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"El Sáhara no será moneda de cambio con Marruecos"

Apenas tres meses después de tomar posesión, la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, sigue absorbida por temas calientes. Como las difíciles relaciones con Marruecos, tras el fallido intento de relanzarlas del pasado lunes, o las negociaciones sobre Gibraltar, con las que tomará un primer contacto informal el próximo viernes en Londres. En el plano multilateral, y en vísperas de que España se siente por cuarta vez en el Consejo de Seguridad de la ONU el próximo mes de enero, el conflicto con Irak sigue siendo dominante.

Pregunta: Lo primero que va a hacer tras las elecciones generales del próximo día 27 su homólogo marroquí, Mohamed Benaissa, es irse, el lunes y el martes, a Bruselas, a exponer sus razones al presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, y al alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), Javier Solana. ¿Cree que es un signo de la voluntad de concordia que usted presupone a Marruecos?

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Respuesta: Yo no tengo noticia de que vaya a ver a los señores Prodi y Solana. En cualquier caso, he mantenido siempre que Marruecos es una relación importante de la UE. El problema es que en la actualidad no se da el marco necesario para unas relaciones fluidas. Por lo demás, no tengo ningún comentario que hacer.

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P. También usted estará el lunes en Bruselas. ¿Es posible que vea allí a Benaissa?

R. No, porque el compromiso alcanzado en julio es que nos veamos en Madrid.

P. Durante meses hemos oído desde el Gobierno que el regreso del embajador de Marruecos a Madrid era un problema de Rabat. ¿Sigue siendo su opinión?

R. Indudablemente, claro. No es que sea un problema de Marruecos. Es que Marruecos lo ha retirado y está en la esfera de voluntad de Marruecos volverlo a restablecer. Ahora tenemos una situación un poco distinta, puesto que nuestro embajador no está en Rabat, está en Madrid y, por lo tanto, lo que yo creo que tenemos que hacer es abordar ese tema.

P. ¿Qué estaría dispuesta a prometer sobre el Sáhara para mejorar sus relaciones con Marruecos?

R. El Sáhara no es moneda de cambio. Nuestra postura sobre el Sáhara está fundada en muchísimas cosas, pero desde luego en ningún caso será moneda de cambio para mejorar nuestras relaciones con Marruecos.

P. ¿Aceptaría un arbitraje sobre Perejil o alguna otra fórmula internacional de arreglo?

R. No creo que Perejil sea razonable situarlo en un arbitraje. Creo que la cuestión de Perejil, si tuvo trascendencia, no es una trascendencia que se dirime en un arbitraje, porque el problema de Perejil fue ante todo y sobre todo una vulneración de las relaciones jurídicas establecidas. No se adopta una actitud agresiva sin ningún motivo. Si uno tiene una diferencia, se habla. Por lo tanto, lo que el Gobierno de España ha defendido y mantenido es la gravedad de esa vulneración de las relaciones existentes por parte de un país que es socio privilegiado de España y la Unión Europea. Eso no lo arregla ningún arbitraje.

P. De todos modos, el statu quo es una solución provisional.

R. Nosotros hemos dicho siempre que estamos dispuestos a hablar, porque la situación de Perejil -dentro de que España tiene títulos mejores que Marruecos, así lo entendemos-, no tiene nada que ver con la vinculación que podemos tener con Ceuta y Melilla.

P. ¿Y si Benaissa le plantea Ceuta y Melilla, usted se limitará a repetirle que no tiene nada que hablar de esas ciudades?

R. Pues mire usted, sí, porque ya lo he hecho. Lo que España no puede admitir es entrar en una polémica que es virtual y, al entrar en ella, transformarla en real. En estos momentos no hay cuestión sobre Ceuta y Melilla. Pero si nosotros admitiéramos entrar en ello, estaríamos dando carta de naturaleza a esa situación totalmente virtual, como digo.

