_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El candidato tira al monte

El cronista ignora si Francisco Camps andará haciendo montañismo, en cumplimiento de esa gesta entre emblemática y deportiva. De su proclamación en Alicante, la pasada noche del viernes, flanqueado y vigilado por dos arcángeles cortesanos, a la subida de la Penyagolosa, no ha representado si no un remake de la historia de este Reino y de su personal identidad. Un perspicaz analista, decía: 'Lo de País, me temo que no; pero lo de Comunidad Valenciana se lo cree apasionadamente'. Lo que para Eduardo Zaplana era mercado, para Paco Camps es mística. Quizá, el candidato del PP ya se encuentra capitaneando la cordada que ha de conquistar la cumbre, para ofrendar, desde las alturas, dos de las joyas más fulgurantes de su campaña: AVE y PHN. Es inevitable el recurso al Sinaí y al Olimpo: las tablas del Estatuto y el Palau de Zeus.

Y es que todo en la designación y elección de Francisco Camps se ha resuelto en una escenografía sagrada: la trinidad presidencial; el ángel custodio, cuya custodia soportará hasta el día de las votaciones y muchos más; su proclamación con aires y aleluyas de predicador de Salt Lake City, entre focos y convulsiones; las divinas palabras del secretario general del PP que confieren a Zaplana el don de la omnipresencia: 'Zaplana no se ha ido ha Madrid, se queda en Valencia para llevar a Camps a la Generalitat', con las que ha colocado al titular de Trabajo entre la ubicuidad y el absentismo ministerial; y al candidato, entre la condición de primocomulgante o de guiri, al que hay que facilitarle un callejero.

Al margen del tiberio; de cómo Zaplana, con sus mañas, se chupó el directo de los informativos de Canal 9; del espectáculo con hedor a Richard Nixon, con quien se demostró 'que se pueden vender candidatos como si fueran cereales'; de los fervores de Javier Arenas y de Zaplana; la larga y vaporosa campaña se ha oficializado. Francisco Camps, tutelado por su padrino, ya nos ha pintado un programa con los lapiceros del paraíso: sanidad, enseñanza, 'universitarios valencianos en las universidades europeas, y universitarios europeos en las universidades valencianas', pleno empleo, maximalismo sin fronteras, y en el frontispicio del mitin: 'Soy el candidato de un partido que mantiene un discurso único en todos los territorios de España'. Quizá eso explique porque España se aburre y bosteza, mientras desfallece.

Es temprano aún para anticipar esbozos de los comicios autonómicos y municipales, pero da la impresión de que van a resultar insípidos e incoloros. O sea como el agua. Y más, cuando, por febrero -en marzo puede que todo esté vendido-, Camps reciba la orden de abrir las espitas del trasvase y que la riada arrastre a los enemigos del Plan Hidrológico, hasta el pozo negro. Y puede que a EU le saque una tarjeta roja, ¿se la imaginan?.

El cronista supone que los dirigentes de todos los partidos de izquierda, progresistas y nacionalistas, estarán afilando sus respectivas estrategias, porque el PP quiere la mayoría absoluta y laminará a quien pueda, adversario o circunstancial aliado. Y aunque se hunda, o quizá, por eso, no se gastará cortesías, como el cronista no gasta su tiempo en provocadores necios y trepas, aunque les respeta la libertad de expiación de sus muchas miserias.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_