El Etna vuelve a rugir
Una erupción obliga a cerrar el aeropuerto de Catania y a desalojar varias zonas
El terror y la fascinación corren paralelos cuando se trata del Etna. En Catania, la ciudad más próxima al volcán activo mayor de Europa, la gente vive desde la madrugada del sábado con la mirada puesta en la cima de esta montaña. Porque a esa hora la tierra volvió a temblar, una, dos, hasta 200 veces, y en el Etna se abrieron nueve bocas que dejaron escapar lava incandescente y una nube tupida de humo y cenizas. Los habitantes de la zona -en un radio de 30 kilómetros vive un millón de personas- están acostumbrados a los caprichos del Etna, que periódicamente irrumpe con penachos de fuego y cenizas en el paisaje local, sin mayores consecuencias. Son episodios habituales de actividad menor del volcán, que en los últimos 30 años no ha dado sustos de importancia. Al menos, hasta el verano pasado, cuando una erupción más fuerte dejó escapar una gran lengua de lava que arrolló buena parte de las instalaciones de la estación de esquí que funciona en la montaña y obligó a las autoridades de protección civil a movilizarse para evitar una catástrofe.
El volcán domina el este de Sicilia y su presencia ha sido considerada siempre como una bendición
El sábado se repitió la misma alerta. La lava descendió impetuosa hasta la zona turística, todavía lejos de las localidades habitadas, e invadió dos hoteles en Piano Provenzana, en la falda del volcán, obligando a desalojar a una treintena de visitantes. Las nubes de humo y las cenizas decidieron a las autoridades, que han organizado ya un comité de crisis, a cerrar el aeropuerto de Catania, desviando los vuelos hacia Palermo para eliminar cualquier riesgo.
La lava resbaló por la ladera, arrancando árboles, postes de la electricidad y los pilares sobre los que se apoya el teleférico para subir a las pistas de esquí, destrozándolo todo a su paso. Los servicios antiincendio tuvieron que intervenir para apagar las llamas que amenazaban ayer con destruir los pinares de Piano, uno de los pulmones de la zona. Un avión Canada-Air arrojó toneladas de agua sobre la zona sin conseguir dominar las llamas provocadas por la lava. La erupción se ha producido en una fractura de la montaña a una altura de 2.300 a 2500 metros, en la vertiente norte del Etna, no lejos del río de lava que en agosto pasado mantuvo en alerta a todas las poblaciones de esta área de Sicilia, que vive del volcán. Apenas el Etna empezó a escupir lava, las autoridades sicilianas se movilizaron porque el volcán no admite desprecios.
El peligro afecta a un puñado de pueblecitos próximos al cráter: Linguaglossa, Zafferana Etnea, Nicolosi, Randazzo y Fiumefreddo. Los técnicos e investigadores del Instituto de Geofísica y Vulcanología sobrevolaron ayer en helicóptero toda la zona, en la que continúan produciéndose tenues movimientos sísmicos. Son señales de una tensión interna que preocupa en Catania. Las tripas del volcán, dicen los expertos, están cargadas de magma que pugna por saltar a la atmósfera y las consecuencias podrían ser graves. En la zona de Nicolosi se veían tres bocas, a mitad de camino entre el cráter del sureste y la montaña, sobre el campo de lava formado a raíz de la erupción del verano pasado. Pero el Etna expulsaba lava y ceniza sobre todo por una boca abierta unos 30 metros hacia el sur, mientras en toda el área llueven fragmentos de magma fría.
El Etna domina el este de Sicilia y su presencia ha sido considerada siempre como una bendición. Atracción turística, ligado a la historia milenaria de la isla y a la mitología griega, el volcán crea un microclima a su alrededor, con abundantes lluvias que hacen posible la presencia de nieve en sus alturas al menos seis meses al año. Después de la terrible erupción de 1669, que destruyó Catania, y del terremoto, provocado también por la actividad del volcán, que causó 15.000 víctimas en 1693, el Etna se ha mantenido relativamente tranquilo. Al menos hasta ahora. La erupción del verano pasado y el recrudecerse de la actividad interna que se ha producido el fin de semana inquietan a los especialistas y a los sicilianos que viven a su sombra. Los que bromeaban sobre su silencio temen ahora que el 'monólogo consigo mismo' en el que, según la escritora Maria Corti, está sumido el volcán, pueda haber terminado y el Etna esté dispuesto a un diálogo temible y destructivo.
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