Las calles de Dublín
En la calle central de Dublín vi a un grupo de jóvenes con pancartas que decían que los pueblos pequeños de Europa, checos, eslovenos, polacos, piden a los irlandeses que rechacen el Tratado de Niza en el referéndum del sábado. Aquello me sorprendió, porque en Polonia todos, hasta los niños, saben que el rechazo de ese tratado puede tener consecuencias fatales para la ampliación de la Unión Europea. Por eso pregunté a los jóvenes por sus ideas y me enteré de que los checos eran partidarios de Vaclav Klaus, los polacos ultraconservadores y nacionalistas vinculados a la Liga de las Familias Polacas y los eslovenos trotskistas. Coaliciones antieuropeas igualmente exóticas hay en muchos países del continente, porque la euronegación une a fuerzas que en principio deberían odiarse.
Los adversarios del Tratado de Niza afirman que su aceptación podría poner fin a la neutralidad de Irlanda porque en el documento se habla de las fuerzas europeas de reacción rápida. Critican asimismo la burocracia de Bruselas y desean castigar a su Gobierno, que apoya el sí en el referéndum, con un 'no contundente' para condenar la corrupción del ministro de Justicia.
Pero los propios periodistas irlandeses, entre ellos buenos amigos míos, reconocen que hay una razón más para tratar de impedir la ampliación de Europa: el dinero que la verde isla recibe desde hace 30 años de Bruselas y al que deben tanto en su desarrollo. Los irlandeses, sencillamente, no tienen ganas de compartir ese dinero con los países candidatos.
En Irlanda nadie está en condiciones de prever cuál será el resultado del referéndum, ya que podrá ser determinante la actitud de los indecisos.
Sea como fuere, vemos cómo nuestro camino hacia Europa, el camino de muchos pueblos del continente, ha entrado en una curva muy peligrosa.
Adam Michnik es director del diario polaco Gazeta Wyborcza.
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