales de 18 o 20 años, casi más que a la gente de más de 40 años. Estos chavales tienen una mirada propia sobre la guerra civil y el franquismo, una mirada más tranquila, menos hipotecada. Su interés por ese periodo no es vindicativo; lo único que pretenden es conocer la verdad, saber qué les pasó a sus abuelos y bisabuelos'. Dulce Chacón, que en su novela La voz dormida ha recogido numerosos testimonios de las españolas que perdieron la guerra, también cree justo y necesario saciar la sed de conocimiento de los españoles que nacieron una vez muerto Franco. 'Nosotros, la gente que estamos en los cuarenta o los cincuenta años de edad, somos los hijos del silencio de nuestros padres', afirma. 'Pero es hora de romper este silencio en beneficio de nuestros hijos. Tenemos que rescatar la historia silenciada, es una responsabilidad de nuestra generación'.
Chacón cuenta que escribió La voz dormida impulsada por 'una necesidad moral'. 'No lo hice por revanchismo personal, puesto que la mía era una familia conservadora de Almendralejo y nuestros muertos lo fueron a manos de los milicianos', explica. 'Pero es verdad que la derecha es la que más se ha resistido a romper el silencio sobre las tropelías de la guerra civil y el franquismo. Sigue usando el argumento de que los rojos también cometieron muchos; pero los crímenes de los rojos ya han sido muy contados, ya se encargó de ello el franquismo durante cuatro décadas. Ahora me parece más útil e interesante contar los sufrimientos de los vencidos'. Nadie debería sentirse personalmente amenazado por este ejercicio, piensa la escritora. 'El rescate de la memoria', dice, 'no tiene por que suponer un conflicto, el preludio de una nueva guerra'.
No habrá nueva guerra, augura Cercas. Los españoles pueden ahora 'mirarse en el espejo sin avergonzarse de sí mismos, reconociéndose como el intratable pueblo de cabreros que fueron y por fortuna han dejado de ser'. ¿Está tan seguro el escritor de que ya no somos un pueblo belicoso y cainita? 'Sí', responde rotundamente. Y tras una corta reflexión matiza: 'Aunque persisten algunos hábitos mentales del franquismo y la secular tradición autoritaria española; en particular, una cierta intolerancia, una tendencia a pensar que alguien es tu enemigo por el mero hecho de que piense distinto de ti. Aquí en cuanto discrepas de alguien es como si dejaras de ser su amigo'.
Vicenç Navarro, premio Anagrama de Ensayo por Bienestar insuficiente, democracia incompleta, es de los que disienten de la comúnmente aceptada visión rosa de la transición española. 'La transición', dice, 'fue un pacto político para borrar las responsabilidades, incluidas las morales, las simbólicas. Además de amnistía se decidió que hubiera amnesia. Así que la transición no fue modélica; puede que no hubiera otra alternativa, pero no fue modélica. Como había un gran desequilibrio entre el poder de las fuerzas conservadoras y el de la izquierda, se saldó en términos muy favorables a la derecha. Esto', prosigue, 'se tradujo en que la democracia española es incompleta'.
¿Cuándo será completa? 'Cuando su cultura oficial sea antifranquista', responde el profesor y escritor catalán. 'No se puede ser demócrata sin ser antifranquista y, fíjese, en este país aún hay estatuas de Franco y el partido en el Gobierno, el PP, no ha efectuado nunca una denuncia formal, completa, sin paliativos del franquismo. Eso', señala, 'no pasa en Francia, donde la derecha abomina oficialmente del régimen de Vichy, ni en Alemania e Italia, cuyas derechas rompieron abiertamente con el nazismo y el fascismo'.
Así que el debate sobre el rescate de la memoria de los vencidos en la guerra civil está vinculado al debate sobre la transición. Santos Juliá no está de acuerdo con la visión crítica de Vicenç Navarro sobre ese último periodo. 'No había otra solución', dice, 'que la amnistía y ésta debía ser general, para los dos bandos, para los crímenes de Paracuellos y los fusilamientos de la plaza de toros de Badajoz'. Juliá tampoco encuentra demasiadas novedades 'cualitativas' en la actual avalancha de títulos sobre la guerra civil y el franquismo. 'No es verdad que hasta ahora haya habido una censura o autocensura sobre estos asuntos', asegura. 'De ellos se ha publicado mucho en los últimos lustros, aunque lo que se ha hecho ha sido excluirlos del debate político, lo que no me parece mal. Pero ya desde finales de los setenta y comienzos de los ochenta', continúa, 'los historiadores desenterraron muchos muertos de las cunetas. Lo que hay ahora es una gran operación comercial, que coincide con el mayor interés de las generaciones más jóvenes'.
