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Columna
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Sombras de secano

Cuando el ocaso despide al sol por el Aragón cercano, la cima del Penyagolosa prolonga su sombra por la señera comarca valenciana de L'Alcalatén. Tierra seca de interior, linda, abrupta y recortada con matorral y manchas boscosas, de la que Cavanilles dijo que era la adecuada para los animales salvajes y los forajidos. En realidad lo que hubo hasta hace nada fueron muchas masías y unos cuantos núcleos rurales, con su escuela, donde gentes laboriosas contenían la erosión mediante el cuidado de bancales y laderas escarpadas. Y en realidad, también, cuando el bienestar de la ciudad estaba a su alcance, la escuela rural cerrada y la asistencia médica era dificultosa, la despoblación hizo estragos en la comarca. Vistabella, Xodos, Benafigos y decenas de masías se quedaron con muy poca gente, y con muchos turistas motorizados el fin de semana. Con unos ingresos sujetos a la arbitrariedad del clima y con la escuela rural cerrada, la despoblación estaba garantizada. La escuela era el casi todo que permitía la continuidad generacional en la comarca. Mentes claras y republicanas ya se esforzaban hace casi 100 años por llevar el progreso, la cultura y la escuela a esos núcleos rurales tan distantes de la costa, en cuanto a bienestar se refiere, y tan cercanos geográficamente a todos los valencianos.

Hoy, otros peñascos áridos y abruptos alargan sus sombras sobre la comarca: la LOGSE y el clientelismo electoral del presidente de la Diputación, Carlos Fabra. La LOGSE porque estabula a los alumnos de forma indiscriminada sin atender a su medio social y geográfico en nuestro caso, en grandes centros y a partir de los 12 años, para promover, dicen, una calidad de enseñanza inexistente. Unos maestros generalistas y bien preparados ponen en tela de juicio a todos los teorizantes padres de la LOGSE. ¿Debemos también resaltar el hecho, por muy acuerdo a la LOGSE que sea, de que unas decenas de mozalbetes de Atzeneta, en el L'Alcalaten, deban desplazarse un montón de kilómetros para acudir a la escuela cuando podrían aprender lo mismo en su pueblo? ¿No están invitando a esos padres a abandonar su pueblo? Hace como un año, la polémica saltó en Extremadura; ahora el dislate lo tenemos en casa: dimisión de todo el consistorio de Atzeneta, abucheos y autobuses vacíos, crispación entre los vecinos y entre los munícipes que se califican de caras duras, enfado de un alcalde dimitido que acusa no se sabe a quién de que a él lo han engañado. En fin, un despropósito si el tema escolar de fondo no fuese tan serio, y no estuviese tan relacionado con la despoblación y la digna pervivencia de los núcleos rurales. Dicho sea esto último sin caer en bucolismo alguno, o sin promover posturas radicales fisiocráticas que consideran la agricultura como el principal motor económico. Con respecto al clientelismo electoral, patente en la comarca, del presidente de la Diputación, baste con señalar el caso de La Vall d'Alba, conocido por los vecinos de esa misma comarca. Un pueblo cuyo alcalde es lugarteniente de Fabra; un pueblo en el que se invirtió dinero incluso para construir una ermita modernísima en cuyo altar mayor hay un retablo en donde se distinguen las figuras del alcalde y de su jefe de filas. Todo un esperpento celtibérico, como ubicar el instituto ESO en esa misma población y donde se espera que acudan los alumnos de Atzeneta de entre 12 y 13 años. Y nos olvidamos del paseo marítimo con palmeras en un secano sin mar. Y sin sentido común.

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