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Porqués

En tiempos de la revolución neolítica, cuando inicié mis estudios de Economía, los compañeros de la Facultad de Ciencias de Blasco Ibáñez iban y venían con el famoso libro de los Porqués de Física que, si no me falla la memoria, habían redactado los profesores Catalá y Senent y que era una especie de curiosa Biblia que explicaba el porqué de un número no despreciable de fenómenos. Habrá que ir a las librerías de viejo y rescatarlo.

El recuerdo de esta pequeña anécdota es la causante del mérito o demérito de estas rallas, escritas, como siempre con la mayor cordialidad y sin acritud, en el sereno crepúsculo de la ciudad sin fútbol. El término porqué tiene multitud de acepciones y usos. Es cosa de filósofos cuando de responder a cuestiones trascendentes se trata y elemento constitutivo del con frecuencia doloroso 'conócete a ti mismo'. Es también principio y fin de cualquier pretensión de conocimiento científico: comprender el porqué de las cosas ha sido siempre la ambición de mentes inquietas no sojuzgadas por la adormidera de los dogmas.

Pero el adverbio de marras tiene también una utilidad cívica . Preguntar a los gobernantes sobre el porqué de sus actuaciones -ellos no suelen hacerlo de motu propio y la oposición no siempre anda fina- es costumbre saludable para librarse del encefalograma plano al que nos conduce irreversiblemente la parrilla televisiva y los todopoderosos media, honrosas y muy escasas excepciones a parte. Además, emprenya y eso siempre es estimulante.

Imbuido como estoy por aquello de 'cañones o mantequilla' que nos explicaban en primero (o sea que hay recursos escasos y fines alternativos), preocupado por mis finanzas públicas (ya saben, la retención a cuenta y los impuestos de consumo que parece como que no pagas) y una vez aprendido no sin esfuerzo el concepto de 'coste de oportunidad' (aquello a lo que renuncias por hacer lo que haces) se me ocurren algunas preguntillas a los inquilinos de la Plaza de Manises y, por mor de evitar suspicacias entre poderes, a nuestra alcaldesa. No están todas las que son pero confío en que sean pertinentes las que están.

Me pregunto , en primer lugar, por qué no nos consideran dignos de saber -de forma veraz e inteligible- las cuentas de Cacsa (La Ciudad de las Ciencias, las Artes y Los Peces) y de Tierra Mítica por poner dos ejemplos 'populares'. Y si nos podrían indicar, simplemente por saberlo,cuántos miles de euros al día de mantenimiento cuestan y costarán las citadas instalaciones. Y, ya puestos, podrían responder a la sencilla pregunta de por qué piensan que ganar unas elecciones les da permiso para duplicar (¿por dónde va la cifra exactamente?) la deuda pública (incluyan, por favor, la de los 'organismos autónomos') mientras mantienen con denuedo la chorrada del 'déficit cero'. La deuda la pueden centrifugar, prelavar, refinanciar, ocultar o mirar a la derecha pero no sólo habrá que pagarla sino que ya veremos si los que vengan detrás consultan a Duhalde lo del corralito o piden una auditoría a Arthur y Andersen.

Y uno tampoco acaba de entender por qué tiene que sentir vergüenza de 'su' televisión autonómica cuando los sinvergüenzas que la dirigen no parecen inmutarse (¿por qué mantienen el paripé los miembros de la oposición de la Comisión de Control en lugar de devolver las dietas y retirarse?). Y tampoco es fácil de entender por qué han colocado en tan egregia institución a tropecientos mil trabajadores 'afines'. Estuve una vez (y ya hace un par de años) y la sala de redacción parecía el camarote de los hermanos Marx .Y luego a endeudarse que es la moda .

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Y, antes de pasarle la vez a nuestra alcaldesa, me sentiría más tranquilo si D. Enrique Tarancón o Dª Consuelo Ciscar me explicarán por qué es mejor estrategia gastarse el parné en flamantes contedores culturales y luego Dios dirá y no la inversa: pensar primero los contenidos y la coordinación y luego echar mano del cemento. No dudo, por poner un ejemplo (y los hay tanto o más graves), que había que rehabilitar San Miguel de los Reyes. Pero peor ubicación para la Biblioteca Valenciana tiene mérito encontrar. Y visto el dispendio y su elevada rentabilidad (en ésta como en otras cosillas) lo de los bonos-residencia de los mayores y los de los enfermos mentales hace subir la temperatura. Por último, me corroe la duda de por qué hemos inundado nuestro territorio de urbanizaciones, campos de golf, centros comerciales y de ocio haciendo caso omiso de la estrechez de miras de la Unión Europea y sus propuestas de desarrollo urbano sostenible. Antón, Antón, Antón pirulero.

Traslademos nuestras preocupaciones a la Plaza del Ayuntamiento, horrorosa denominación de tinte patrimonialista (ni que el Ayuntamiento fuera el propietario de la Plaza), total para no herir susceptibilidades con aquello de la Plaça del País Valencià. Cuestiones semánticas a un lado, me gustaría que Rita Barberá me explicara por qué ha escogido la peor forma de aplicar la famosa LRAU y nos ha obsequiado con una batería de PAI's infumables que han agravado el problema de la vivienda y han desfigurado innecesariamente la ciudad. Como en toda concesión administrativa, el Ayuntamiento tiene la sartén por el mango y el mango también. Y ya que ha salido el término 'concesión' me pregunto por qué no se nos explica el considerable incremento en los últimos años del número de concesiones, cuánto nos cuestan y a qué se dedica el personal que supuestamente hacía estos menesteres con anterioridad. Y por qué nadie se atreve a hacer público un balance inteligible del grado de ejecución del Plan General de 1988, sólo por ver que previsiones siguen durmiendo el sueño de los justos (pregunte por la ampliación del patio del Colegio Público Max Aub, y como ése debe haber un conjunto finito pero no escaso de situaciones). De paso, podríamos saber de una santa vez si en las 'modificaciones' introducidas en el Plan ha habido o no prevaricación o ilegalidad manifiesta que los rumores infundados son muy malos. Te cuelgan el San Benito y luego pasa lo que pasa. Yo estoy convencido de que antes de 1991 la ciudad ni existía (por lo menos en el Catálogo de Publicaciones) y que se ha invertido muchíiiiiiisimo más que en la época socialista, pero siendo ésta y no otra la verdad, no sé por qué no se publica un estudio (en pesetas constantes, no me sea Vd. pillina) de la inversión realizada entre 1979 y el 2001, localización geográfica y fuente de financiación incluidas.

De todas formas, si quieren que les sea sincero, lo que más me preocupa es por qué la oposición (ni la autonómica ni la local) no imita a Catalá y Senent, edita un librito de Porqués (hay mucha más tela que la aquí apuntada) y justifican su sueldo. A lo mejor hasta les salía más barata la campaña electoral y nos aburríamos menos.

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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