P. No hay cuestión jurídica, pero políticamente los marroquíes siempre la han planteado. ¿No comparte el lugar común de que el día que Gibraltar empiece a ser español habrá que hablar de Ceuta y Melilla con Marruecos?

R. No lo comparto y, además, no creo que sea un lugar común. Es una cosa que se ha dicho. Pero no son situaciones comparables. No hay cuestión mientras no haya una cuestión jurídica, y con Gibraltar hay una cuestión jurídica, un marco jurídico que con Ceuta y Melilla no hay.

P. ¿Es posible, de todos modos, que España no tenga prisa en llegar a un acuerdo sobre Gibraltar con el Reino Unido para no desencadenar esa circunstancia?

R. Nunca se me había ni pasado por la cabeza semejante planteamiento. España tiene un enorme interés en solucionar la cuestión de Gibraltar, y puedo decir que compartido en estos momentos por el Gobierno británico.

P. Los británicos han pasado claramente de la discreción a lanzar ofertas concretas y públicas de arreglo acompañadas de la advertencia de que ha llegado la hora de que España decida si las acepta o rechaza el acuerdo. ¿Siente que la negociación está derivando hacia un modelo de lentejas, si quieres las comes o si no las dejas?

R. En primer lugar, niego la mayor. A mí en ningún momento el Gobierno británico me ha transmitido ese mensaje. Comprendo que hablar en la prensa es algo muy importante y que vivimos en una democracia mediática, pero me parece que mientras a mí el Gobierno británico no me manifieste esa intención, me tengo que atener a la que me han manifestado, que es la de llegar a un arreglo. En segundo lugar, en la hipótesis de que se plantease una cuestión de lentejas, a mí me parece que sería lo más contrario a una negociación y que, por tanto, tendría una cierta tendencia a decir que no, dependiendo, claro, de lo que fueran las lentejas. Si las propuestas resultaran contrarias a los muy claros principios y planteamientos de los límites a partir de los cuales para España no compensa un falso arreglo, pues seguiríamos lamentándolo muchísimo, y le correspondería la responsabilidad a quien adoptar esa actitud.

P. Una base de la OTAN bajo soberanía exclusivamente británica, que es la última propuesta confirmada en una rueda de prensa por el primer ministro británico, Tony Blair, ¿sería en algún caso aceptable para España?

R. No. Claramente, no, porque la soberanía compartida es soberanía compartida. Y ahí entramos de nuevo en un terreno jurídico en el que existen principios generales de derecho. Soberanía compartida quiere decir que tenemos que tener soberanía compartida en la base.

P. Y una base de la OTAN de soberanía compartida, ¿podría ser aceptable?

R. A partir de tener los principios muy claros y los objetivos muy claros, yo estoy dispuesta a explorar cualquier posibilidad. Cualquiera.

P. ¿Va usted decidida a aclarara estos extremos el próximo viernes, cuando se entreviste con su homólogo, Jack Straw, en Londres?

R. Yo lo que voy es decidida el viernes a sentarme con mi colega Straw por primera vez a hablar, a tomar el pulso de la negociación. Me he empapado ya de unos antecedentes que son complejos y ahora, para mí, es tomar ese pulso de cómo puede desarrollarse en el futuro esta negociación.

P.¿Es la crisis de Irak una prueba de coherencia para la política exterior española? Lo digo porque, en pocos días, hemos pasado del apoyo total al marco de la ONU al apoyo incondicional a un eventual ataque unilateral de EE UU, y luego hemos vuelto a la línea ONU.

R. Yo creo que ustedes están intentando ver, o están viendo -no voy a hacer un juicio de intenciones-, lo que no existe. La política de España ha sido meridianamente clara desde el 12 de agosto, cuando el Gobierno español se manifestó con dos planteamientos: que Irak es un peligro para todos nosotros y que la sede natural de esa cuestión es la ONU. No nos hemos movido de ahí.

P. Pero el presidente del Gobierno hace política exterior y ha expresado muy claramente en dos ocasiones su disposición a apoyar un ataque unilateral.