Dulce Chacón y Javier Cercas se sitúan a medio camino de las valoraciones de Navarro y Juliá sobre la transición. Los dos están de acuerdo con la amnistía pero reivindican muy intensamente la necesidad de despertar de la amnesia. 'Es indudable que en los pactos de la transición se optó por el silencio y que el silencio se ha hecho costumbre, una mala costumbre', afirma la autora de La voz dormida. 'No es que hubiera un pacto maquiavélico de silencio en la transición', señala Cercas, 'fue algo más sutil y probablemente necesario. En aquel momento lo mejor era que los herederos de los derrotados renunciaran a pasar cuentas y, en contrapartida, los herederos de los vencedores aceptaran la creación de un sistema político que acogiera a unos y otros. Pero es cierto que eso dejó una neblina de equívocos, malentendidos, medias verdades y simples mentiras. Ahora ya han pasado 27 años desde la muerte de Franco y hay que despejar esa neblina, ahora se pueden y se deben contar las historias escalofriantes de la represión franquista'.
Hace apenas cinco o seis años que Vicenç Navarro regresó a España tras tres décadas largas viviendo en el extranjero. 'Me apenó mucho, me impactó muy negativamente', rememora, 'la ignorancia de los estudiantes, de mis propios estudiantes de la Universidad Pompeu Fabra, sobre la II República, la guerra civil y la dictadura franquista. Sí, es verdad que ahora están saliendo muchos libros sobre todo eso, pero a cuánta gente alcanzan. España es un país con un gran abismo entre la cultura académica y la de la calle, y los medios de comunicación de masas, y en particular las televisiones, nunca abordan el reciente pasado español. Sólo conozco dos trabajos televisivos, el de la Fundación Pablo Iglesias sobre el exilio y el documental de TV-3 que reveló la atroz historia de los niños que les fueron arrebatados a madres rojas. Ese documental descubrió que lo que ocurrió bajo las dictaduras chilena y argentina también había pasado en España. Y, como señaló un editorial de The New York Times, es curioso que un juez español como Garzón tenga tanto empeño en juzgar a Pinochet mientras que los familiares de los desaparecidos bajo el franquismo tienen que pedir ayuda a la ONU'.
Santos Juliá observa que es cierto el que, a tenor de las encuestas, 'los españoles tienen una valoración ambigua de Franco, no lo satanizan como los alemanes a Hitler'. 'Quizá', argumenta, 'se deba al hecho de que la mayoría de los adultos actuales no conoció los años peores, los treinta y los cuarenta, sino más bien los cincuenta, sesenta y setenta. Y recuerda que en la segunda mitad del franquismo había falta de libertades pero también una mejora de la calidad material de vida'. Tal vez por eso son aún más necesarios los ejercicios de ficción o no ficción que recuerden -descubran en muchos casos a millones de españoles- los horrores sobre los que se cimentó aquella dictadura. Hace una semana, Javier Marías declaraba en Babelia que 'todavía estamos viviendo las consecuencias de la guerra civil'. Dulce Chacón es aún más radical. 'El conflicto entre las dos Españas', asegura, 'no ha terminado. Terminará cuando pueda hablarse del conflicto'.
Cientos de miles de republicanos murieron en la guerra civil o huyeron al extranjero tras la derrota, pero un contingente aún mayor se quedó en España y vivió en las décadas siguientes un doloroso exilio interior marcado por el miedo, el silencio y la marginación en el mejor de los casos o la cárcel, las torturas, los trabajos forzados y las ejecuciones en el peor. Poco se había hablado hasta ahora de esos millones de españoles del bando de los vencidos que vivieron como secuestrados en su propio país hasta la muerte de Franco. Ahora, sin embargo, las librerías están repletas de obras de historiadores, ensayistas, periodistas y novelistas que les conceden la palabra para que cuenten sus historias de presos políticos, familiares de desaparecidos, funcionarios represaliados, escritores silenciados, artistas ninguneados o combatientes clandestinos.
Quizá mientras iba construyéndose la democracia resultaba demasiado doloroso y conflictivo hablar de lo que Rafael Torres llama, en uno de esos trabajos recién publicados, 'víctimas de la Victoria', e Iñaki Gabilondo y Carlos Elordi, en otra novedad, califican de 'años difíciles'. Pero el momento parece haber llegado. 'Es verdad que los jóvenes, los menores de 30 años, están ahora más interesados en todos los temas relacionados con la guerra civil y el primer y más duro tramo de la posguerra', dice el historiador Santos Juliá, que confiesa su asombro por lo bien que se vendió Víctimas de la guerra civil, una recopilación de trabajos históricos coordinada por él. Y se lo explica así: 'Este interés de la nueva generación se corresponde a la mirada del nieto sobre el abuelo, que siempre es más interesada, más fascinada, más curiosa que la mirada del hijo sobre el padre'.
