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Entrevista:FÉLIX DE AZÚA | Escritor

'El panorama artístico está detenido'

Una de las características del arte actual es el alud de dudas y preguntas que provoca. 'El arte siempre ha sido el espejo de las sociedades y de las culturas, y nuestro arte ahora no hace más que reflejar lo que somos', afirma el escritor y profesor de estética Félix de Azúa (Barcelona, 1944), que hace siete años publicó en Planeta un lúcido ensayo sobre las artes de este fin de siglo con formato de diccionario. Tuvo bastante fortuna crítica y de ventas y ahora se ha decidido a recuperar en Anagrama este Diccionario de las Artes con escasas modificaciones. Sólo un nuevo prólogo -un jugoso ensayo sobre la situación actual del arte-, algunas aclaraciones del texto original y, sobre todo, una bibliografia más elaborada. Pero ninguna entrada nueva. 'Me parecía que el libro estaba bien como estaba y, en todo caso, ahora lo tendría que hacer totalmente distinto, tanto, que preferiría empezar otro', afirma.

'No creo que el arte tenga capacidad de hacer crítica política, aunque quiera'
'Los intelectuales somos el cura que se sube a un púlpito y echa su sermón'

Pregunta. ¿No ha habido nada nuevo en estos años?

Respuesta. Novedades diría que no ha habido; en todo caso, confirmaciones que indican que las cosas no van a cambiar en mucho tiempo. Creo que el panorama artístico está totalmente detenido, pero no desde ahora, sino desde hace ya quince o veinte años.

P. ¿Cuándo se detuvo?

R. En la herencia de los años setenta. Después de las vanguardias históricas, y considerando la última vanguardia la Escuela de Nueva York, comienza una época de efervescencia a partir de los minimalistas y los conceptuales que abarca todos los años setenta y principios de los ochenta. A partir de ahí, todo lo que viene después es repetición o, más bien, manierismo.

P. Cuando se habla de arte actual hay un problema de terminología porque, ¿qué tiene que ver un minimalista como Walter de Maria con un realista como Lucian Freud?

R. Absolutamente nada. Lucian Freud es una inercia romántica que subsiste y subsistirá probablemente, del mismo modo que todavía hay gente que va a misa. Los minimal ya están fuera de esto, no creen en la iglesia ni en el dios del arte. Son dos mundos totalmente paralelos. Cuando hablas de cuestiones contemporáneas es dificilísimo orientarse con los términos que utilizas. Por ejemplo, yo distingo entre Arte, con mayúscula, y artes. Creo que las artes funcionan maravillosamente y que cada vez hay más y cada vez están más subvencionadas y cada vez mueven más dinero. Pero Arte no hay, lo que encuentras son epígonos, como Freud. Interesantísimos, no estoy desacreditándoles como artistas ni mucho menos, estoy intentando ordenar o clasificar.

P. En algún momento del libro traslada la mayúscula de Arte a la de Artista. ¿Por qué?

R. Utilizo la mayúsucula siempre que me refiero a la teoría romántica que considera que el arte es una actividad jerárquicamente superior. La época del acabamiento del arte, como yo denomino metafóricamente a lo que otros definen como arte actual, se inicia a partir del minimalismo cuando se asume que la pieza de arte es una mercancía como cualquier otra y no tiene un rango religioso o metafísico superior.

P. En su libro insiste en la imposibilidad del arte político. ¿Por qué Goya podía ser político y los artistas actuales no?

R. No creo que el arte tenga capacidad de hacer crítica política. No dudo de que quiera hacerla, sino de que sea eficaz en términos políticos. Al contrario, me parece de una ineficacia espantosa. Todo el intento de hacer arte político se convierte inmediatemente en un bibelot lujoso y esnob para burgueses que puedan permitirse tenerlo en su casa. Y hablo a partir del papel que tiene hoy el arte, no del que tenía en los tiempos de Goya o del que tenía en tiempos de Gericault. La balsa de la Medusa me parece una pintura política, y también el Marat de David. Pero ahora no es posible. Sería como preguntarse si la publicidad puede ser política. Lo dudo mucho, y no tanto por los que la hacen, sino por el medio. Lo que suelen llamar arte político es arte políticamente correcto. Exposiciones sobre mujeres maltratadas, sobre el sida, sobre el papel de la mujer en el mundo islámico... Son secciones de los periódicos, tratadas con un poco más de buen gusto, con fotografías un poco mejores, pero no dejan de ser una prolongación de los medios de formación de masas.

P. ¿Por qué medios de formación y no de comunicación?

R. Es una distinción que establece Agustín García Calvo, un filósofo al que unos cuantos seguimos. Dice que en realidad no comunican, sino que forman. Son medios pedagógicos, de persuasión. Por ejemplo, la prensa deportiva forma la masa de los barcelonistas, o de los madridistas, o de los del Betis. El comportamiento social ya no es individual, sino masivo, y los sujetos de derecho, los que realmente mandan, han de ser masivos, y si no, no existen. Por eso, cuando los artistas van en plan individual y romántico lo tienen muy mal. En este momento las operaciones artísticas tienen que estar muy técnicamente montadas o no funcionan. Y por esto los comisarios son importantes y están siendo tan creativos como los propios artistas. Si no fuera por ellos no sabríamos lo que está pasando.

P. ¿Recuerda alguna buena exposición en los últimos años?

R. Muchísimas. Y no hace falta ir a exposiciones porque éstas pasan y de ellas sólo queda el catálogo. Por ejemplo, una cosa extraordinariamente interesante y recomendabílisima, que además es muy popular, es la Tate Modern de Londres. Recomendaría a todo el mundo que todavía viaja que la visite. Allí tienes una magnífica y estupenda representación del acabamiento del arte. He estado ya allí varias veces y la gente se pasea por la Tate como en el siglo XIX se paseaban por el Louvre. Están realmente a gusto, van por placer. Para los que no quieren viajar, en Barcelona, en el Museo de Arte Contemporáneo, la última ordenación de la colección me parece muy sensata, muy sagaz, evidentemente sin recursos, pero muy digna y buena pese a la pobreza de medios con los que ha contado.

P. ¿Qué opina del debate sobre la falta de proyección del arte español?

R. Desde luego, el arte sólo puede divulgarse con grandes inversiones. Y las inversiones no son un problema económico, sino un problema político. Artistas los hay a montones. Y expertos y comisarios tampoco faltan. Lo que hace falta es una decisión política y económica que requiere una preparación, visión de futuro y saber qué se quiere hacer con aquello. Es lo que hicieron los ingleses y les funcionó muy bien. Aquí aún no han empezado a pensar en ello. Cuando uno viaja un poco es patético ver las exposiciones que se pasean por ahí difundiendo el nombre de España, de Cataluña o del País Vasco. De esta manera es mejor que no las hagan.

P. ¿Qué función les queda hoy a los intelectuales?

R. Tenemos exactamente la misma función que los suplementos culturales. Somos el cura que se sube a un púlpito y echa su sermón. Los políticos no pueden decir: 'damas y caballeros, no creemos en ningún valor que no sea el dinero y el poder'. Tienen que decir que hay valores, y como ya no pueden apelar a la religión apelan a los del arte, la cultura, los viajes o la gastronomía, que son los valores que defienden los suplementos culturales en general. Pero los intelectuales no tenemos ninguna función, y los que se creen tenerla se convierten en instituciones y son ridículos, como Günter Grass, o estos personajes que creen ser muy influyentes y en realidad son puros apéndices de la administración.

Félix de Azúa.
Félix de Azúa.JOAN SÁNCHEZ

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