El recambio de un sueño
El africano Pafadnam, que fichó por el Baqué para mejorar su ciclismo, busca ahora trabajo
Hamado Pafadnam pasea con los ojos como platos por la calle San Francisco de Bilbao, para unos el peor lugar de la capital vizcaína, para la mayoría sólo una calle históricamente degradada y que ahora acoge a todo tipo de inmigrantes. Atenta a su sorpresa, una cámara y un micrófono recogen su expresión, sus preguntas, también. Pafadnam no había visto a tanto africano junto desde que abandonó Burkina Faso para vivir su sueño de ser ciclista en Europa, así que mira con interés desmedido a los senegaleses con los que se cruza en la acera y que, por supuesto, no le prestan la más mínima atención.
Ni le hacen caso ni hablan su idioma, el dialecto moré. Alguno habla francés, como Hamado, quien prácticamente ha aprendido el segundo idioma de Burkina (ex colonia francesa) gracias a las clases particulares que recibe en Durango. También cuenta, orgulloso y sonriente, que le han enseñado a leer y escribir. Es un día más de rodaje para Hamado, enfrascado en la segunda parte del documental que recoge sus peripecias y cuyo rodaje está coproducido por Media 3.14, Produce + (Canal +) y Euskal Telebista.
El ciclista no se ha entrenado desde hace dos días, atento a los documentalistas catalanes que le descubrieron en el Tour de su país y que ahora filman Aupa Pafadnam, continuación de la historia que conmovió a Erkaitz Elkoroibide, gerente deportivo de la firma cafetera Baqué que acogió a Pafadnam en su equipo ciclista aficionado. De hecho, la bicicleta empieza a ser algo secundario en la vida de Hamado. '¿De qué vive toda esta gente?' , pregunta insistentemente mientras hace un gesto con la mano que abarca a guineanos, senegaleses, argelinos o marroquíes. '¿De dónde han sacado los papeles para estar aquí? ¿Tienen trabajo?', insiste y, después, hace un gesto de desesperación cuando le dicen que casi ninguno trabaja en otra cosa que no sea el negocio de la droga o del hurto, esto en el caso de argelinos y marroquíes. Él ha sido mucho más afortunado, tanto que no acaba de creérselo. Ha tenido tanta suerte que ahora vive atenazado por el miedo a que se rompa el encantamiento. Porque Pafadnam ya no quiere volver a ser pobre e ignorante. Quiere tener casa y un negocio y sabe perfectamente que la bicicleta no le dará ni lo uno ni lo otro.
El africano del Baqué pesa siete kilos menos que cuando aterrizó en Bilbao, en marzo pasado. 'Cuando llegué pasé varios meses muy cansado porque nunca había entrenado tanto, ni competido, así que adelgacé. Pero ahora, aunque este ciclismo es fortísimo, al menos acabo alguna carrera. De momento he podido acabar cinco', comenta Hamado mucho más relajado, sereno y europeizado que a su llegada. No cuesta mucho acostumbrarse al lujo y a la abundancia cuando no se tiene nada: 'No envío a mi familia todo el dinero que gano aquí, el sueldo del equipo. Me quedo una pequeña parte para poder salir a tomar un café o un refresco con los compañeros de equipo. Me gusta', se sincera.
Pafadnam vive en tres planos distintos: el universo ciclista, restringido y absorbente; la vida de paisano, tan atractiva como placentera, y el recuerdo de lo que era hasta poco su existencia. Evocar este último plano es su espada de Damocles, el destino que le espera como una amenaza contra la que se quiere rebelar. Por eso está más preocupado en dibujarse un futuro que en mejorar sus prestaciones como ciclista. 'Sé que nunca podré ganarme la vida en Europa con la bicicleta y en Burkina, tampoco: allí podría triunfar, pero hay tan pocas carreras que no podría vivir de ello', analiza Hamado sin un ápice de amargura ni ganas de engañarse acerca de sus posibilidades atléticas.
No, sus planes pasan por otro sitio. Por quedarse en Durango y aceptar cualquier trabajo que puedan ofrecerle, tal y como le ha sugerido Elkoroibide. 'Si ahorro lo suficiente podré comprar un terreno en mi país, construir una casa y, después, montar una tienda de ultramarinos', explica Hamado. De momento, Elkoroibide no quiere oír nada de esto y desea que Hamado se centre en la bicicleta, el sueño original de su protegido. Y Hamado asiente y promete que no va a dejar de pedalear, pero su cabeza no se aparta de su nueva ilusión, una obsesión tan legítima y poco frívola como la supervivencia.
Baqué, al Tour de Burkina
Volver a casa y triunfar en la única carrera conocida y apreciada en Burkina Faso: el Tour, no el de los franceses, sino el de los africanos, llano sin remedio y terriblemente caluroso. Todo empezó con este deseo, formulado oportunamente ante una cámara y trasladado a oídos de Elkoroibide. Todo es posible ahora. Hamado Pafadnam puede ganar el Tour de su país porque, seis meses después de descubrir otro mundo, es mucho más ciclista. Y no estará aislado frente a sus peores rivales, europeos casi todos. Baqué va a poner un equipo a su disposición, un grupo que podría arrasar en Burkina, pero que sólo trabajará, a finales de octubre, para cerrar con éxito el viaje alucinante de Hamado. Después, cumpla o no cumpla Hamado con su deseo, Elkoroibide discutirá con él su futuro, previsiblemente alejado de los pedales. 'A veces no sé si hice bien trayéndole aquí', se sincera Elkoroibide, 'no sé si era más feliz con lo que tenía. Quizá, si no puede quedarse sufra por lo que ha conocido y no tendrá nunca'.
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