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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Impenitente Milosevic

El juicio que se sigue desde febrero en La Haya contra Slobodan Milosevic ha entrado en su fase decisiva al centrarse sobre su papel en las guerras de Croacia y Bosnia, entre 1991 y 1995. Genocidio y crímenes contra la humanidad son las acusaciones más graves contra el ex dictador yugoslavo en esta etapa, en la que comparecerán casi 200 testigos. Los fiscales imputan al otrora todopoderoso caudillo balcánico el diseño y la ejecución de un plan global para alumbrar una Gran Serbia étnicamente pura, un designio delirante que produjo decenas de miles de muertos, millones de desplazados y alumbró atrocidades como el sitio de Sarajevo, las matanzas de Vukovar o el asesinato de miles de musulmanes bosnios indefensos en Srebrenica.

Los fiscales del Tribunal Penal Internacional, sin embargo, tendrán que afilar sus procedimientos si quieren que el proceso más importante desde Núremberg adquiera ante la historia el carácter ejemplar que se le vaticinaba. Hasta ahora, Milosevic, extraditado por Belgrado en junio del año pasado, ha salido mejor parado de lo que se esperaba de su primera cita con el banquillo para rendir cuentas de los crímenes cometidos en Kosovo, de donde las fuerzas a sus órdenes expulsaron a la tercera parte de la población albanesa.

El déspota, que se defiende a sí mismo y no reconoce la legitimidad de sus jueces, se sigue presentando como un dedicado pacificador. Y con frecuencia ha sido más astuto que quienes han declarado contra él, en general poco preparados o asustados, lo que no es de extrañar en víctimas enfrentadas a quien han percibido siempre como un poder absoluto y distante. En una de las últimas jornadas del proceso, antes de su supensión en verano, se produjo, para oprobio de la acusación, la defección en público de un testigo relevante sobre Kosovo. La acusación tampoco ha conseguido hasta ahora escuchar a personas vinculadas estrechamente a Milosevic o la exhibición de documentos importantes. Belgrado, más interesado en la sordina de un pasado tenebroso que en el esclarecimiento de la verdad, ha erigido para ello una barricada de impedimentos burocráticos.

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El ritmo del proceso contra el primer jefe de Estado en ejercicio acusado de los más abyectos delitos deberá cambiar sustancialmente si, como se ha anunciado, debe finalizar el año próximo. Milosevic ha cumplido 61 años en la cárcel y se ha agravado su afección cardiaca. Debe poder escuchar en plenitud de facultades la sentencia del juicio por sus responsabilidades durante casi una década de crímenes masivos que han envilecido a Europa.

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