R. Por supuesto, si hay una política de Presidencia, es la política exterior, y eso lo sabe cualquier ministro de Exteriores y esta ministra es absolutamente consciente de ello. La política exterior es la primera política de Presidencia de cualquier Gobierno. Dicho esto, yo francamente creo que las cosas hay que interpretarlas en su contexto. Lo que el presidente del Gobierno plantea muy claramente, como ha dicho él, es que nosotros, si hubiera que elegir entre secundar o facilitarle la vida a Sadam Husein, o secundar o facilitarle la vida a los americanos, no tenemos dudas. Pero eso yo creo que ni él ni yo ni ninguna persona que comparta la idea de un mundo mejor.

P. Usted ha destacado que las bases de utilización conjunta hispano-norteamericanas se regulan por una legalidad bilateral, la de los acuerdos, y no internacional. ¿No está dejando ahí una puerta abierta a autorizar su uso en una operación al margen de la ONU?

R. Mire usted, eso no es autorizar nada, eso es constatar algo que es así. Es un hecho. La regulación de las bases está en un tratado bilateral. Es un hecho y no hay que ir más allá.

P. ¿Cree que en la ONU se puede ser juez y parte, es decir, se puede estar a favor de la juridificación de las relaciones internacionales para después llegar a la conclusión de que la ONU no ha funcionado e irse por su camino?

R. ¡Pero bueno, usted quiere que me coja el toro en cualquier caso! Mire usted, es que rechazo ese discurso. Yo creo que en esta vida hay que hacer apuestas y empujar esas apuestas. Cuando en EE UU existe una posición favorable a la ONU, en la que tenemos, además, los europeos un interés muy claro y muy concreto, apoyémosla. Dejemos de hacer elucubraciones y de sacar las cosas de contexto. Apoyemos esa postura firmemente.

P. ¿Qué hay que hacer para que Israel cumpla con la legalidad internacional? ¿Cree que es posible lograrlo sin plantearse nunca posibiles sanciones?

R. Yo creo que lo primero que tenemos que hacer es fortalecer Naciones Unidas, que las resoluciones de Naciones Unidas se cumplan todas, porque no es que haya unas de primera y otras que se puedan saltar a la torera. Ésa es la priemera etapa de ese gran reto político del siglo XXI que es juridificar las relaciones internacionales y judicializarlas. Es un proceso emergente y para nada fácil.

P. Usted llega al ministerio en un momento de crisis internacional, pasaron las vacas gordas. ¿Vamos a asistir a un cierto repliegue de la política exterior sobre territorios más domésticos y abandonar aquel discurso grandilocuente de potencia global y política en todas direcciones, Asia incluída?

R. De nuevo le tengo que decir que niego la mayor. Yo no creo que hayamos hecho una política de potencia global de aquella manera. Es cierto que nosotros tenemos una política sobredimensionada para nuestros medios, pero eso es producto de la historia. Lo que no es cierto es que no se corresponda con nuestra influencia en el mundo. Hay una falta de adecuación, pero con respecto a los medios, no con respecto a la influencia de España en el mundo, que la tenemos oportunamente, y hay que mantenerla. En cuanto a Asia, por ejemplo, no estaremos en todas partes, pero yo entiendo que estaremos en algunos sitios. Ya hemos empezado a estar, por ejemplo, desde hace muy poco tiempo en Kazajstán . En un mundo que se ha convertido en algo muy próximo, no podemos dejar la vertiente del Pacífico, que es la de mayor proyección del siglo XXI, aunque no la podamos cubrir como fuera nuestra ambición. Podemos ir haciendo cosas. No se trata de palabras hueras.

Ana Palacio, en su despacho del Ministerio de Asuntos Exteriores. PLANO MEDIO
Ana Palacio, en su despacho del Ministerio de Asuntos Exteriores. PLANO MEDIOMIGUEL GENER

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