A Javier Cercas, el autor de la novela Soldados de Salamina, le gusta la fórmula de 'la mirada del nieto' empleada por Juliá. 'Yo mismo', cuenta, 'me he llevado la gran sorpresa de ver que mi libro interesa mucho a los chavales de 18 o 20 años, casi más que a la gente de más de 40 años. Estos chavales tienen una mirada propia sobre la guerra civil y el franquismo, una mirada más tranquila, menos hipotecada. Su interés por ese periodo no es vindicativo; lo único que pretenden es conocer la verdad, saber qué les pasó a sus abuelos y bisabuelos'. Dulce Chacón, que en su novela La voz dormida ha recogido numerosos testimonios de las españolas que perdieron la guerra, también cree justo y necesario saciar la sed de conocimiento de los españoles que nacieron una vez muerto Franco. 'Nosotros, la gente que estamos en los cuarenta o los cincuenta años de edad, somos los hijos del silencio de nuestros padres', afirma. 'Pero es hora de romper este silencio en beneficio de nuestros hijos. Tenemos que rescatar la historia silenciada, es una responsabilidad de nuestra generación'.
Chacón cuenta que escribió La voz dormida impulsada por 'una necesidad moral'. 'No lo hice por revanchismo personal, puesto que la mía era una familia conservadora de Almendralejo y nuestros muertos lo fueron a manos de los milicianos', explica. 'Pero es verdad que la derecha es la que más se ha resistido a romper el silencio sobre las tropelías de la guerra civil y el franquismo. Sigue usando el argumento de que los rojos también cometieron muchos; pero los crímenes de los rojos ya han sido muy contados, ya se encargó de ello el franquismo durante cuatro décadas. Ahora me parece más útil e interesante contar los sufrimientos de los vencidos'. Nadie debería sentirse personalmente amenazado por este ejercicio, piensa la escritora. 'El rescate de la memoria', dice, 'no tiene por que suponer un conflicto, el preludio de una nueva guerra'.
No habrá nueva guerra, augura Cercas. Los españoles pueden ahora 'mirarse en el espejo sin avergonzarse de sí mismos, reconociéndose como el intratable pueblo de cabreros que fueron y por fortuna han dejado de ser'. ¿Está tan seguro el escritor de que ya no somos un pueblo belicoso y cainita? 'Sí', responde rotundamente. Y tras una corta reflexión matiza: 'Aunque persisten algunos hábitos mentales del franquismo y la secular tradición autoritaria española; en particular, una cierta intolerancia, una tendencia a pensar que alguien es tu enemigo por el mero hecho de que piense distinto de ti. Aquí en cuanto discrepas de alguien es como si dejaras de ser su amigo'.
Vicenç Navarro, premio Anagrama de Ensayo por Bienestar insuficiente, democracia incompleta, es de los que disienten de la comúnmente aceptada visión rosa de la transición española. 'La transición', dice, 'fue un pacto político para borrar las responsabilidades, incluidas las morales, las simbólicas. Además de amnistía se decidió que hubiera amnesia. Así que la transición no fue modélica; puede que no hubiera otra alternativa, pero no fue modélica. Como había un gran desequilibrio entre el poder de las fuerzas conservadoras y el de la izquierda, se saldó en términos muy favorables a la derecha. Esto', prosigue, 'se tradujo en que la democracia española es incompleta'.
¿Cuándo será completa? 'Cuando su cultura oficial sea antifranquista', responde el profesor y escritor catalán. 'No se puede ser demócrata sin ser antifranquista y, fíjese, en este país aún hay estatuas de Franco y el partido en el Gobierno, el PP, no ha efectuado nunca una denuncia formal, completa, sin paliativos del franquismo. Eso', señala, 'no pasa en Francia, donde la derecha abomina oficialmente del régimen de Vichy, ni en Alemania e Italia, cuyas derechas rompieron abiertamente con el nazismo y el fascismo'.
Así que el debate sobre el rescate de la memoria de los vencidos en la guerra civil está vinculado al debate sobre la transición. Santos Juliá no está de acuerdo con la visión crítica de Vicenç Navarro sobre ese último periodo. 'No había otra solución', dice, 'que la amnistía y ésta debía ser general, para los dos bandos, para los crímenes de Paracuellos y los fusilamientos de la plaza de toros de Badajoz'. Juliá tampoco encuentra demasiadas novedades 'cualitativas' en la actual avalancha de títulos sobre la guerra civil y el franquismo. 'No es verdad que hasta ahora haya habido una censura o autocensura sobre estos asuntos', asegura. 'De ellos se ha publicado mucho en los últimos lustros, aunque lo que se ha hecho ha sido excluirlos del debate político, lo que no me parece mal. Pero ya desde finales de los setenta y comienzos de los ochenta', continúa, 'los historiadores desenterraron muchos muertos de las cunetas. Lo que hay ahora es una gran operación comercial, que coincide con el mayor interés de las generaciones más jóvenes'.
