Otoño en el circo de Piedrafita

La cuenca alta del río Gállego, junto a su afluente más montaraz, el Aguas Limpias, forma el último rincón norteño de las pirenaicas tierras aragonesas del valle de Tena. El encuentro de estas nacientes venas acuosas coincide en la pintoresca localidad de Sallent de Gállego, apretada entre dos de las potencias turísticas de este tramo del Pirineo: por un lado, la invernal estación de esquí alpino de Formigal, y por otro, la veraniega Panticosa, con su balneario. El turismo de naturaleza y el excursionismo son las mejores ofertas que se pueden encontrar en este pequeño enclave rural y sus alrededores. Pero es justo ahora, en otoño, cuando la lucidez y quietud de los bosques circundantes invitan al viajero a perderse por sus caminos y senderos.

El destino: el ibón de Respomuso

Los pocos kilómetros de vida del río Aguas Limpias horadan un estrecho valle por el que se accede, en poco más de dos horas y media desde el embalse de la Sarra, al circo glaciar de Piedrafita, uno de los más bellos de la cordillera hispanofrancesa. Las aguas embalsadas del ibón de Respomuso protagonizan el centro de esta antigua olla de hielo, a la que resbalan impetuosas, de una y otra ladera, las torrenteras que forman los nacederos del río. Pernoctar en el refugio de Respomuso es la mejor forma de tener tiempo para disfrutar despacio del entorno. Hay que reservar plaza antes (974 49 02 03). Los ibones de Las Ranas y Campoplano se localizan a muy poca distancia del viejo y hoy abandonado refugio de Piedrafita.

La ascensión por Aguas Limpias

Si la antigua cubeta glaciar tiene un interés paisajístico de primer orden, no menos lo tiene la ruta de ascensión hasta allí por el curso del Aguas Limpias. Para iniciar el recorrido hay que acercarse desde Sallent de Gállego por una estrecha carretera asfaltada hasta el embalse de la Sarra, donde se deja el vehículo en un área de aparcamiento al lado del puente de las Fajas. Desde aquí, la excursión sigue un camino bien definido, que irá ganando altura por la margen derecha del río. Los primeros centenares de metros están arropados por una exuberante vegetación compuesta por matorrales de boj, avellanos, brezos, pinos y algunas hayas, que en estos momentos comienzan a lucir sus vestiduras otoñales. Sin embargo, los recovecos en los que este tiempo de sazón alardea con verdadera pasión se encuentran más adelante, cuando la altura ganada, que ronda ya los 1.700 metros, convierte la arboleda en un hayedo de hojas doradas. La vereda achica sus hechuras al meterse por el desfiladero del paso del Onso, con sus huellas agarradas a la pared una veintena de metros por encima de las turbulentas aguas fluviales. Los barrancos de Balzaroleta, Soba y Arriel caen al río por la mano izquierda después de hacer volar sus arroyos entre cascadas y pedreras con un ruido ensordecedor. Tras cruzar el repecho del paso del Pino, las abruptas laderas pasan a poblarse de pinos y enebros rastreros. Este último tramo se hace largo por la continua pendiente y la cada vez más escabrosa pisada del sendero, pero tiene el aliciente de ser un lugar donde es fácil obervar rebecos.

La visión de la muralla del embalse anuncia el final de la ruta. Si el día está abierto, la imagen del lago de Respomuso, con los picos del Infierno al sur y el gran Balaitus al norte, quedará en la memoria del excursionista durante mucho tiempo.