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Los mercados mundiales calibran hoy el triunfo de Lula en las elecciones de Brasil

Un 42% de la deuda externa del país suramericano está vinculado a la evolución del dólar

Los mercados bursátiles de todo el mundo, que han experimentado caídas históricas en el pasado mes de septiembre, tienen hoy una importante cita con Brasil, la primera economía latinoamericana y novena del mundo. Los bancos de negocios y los principales inversores se han ido haciendo a la idea de que Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores, puede ser el próximo presidente. Sólo podrán reaccionar con certeza en las próximas horas, cuando abran después de conocer si Lula rozó la mayoría absoluta, como apuntaban los sondeos.

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La influencia del nuevo presidente en la evolución de la moneda brasileña, el real, es inmensa. Algunos analistas vaticinan que esta divisa puede devaluarse desde los 3,61 reales por dólar que alcanzó el pasado viernes hasta cuatro ante un triunfo de Lula.

'Es muy probable que gane Lula, ya sea en primera o en segunda vuelta', señalaba Ricardo Amorim, responsable de estudios latinoamericanos del grupo norteamericano IdeaGlobal, en la tarde de ayer a CBS Market Watch. Este analista consideraba ayer que, con las últimas tres encuestas del pasado sábado, era difícil saber si Lula ganaría en la primera vuelta o si será necesaria una segunda vuelta.

Muchos banqueros prefieren, entre dos males, el de la segunda vuelta, ya que ello evitaría un claro mandato de cambio de política. 'Una segunda elección exigirá más moderación y hará a Lula buscar los votos del centro. Se verá estimulado, cuando no obligado, a hacer alianzas que comprometerán más su política', cree Eric Fine, responsable de mercados emergentes de Morgan Stanley.

Reacción clave

La reacción de los mercados es clave. Brasil mantiene una deuda externa bruta de 218.000 millones de dólares. Una parte de ella, 98.000 millones, es deuda externa bruta del sector público; los 120.000 millones de dólares restantes son obligaciones contraídas por el sector privado. Tanto en una como en otra hay que descontar importantes cantidades. La deuda pública se quedaría en 56.000 millones de dólares si se restan los 42.000 millones de reservas internacionales. Se calcula, asimismo, que los activos en manos del sector privado pueden oscilar entre 70.000 millones y 170.000 millones de dólares.

Pero tan relevante como la magnitud de la deuda es el coste de la misma. Un 42% de la deuda externa y un porcentaje también significativo de la deuda doméstica total están vinculadas a la evolución del dólar.

Lo que determinó la marcha del dólar en los primeros nueve meses de 2002 no fue una crisis en la política macroeconómica o una recesión mayor a la que ya sufría Brasil y los países latinoamericanos. Fue, precisamente, la sospecha de que Luiz Inácio Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores, podía ser elegido presidente en las elecciones previstas para el día 6 de octubre.

El dólar comenzó el año cotizando a 2,31 reales; el pasado viernes 4 de octubre, cerró a 3,61. La pérdida de valor, pues, ha alcanzado el 60%. En paralelo, los tipos de interés reales han sufrido un aumento, hasta llegar a niveles del 20%. El mercado, pues, se orientaba a imponer su propia profecía, a saber, que Brasil avanzaba hacia el precipicio.

Mientras se incubaba la apuesta contra el real -propulsada por los temores que inspiraba Lula-, comenzó entre las instituciones internacionales el debate sobre si la deuda brasileña es sostenible. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que la economía brasileña era objeto de una sobrerreacción irracional, provocada por los temores al resultado de la elección presidencial, y que no había riesgos de suspensión de pagos.

A primeros del mes de agosto, el Fondo anunció que apoyaría a Brasil con un préstamo de 30.000 millones de dólares, de los cuales sólo 6.000 millones serían desembolsados en 2002. Lula, al igual que los otros tres candidatos a la presidencia del país, apoyó el acuerdo y se comprometió a mantener, si salía victorioso en las elecciones, el objetivo de lograr un superávit fiscal del 3,75%, un porcentaje suficiente para cumplir con las obligaciones externas de Brasil.

'Creo que Brasil está en una situación intermedia, en la que podría perfectamente continuar con el pago del servicio de su deuda si el mercado ofrece términos razonables, y en la cual le sería imposible hacerlo si el mercado pide algo que está más allá de lo que debería', razona el economista John Williamson. Eso, pedir la luna, es lo que han estado sugiriendo los mercados en los últimos seis meses, ayudando, contra sus propios intereses, a deteriorar la situación brasileña.

Williamson lo explica así: 'La mayor parte de los participantes del mercado opera sin tener en cuenta ningún concepto de equilibrio, de modo que los mercados pueden seguir caminos errantes durante largos periodos sin poner en práctica ninguna medida de autocorrección'.

Miedo al ganador

Armínio Fraga, presidente del Banco Central de Brasil, piensa que la razón se impondrá cuando los mercados conozcan la política del presidente electo, pero cree que la conducta ha sido irracional. 'Ha existido miedo a que gane el candidato de la oposición. Un cambio político era identificado con una modificación de las reglas de juego. En otros términos, se venía a decir que el candidato se suicidaría echándose por la ventana. Eso no tenía ni tiene sentido', señaló Armínio Fraga a un grupo de inversores en Washington la semana pasada.

Según Fraga, el paquete de ayuda económica de 30.000 millones de dólares que ha concedido el FMI es más que suficiente para salir adelante. 'Nosotros vamos a hacer nuestra parte. Todos los candidatos entienden lo que pasa en los mercados. Están preocupados y tienen miedo. El miedo y el entendimiento pueden funcionar bien', añadió el máximo dirigente del Banco Central de Brasil.

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