Dulce Chacón y Javier Cercas se sitúan a medio camino de las valoraciones de Navarro y Juliá sobre la transición. Los dos están de acuerdo con la amnistía pero reivindican muy intensamente la necesidad de despertar de la amnesia. 'Es indudable que en los pactos de la transición se optó por el silencio y que el silencio se ha hecho costumbre, una mala costumbre', afirma la autora de La voz dormida. 'No es que hubiera un pacto maquiavélico de silencio en la transición', señala Cercas, 'fue algo más sutil y probablemente necesario. En aquel momento lo mejor era que los herederos de los derrotados renunciaran a pasar cuentas y, en contrapartida, los herederos de los vencedores aceptaran la creación de un sistema político que acogiera a unos y otros. Pero es cierto que eso dejó una neblina de equívocos, malentendidos, medias verdades y simples mentiras. Ahora ya han pasado 27 años desde la muerte de Franco y hay que despejar esa neblina, ahora se pueden y se deben contar las historias escalofriantes de la represión franquista'.
Hace apenas cinco o seis años que Vicenç Navarro regresó a España tras tres décadas largas viviendo en el extranjero. 'Me apenó mucho, me impactó muy negativamente', rememora, 'la ignorancia de los estudiantes, de mis propios estudiantes de la Universidad Pompeu Fabra, sobre la II República, la guerra civil y la dictadura franquista. Sí, es verdad que ahora están saliendo muchos libros sobre todo eso, pero a cuánta gente alcanzan. España es un país con un gran abismo entre la cultura académica y la de la calle, y los medios de comunicación de masas, y en particular las televisiones, nunca abordan el reciente pasado español. Sólo conozco dos trabajos televisivos, el de la Fundación Pablo Iglesias sobre el exilio y el documental de TV-3 que reveló la atroz historia de los niños que les fueron arrebatados a madres rojas. Ese documental descubrió que lo que ocurrió bajo las dictaduras chilena y argentina también había pasado en España. Y, como señaló un editorial de The New York Times, es curioso que un juez español como Garzón tenga tanto empeño en juzgar a Pinochet mientras que los familiares de los desaparecidos bajo el franquismo tienen que pedir ayuda a la ONU'.
Santos Juliá observa que es cierto el que, a tenor de las encuestas, 'los españoles tienen una valoración ambigua de Franco, no lo satanizan como los alemanes a Hitler'. 'Quizá', argumenta, 'se deba al hecho de que la mayoría de los adultos actuales no conoció los años peores, los treinta y los cuarenta, sino más bien los cincuenta, sesenta y setenta. Y recuerda que en la segunda mitad del franquismo había falta de libertades pero también una mejora de la calidad material de vida'. Tal vez por eso son aún más necesarios los ejercicios de ficción o no ficción que recuerden -descubran en muchos casos a millones de españoles- los horrores sobre los que se cimentó aquella dictadura. Hace una semana, Javier Marías declaraba en Babelia que 'todavía estamos viviendo las consecuencias de la guerra civil'. Dulce Chacón es aún más radical. 'El conflicto entre las dos Españas', asegura, 'no ha terminado. Terminará cuando pueda hablarse del conflicto'.
BIBLIOGRAFÍA
Los años difíciles
El testimonio de los protagonistas anónimos de la guerra civil y la posguerra. Edición de Carlos Elordi. Prólogo de Iñaki Gabilondo. El País/Aguilar. Madrid, 2002.
Víctimas de la victoria
Rafael Torres. Oberón. Madrid, 2002.
Desaparecidos de la guerra civil de España
Rafael Torres. La Esfera. Madrid, 2002.
Morir, matar, sobrevivir. La violencia
en la dictadura de Franco
J. Casanova (coordinador). Crítica. Barcelona, 2002.
Toda España era una cárcel
Rodolfo y Daniel Serrano. Aguilar. Madrid, 2002.
Soldados de Salamina
Javier Cercas. Tusquets. Barcelona, 2001.
La voz dormida
Dulce Chacón. Alfaguara. Madrid, 2002.
Víctimas de la guerra civil
Santos Juliá (coordinador). Temas de Hoy. Madrid, 1999.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.