'La longevidad en el cine tiene mucho de intuición y suerte'
Si existe algo de fragilidad en Clint Eastwood está bien escondida porque hasta las arrugas de su rostro parecen subrayar más el carácter de uno de los mejores exponentes de un tipo duro en Hollywood que el simple recordatorio de sus 72 años de edad. Con ese porte de estrella con el que se sigue desenvolviendo, Eastwood sólo muestra una sonrisa de ternura cuando recuerda esa España que sentía como su 'hogar' durante los años de los spaghetti western con los que se dio a conocer. 'Claro que han pasado un montón de años desde que cabalgaba por España', afirma con cierta melancolía de unos tiempos que sabe que han cambiado mucho, en especial en una industria como la del cine, enamorada de la juventud. Aun así, Eastwood sigue siendo un bastión del antiguo Hollywood, cerrando sus tratos como antaño, con un apretón de manos, el mismo que ha hecho posible su último estreno, Deuda de sangre, un clásico drama policiaco que dirige y protagoniza. 'Desde luego que no está hecha para la audiencia de MTV', apostilla sobre su adaptación de la novela de Michael Connelly. Pero como recuerda este actor casado con Dina Ruiz, periodista 35 años más joven que él, 'siempre me ha gustado ir por libre y especialmente en los estudios Warner, donde está mi productora Malpaso. En esta ocasión no tuve más que decirles que me gustaba el libro y que me gustaría adaptarlo, y me dieron su apoyo'.
'Yo soy un cuenta cuentos, y eso es lo que quiero: contar una historia'
Pregunta. Como dijo una vez la revista Newsweek, parece que a pesar de los años sigue siendo usted el representante del individualismo a ultranza dentro de esta industria.
Respuesta. Llámalo olfato o un buen instinto, pero creo que la longevidad en el cine tiene mucho de intuición y de suerte. Mucha suerte. Ya sé que el cine ha cambiado mucho en las últimas dos décadas, todos lo hemos visto. Nos hemos alejado de la narración para acercarnos al espectáculo. Quizá se deba a que ahora existe una tecnología fantástica que tuve la oportunidad de comprobar con Space Cowboys. Pero a veces parece que son las máquinas las que dirigen la factoría, que los directores se han enamorado de sus juguetes y han dejado la conciencia de sus historias a un lado. No sé si es un problema con la audiencia o se debe a los nuevos directores criados a base de ordenadores, pero, en cualquier caso, yo prefiero seguir una trama, una historia que se desarrolla a lo largo de una película, y siempre tienes que defender aquello en lo que crees.
P. También parece que ha cambiado en la industria el estímulo para hacer películas, o se ha acelerado. Ahora lo importante parecen ser los resultados de la taquilla en el fin de semana del estreno.
R. Ésa no es mi motivación. No puedes poner el carro delante de la mula. Tu eres un cuentacuentos y eso es lo que quieres: contar una historia. No piensas en la reacción del público, o si esa escena está hecha a su medida, porque en ese caso lo único que haces es buscarte problemas. Si hace o no dinero para Warner, o para quien sea, eso queda para otros. Yo sólo me pregunto si ésta es la historia que quiero contar, y si es así, sigo para adelante. Pero no puedo tener ningún control sobre si el filme dará o no dinero.
P. Como representante de esa época de Hollywood, ¿cree posible la resurrección del western?
R. No sabría qué contestar. Eso espero, porque en Hollywood todo parece cíclico, pero la verdad es que hace mucho tiempo que no he visto un buen material dentro de ese género, al menos nada que me entusiasmara. Ya cuando hice Sin perdón, en 1992, las películas de vaqueros se encontraban en ese punto crítico. Siempre pensé que ése sería mi último western.
P. En total son 44 películas de protagonista y 23 como director, trabajos que desde En la línea de fuego siempre ha combinado. ¿A partir de ahora sólo interpretará sus propios filmes?
R. No ha sido algo planeado. De hecho, Los puentes de Madison estaba pensada para otro director que, en el último momento, no pudo hacerla y yo acepté. Y en mi próxima película, Mystic River, sólo dirigiré, algo que espero sea más descansado. La verdad es que, aunque llevo alternando los dos trabajos mucho tiempo, la idea inicial era la de ir alejándome de la interpretación para pasar a la dirección. La de estar preparado para ese día en el que mire a la pantalla y diga: ya está bien de ver esa cara, y ese día está cada vez más cerca.
P. Y sin embargo, en sus últimas películas hasta parece orgulloso de subrayar las limitaciones de la edad.
R. Como actor, en esto de los años, sólo caben dos posturas: temer que se aleje lo que fuiste un día, o que no te dé miedo. Para mí sólo hubo una salida: no había betún suficiente para oscurecer mi pelo, ni se ha inventado una lija tan potente como para suavizar todas mis arrugas. En algún momento había que decir 'éste soy yo' y aprovechar esa oportunidad para interpretar papeles que no hubiera podido hacer antes. Interpretar esa vulnerabilidad que no hubiera podido reflejar hace 30 años.
P. Sin embargo, parece que la edad nunca ha sido un problema en sus relaciones con las mujeres, ni en la pantalla ni en la vida real.
R. Crecí en una época en la que la mujer era la fuerza motora de las películas. Estoy pensando en el cine de la década de los cuarenta, cuando las mujeres interpretaban papeles equiparables a los de los hombres. Me encantaba esa época, que recuerdo con nostalgia. De hecho uno de los atractivos de Deuda de sangre era la importancia de los papeles femeninos, el contar con tres mujeres que insistían en recordarme mi edad. En cuanto a mi matrimonio, nunca he sido más feliz en mi vida. Admiro a mi esposa profundamente y, además, me tiene a raya.
Babelia
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